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“No era amor; era adicción. Y me llevó años darme cuenta”

Nadie nos lo enseñó directamente, pero crecemos rodeados de historias que romantizan lo que nos lastima.

Juan Tonelli

Historias demasiado humanas

A veces me cuesta admitirlo, pero hubo un momento de mi vida en el que viví exactamente esa frase que Richard Burton dijo alguna vez: “No puedo vivir contigo, pero tampoco sin ti.”

No era un halago, ni una declaración poética. Era un diagnóstico. Un espejo. Lo escuché por primera vez en un documental sobre su relación con Elizabeth Taylor. Yo estaba solo, de noche, con el televisor iluminando la pieza, y sentí esa frase como un golpe seco. Entendí, de un modo que todavía me incomoda, que hablaba de ellos… pero también hablaba de mí.

Taylor y Burton vivían una intensidad que parecía una obra de teatro sin intervalos. Peleas que se escuchaban desde los pasillos, reconciliaciones que parecían escenas de cine, celos tan grandes como su fama y silencios que podían destruir cualquier cosa. Uno podría decir que era exceso. Y lo era. Pero también era familiar. Porque todos, en algún momento, hemos estado atrapados en un vínculo que nos enciende y nos quema al mismo tiempo.Yo estuve ahí. Estuve en ese fuego que no abriga: Quema. Ese lugar donde uno se dice “me hace mal, pero no puedo irme” y al mismo tiempo “si me quedo, me hundo”.

Con el tiempo entendí que la peor parte de esos vínculos no es el otro: Somos nosotros. La intensidad se vuelve una droga: Golpea rápido, te levanta de un sacudón, te hace sentir vivo. Y después te vacía. Pero cuando se va, uno la extraña igual. Porque en el silencio aparece algo más difícil todavía: Uno mismo.

A mí me pasó. Pasé noches enteras esperando un mensaje que sabía que no iba a llegar, convencido de que una reconciliación podía arreglar lo que siempre volvía a romperse. Tenía la fantasía ridícula de que si yo cambiaba, si hacía más, si tenía más paciencia, si mostraba más amor, entonces el vínculo iba a volverse sano. Nunca ocurrió. Porque esos vínculos no se arreglan con amor: Se sostienen con falta. Y la falta nunca se sacia.

Taylor y Burton se casaron dos veces, se divorciaron dos veces, se destruyeron con la misma pasión con la que se volvieron a buscar. La gente decía que era amor épico. Yo ya no sé si era amor o simplemente dos personas perdidas que encontraban en el caos una forma de no sentirse tan solas. Y eso, aunque parezca lejano, es íntimo. Porque hay amores que no son romances: Son adicciones disfrazadas de destino.

A veces creemos que la turbulencia es profundidad. Que si duele, es verdadero. Que si hay adrenalina, hay conexión. Nadie nos lo enseñó directamente, pero crecemos rodeados de historias que romantizan lo que nos lastima. Y entonces pasa: Confundimos intensidad con amor, obsesión con compromiso, dependencia con entrega.

Yo confundí todo eso. Me llevó mucho tiempo aceptarlo. En un momento, alguien me preguntó: “¿Qué es lo que realmente te duele? ¿Ella… o la intensidad?”. Me quedé helado. Nunca nadie me lo había dicho así. Y entendí que mi duelo no era por la persona: Era por el vértigo. Por ese vaivén que me distraía de enfrentar mis vacíos.

Cuando finalmente logré soltar, la calma me asustó. Me parecía rara, ajena, casi aburrida. Me pregunté por qué la paz me resultaba tan incómoda. ¿Quién me había convencido de que el amor tenía que ser un campo de batalla?

Hoy veo a Taylor y Burton con otros ojos. No como íconos trágicos, ni como estrellas perdidas en su propia intensidad, sino como un recordatorio: El amor no tiene que ser un drama para ser profundo. Y la quietud no es sinónimo de tibieza; a veces es un signo de madurez.

No tengo respuestas para todo. Pero aprendí algo que me cambió: Si uno necesita el caos para sentirse vivo, entonces el problema no está en el otro. Está en lo que uno no se anima a mirar.

Tal vez el desafío no sea encontrar a alguien que nos encienda, sino aprender a que la paz no nos dé miedo. Y aceptar -sin vergüenza- que a veces lo más difícil no es irse del lugar que duele… sino animarse a habitar uno que no duela.

Juan Tonelli

Autor de “Un elefante en la habitación”, historias sobre lo que sentimos y no nos animamos a hablar. Conferencista.

www.youtube.com/juantonelli

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