‘San Guivi’ ya no es lo mismo
Acaba de pasar Thanksgiving. Y esta vez, en lugar de agradecimiento, hubo mucho miedo y enojo en las mesas de las familias de inmigrantes en Estados Unidos.

El pavo parecía desinflado. Acaba de pasar Thanksgiving. Y esta vez, en lugar de agradecimiento, hubo mucho miedo y enojo en las mesas de las familias de inmigrantes en Estados Unidos. La pregunta que se escucha es ¿por qué el presidente Trump nos está tratando así?
Thanksgiving, o la fiesta de Acción de Gracias, es una de las fechas que más disfruto. No me fascina el pavo ni su relleno dulzoso. Pero es uno de esos días en que todos los que vivimos en Estados Unidos hacemos una pausa, sin ningún motivo religioso, y agradecemos lo que tenemos. No importa de dónde vengas ni cuánto dinero tienes.
Mi primer Thanksgiving fue en Los Ángeles con la familia de Pete Moraga. Él era mi jefe en una estación de televisión local y cuando se enteró de que iba a estar solo esa noche, me invitó a cenar a su casa. Su familia me abrazó como a uno de los suyos y entendí la fuerza que tiene el decir en público de qué damos gracias; es en parte confesión y en parte propósito.
Pero la historia de Thanksgiving que más me gusta -y que he contado varias veces- es la de una amiga que acababa de llegar a California de un pueblito en México y que no hablaba nada de inglés. Y al escuchar sobre esa fecha, ella hizo su propia interpretación religiosa y cultural, y transformó el Thanksgiving en “San Guivi”. Cuando le pregunté sobre ese nuevo santo, me dijo que ella creía que era el que repartía pavos a finales de noviembre. Me encantó su explicación y desde entonces he adoptado a ese maravilloso santo.
Los inmigrantes en Estados Unidos siempre hemos tenido mucho que agradecerle a San Guivi. Pero no este año. Con la segunda llegada de Donald Trump a la Casa Blanca lo que hemos visto son brutales redadas con agentes enmascarados y sin identificar, separación forzada de niños de sus padres, el arresto y deportación de personas que no tienen un récord criminal, y una persecución - con la bendición de la Corte Suprema - de todos aquellos que parezcan extranjeros o que hablen el inglés con acento. Las detenciones de la migra por el llamado “perfil racial” se han convertido en la norma, amenazando a millones de la comunidad latina.
Datos. El 50 por ciento de los inmigrantes (legales e indocumentados) sienten “miedo” y están “enojados” por las operaciones migratorias en Estados Unidos, según una reciente encuesta del diario The New York Times. El 41% teme que él o algún miembro de su familia pueda ser detenido o deportado, y el 49% se siente menos seguro desde que Trump regresó a la Casa Blanca. Las crueles e inhumanas políticas antiinmigrantes de Trump afectan particularmente a los latinos que son el 41% de los 53 millones de extranjeros que vivimos en Estados Unidos.
A pesar de que siete de cada 10 inmigrantes volverían a tomar la misma decisión de emigrar a Estados Unidos, de acuerdo con la misma encuesta, muchos se han dado por vencidos y se han autodeportado. Desde que Trump regresó a la presidencia, un millón 600 mil personas han dejado Estados Unidos voluntariamente y se han regresado a su país de origen, según datos oficiales. Estados Unidos ha dejado de ser el país de la esperanza para los que buscan una segunda oportunidad en la vida o huyen de la violencia y la pobreza.
Hasta hace muy poco casi nadie hablaba de autodeportarse. Costaba tanto dinero y esfuerzo llegar a Estados Unidos que era impensable planear el retorno. Siempre existía alguna manera, aunque fuera a muy largo plazo, de legalizar su situación migratoria. Y si no se lograba, al menos sus hijos podrían tener una vida mejor. Ya no. Trump, incluso, quiere quitarles la ciudadanía automática a los hijos de indocumentados nacidos en Estados Unidos. La Corte Suprema ya estudia la propuesta presidencial.
Muchos de los que se están autodeportando lo hacen para evitar ser separados de sus hijos, en caso de que arresten a uno de los padres. Otros están hartos de sentirse perseguidos sin haber cometido un crimen. Y muchos más creen que las cosas no van a mejorar durante los próximos tres años. Por eso se están regresando a sus países de origen.
Hoy Estados Unidos es el país del miedo.
Rezarle a San Guivi no es suficiente. Ya no es lo mismo que antes. Este Thanksgiving miles de inmigrantes la pasaron encerrados y asustados. El sueño americano se ha esfumado.
JORGE RAMOS
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