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Humor dominical

La abuelita y su pequeña nieta estaban ante la estatua de la Venus de Milo. Con acento severo le dijo la señora a la niñita: “¿Ves lo que te va a pasar si sigues mordiéndote las uñas?”.

. Catón

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

El elefante y la hormiguita se casaron. Le dijo ella: “Practicaremos el sexo seguro, gordito. Yo arriba”. Desdichada suerte la de sor Dina. Fue a evangelizar a los salvajes y cayó en manos de caníbales. Lo diré sin paliativos: se comieron a la reverenda. Al acabar el condumio uno de los antropófagos le preguntó a otro: “¿Qué te pareció la monja?”. “No me gustó nada -acotó el otro-. Sabia a madre”. El vulgarismo “chich…”, o “chich…”, es apócope -abreviatura- del vocablo náhuatl chichihualli, que designa al pecho de la mujer. De ahí la palabra “chichigua”, usada antiguamente para nombrar a la nodriza. De ahí también expresiones populares como “chich… seca”, aplicada al hombre avaro, cicatero o ruin; “pedir chich…”, o sea solicitar ayuda, y “chich… de gallina”, cosa inútil o inexistente. Advierto con alarma, sin embargo, que movido por mis aficiones filológicas me he alejado de un cuentecillo que ni siquiera he comenzado aún. Helo aquí. Don Euclidio, profesor de Geometría, les explicó a sus estudiantes: “El coseno es el cociente entre el cateto contiguo a un ángulo de un triángulo rectángulo y la hipotenusa”. (Uta, qué bueno que no estudié Geometría: Esa definición me dejó turulato, aturrullado, patidifuso y reteapendej…). Añadió el maestro: “Si tienen dificultad para recordar la palabra “coseno” relaciónenla con el busto femenino”. En el examen el alumno Babalucas, en vez de “coseno”, escribió “cochiche”. “Es inútil, Afrodisio -le dijo la linda Susiflor al tipo que la acosaba con indebidas solicitaciones-. Jamás podrás entrar a mi corazón”. Preguntó, meloso, el inmoral sujeto: “¿Pero a otra parte sí podré entrar?”. La abuelita y su pequeña nieta estaban ante la estatua de la Venus de Milo. Con acento severo le dijo la señora a la niñita: “¿Ves lo que te va a pasar si sigues mordiéndote las uñas?”. (Se cuenta que el escultor de la famosa estatua le comentó a un amigo: “La hice así porque los brazos y las manos nunca me han salido bien”). La voluptuosa joven llenó la solicitud de empleo. En el renglón correspondiente a sexo puso: “Sí”. El reverendo Rocko Fages, pastor de la Iglesia de la Quinta Venida (no confundir con la Iglesia de la Quinta Avenida, que permite a sus feligreses incurrir en adulterio a condición de que no lo cometan en horas de trabajo), el reverendo Rocko Fages, digo, se dirigió, solemne, a la congregación. “Hermanas y hermanos -empezó-. Está aquí un pecador al que no puedo ya tolerar entre nosotros. Es un hombre lujurioso, lascivo, impúdico, lúbrico y libidinoso que ha seducido a incontables mujeres valido de sus artes de hábil y consumado amante. Es Pitorro Picharreal. Póngase en pie, Pitorro, para que lo vean las hermanas y se prevengan contra usted. Luego salga del templo y no vuelva nunca a él”. Obedeció Pitorro, pero antes de salir dijo: “En vista de lo sucedido, hermanas, me veo en la penosa necesidad de retirarme, pero no sin antes ponerme a sus apreciables órdenes en el teléfono 11-22-33-44, fácil de aprender”. La señorita Peripalda, catequista, les habló a los niños acerca del Juicio Final. “Ese día todos compareceremos ante el Supremo Juez. Nuestros pecados serán conocidos y castigados. Se desatará la ira del Señor. Ahí será el llanto y el crujir de dientes”. Pepito levantó la mano: “¿Y los que no tengan dientes?”. Respondió, vacilante, la piadosa catequista: “Supongo que les serán proporcionadas dentaduras en forma gratuita”. “Otra pregunta -continuó Pepito-. ¿Habrá clases ese día?”. El perrito le dijo a la perrita: “Hoy en la noche lo haremos de hombrecito”. (No le entendí). FIN.

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