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Injusticia contra Fernando Valenzuela

Considero una injusticia el trato que el “Toro” está recibiendo por parte de los magnates, que una y otra vez lo ningunean.

. Catón

De política y cosas peores

“Te invito a mi depa” -le dijo Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, a Susiflor, hija de familia. Respondió ella: “No acostumbro salir con hombres casados”. Opuso el lascivo galán: “No vamos a salir”. Pocos habrán de recordar a Pancho el Toletero, beisbolista mexicano que jugó un breve tiempo para los Dodgers de Los Ángeles. Se distinguió desde las Ligas Pequeñas: A los 12 años fue quien más bases se robó en la temporada. Todavía conserva seis, que ahora usa su señora como cojines en los sillones de la sala. Fue contratado por Tom Lasorda, quien inexplicablemente lo mantuvo en la banca, pese a que llegó con fama de buen bateador ambidextro. Como no conocía esa palabra Pancho decía: “Bateo por los dos lados”, expresión que se prestaba a confusiones. Sucedió que en el séptimo juego de la Serie Mundial los Dodgers iban perdiendo por dos carreras a cero en la parte baja de la novena entrada. Tenían hombre en primera y segunda; había dos outs en la pizarra, y era la última llamada a comer para el equipo angelino. En el dugout Lasorda se dio cuenta, consternado, de que no tenía ningún buen bateador emergente. De los tres anotados en el roster uno se reportó enfermo, otro estaba borracho y el tercero había huido aquella mañana con una mujer casada. En eso le dijo Pancho: “Sácame a batear, Tommy”. “Estás loco -replicó el manager-. Ni siquiera te conozco”. “Dame chanza, Tommy -insistió el Toletero-. Soy bueno con el bate. No te quedaré mal”. Desesperado, Lasorda hubo de ceder. “Está bien -le dijo a Pancho-. Ve a batear. Pero una cosa debes prometerme: Obedecerás mi seña”. “Claro, Tommy -replicó el pelotero-. Soy obediente. Si no pregúntale a mi esposa”. Salió, en efecto, Pancho a batear, ante el silencio de la fanaticada, que jamás había oído hablar de él. Se cuadró para esperar el lanzamiento, pero antes volvió la vista hacia Lasorda a fin de pescar la seña. El manager se llevó el índice a la entrepierna. El Toletero asintió con la cabeza para mostrar que había entendido la señal. El pitcher lanzó la bola. ¡Wham!, Pancho pegó un batazo de esos que decía Buck Canel: “Se va, se va, se va. ¡Se fue!”. ¡Jonrón! Ganaron los Dodgers 3-2, dejando en el terreno al equipo rival. Tras de correr triunfalmente las bases entre la ovación de los aficionados, Pancho regresó a la caseta y le dijo a Tom Lasorda. “¿Qué te pareció, Tommy? Te dije que no iba a quedarte mal, y lo cumplí”. “Es cierto -reconoció el manager-. Por ti ganamos el juego y la serie. Pero no obedeciste la seña”. “Sí la obedecí” -opuso el Toletero. “No, cab… -se molestó Lasorda-. Yo me toqué la entrepierna. Eso quiere decir ‘toque de bola’”. “¡Ah que la chin…! -exclamó apenado Pancho-. ¡Yo pensé que quería decir ‘imparable’!”. Confieso que no entendí el cuentecillo, pues a pesar de ser aficionado al beisbol desde los años infantiles mi conocimiento sobre la técnica del rey de los deportes es sumamente limitado. Me sirve ese relato, sin embargo, para expresar mi desazón por el hecho de que a Fernando Valenzuela le haya sido negado otra vez el ingreso al Salón de la Fama. Gran pelotero fue él; figura importante de las Ligas Mayores, tanto que dio origen a la llamada “Fernandomanía”, así de grande fue la admiración y el afecto que suscitó entre los aficionados. Considero una injusticia el trato que el “Toro” está recibiendo por parte de los magnates, que una y otra vez lo ningunean. Seguramente eso no le habría importado al “Toro”: La consagración de un pelotero no la hacen los magnates; la hace la gente. Y en el corazón de la gente está Fernando Valenzuela. FIN.

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