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Transportistas dijeron finalmente “Basta”

Empieza a mostrarse la molestia e irritación de la ciudadanía por la creciente criminalidad en el país.

. Catón

La encuestadora en materia de enfermedades venéreas le preguntó al sujeto: “¿Practica usted el sexo seguro?”. “Sí -respondió el tipo-. Siempre espero a que el marido esté de viaje”. Un hombre perdió en Las Vegas todo su dinero. Buscó un poste para ahorcarse. En eso oyó una majestuosa voz venida de lo alto: “Mira a tus pies”. Lo hizo y vio una monedita de 10 centavos. Le dijo la voz: “Juégala en una maquinita”. Lo hizo y le salió un torrente de monedas. Le dijo la voz: “Juégalas todas al número 10 de la ruleta”. Lo hizo, y salió el número 20. Le dijo la majestuosa voz venida de lo alto: “Vuelve al poste”. Aquella noche el guardia del jardín municipal notó ciertos extraños movimientos en los arbustos, y vio tras ellos a una pareja que estaba celebrando el antiguo rito natural. “¡Suspendan inmediatamente esa indebida acción!” -les ordenó. “Tendrá que disculparnos, oficial -respondió con acezante voz el novio-. Ya vamos muy avanzados”. (Nota. Las últimas palabras ya casi no se le entendieron). “Me da por favor un vaso de agua”. “¿Natural?”. “Sí. La sobrenatural me da miedo”. A mí no me da miedo lo sobrenatural. Ciertas cosas de lo natural sí me causan temor. El Chato Severiano era maestro de Lógica en el Ateneo glorioso de mi ciudad, Saltillo. Un alumno le preguntó cuál es la diferencia entre física y metafísica. Don Severiano levantó en alto su grueso manojo de llaves. “Suelto estas llaves -dijo-. Si caen, eso es física. Si no caen, es metafísica”. Positivismo, dirán unos. Sentido común, dirán los más. Yo digo que la física es razón; la metafísica es imaginación. Pero cada quién, como afirman las dos palabras en las cuales se sintetiza la sabia virtud de la tolerancia. Pienso que algunas de las cosas a las que damos el nombre de sobrenaturales son muy naturales, y que alguna vez se determinará la causa que las origina. Confieso que en ocasiones he sentido el roce de lo que parece ser sobrenatural. Este señor tenía una costumbre inveterada. Cuando le escanciaban el café decía: “Basta” en el momento en que consideraba que ya tenía suficiente. Pasó a mejor vida ese señor, y luego de mucho tiempo vino al mundo un nieto suyo. Dos años de edad tenía el niño, o a lo más tres, y una mañana su mamá le sirvió en un vaso la leche del desayuno. De pronto dijo el pequeño: “Basta”. Jamás había escuchado esa palabra; nadie la había dicho nunca en su presencia. Haiga cosas, como dice la gente del Potrero para expresar asombro. Si mis cuatro lectores me permiten relacionar ese suceso con la realidad actual diré que los transportistas dijeron finalmente “Basta” y bloquearon carreteras importantes en diversos puntos del País para protestar contra la inseguridad reinante y contra las extorsiones que sufren por parte de la delincuencia organizada sin que haga nada contra ella el Gobierno desorganizado. Empieza a mostrarse la molestia e irritación de la ciudadanía por la creciente criminalidad en el país. Llegará el momento en que la mayoría de los mexicanos diga “¡Basta!” y ponga fin a este régimen que, opinan unos, durará lo mismo que el PRI, sin tomar en cuenta que ahora los acontecimientos se precipitan con mayor velocidad que antes. Ese “¡Basta!” irá cundiendo, sobre todo entre las generaciones nuevas, y la mal llamada 4T, cuyas ideas y programas miran al pasado, será arrollada por el presente y el futuro. (También, posiblemente, por el copretérito y el pospretérito). Liriolita, cándida doncella, les contó a sus padres: “Anoche entró Drácula a mi cuarto”. “¡Santo Cielo! -exclamó la mamá-. ¿Y qué te hizo?”. Liriolita relató en detalle lo que Drácula le había hecho. Dictaminó el papá: “No era Drácula”. FIN.

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