Ante el asalto fallido a Palacio Nacional
Creyeron que esa rabia que les enferma se extendería incontenible por todo el País una vez que incendiaran Palacio Nacional.

Creyeron que esa rabia que les enferma se extendería incontenible por todo el País una vez que incendiaran Palacio Nacional. Bastaba, se dijeron, con que otros -los “desechables” para ellos prendieran la chispa
Pensaron que, con sus cadenas de televisión, sus granjas de bots, sus aliados de la ultraderecha en el mundo y su ejército de líderes de opinión, les sería posible manipular a la plebe que tanto desprecian.
Calcularon, mirándose al espejo, creyéndose sus propias mentiras y luego de cumplir puntualmente con lo establecido en los manuales de desestabilización, que su momento de inflexión, la hora de la venganza contra esas mayorías insumisas que les dieron la espalda, había llegado.
Se imaginaron, libres por fin, de esa pesadilla que perturba sus sueños de grandeza; instalados de nuevo en el poder y haciendo pagar muy caro a quienes tuvieron la osadía de sentirse libres.
Perdido, por voluntad del pueblo, el Poder Judicial; su último bastión, su última esperanza, tomaron abiertamente partido por el fascismo que ronda de nuevo por el mundo, su doctrina y sus métodos violentos.
A este país que ensangrentaron le ofrecen derramar más sangre.
A este pueblo que reprimieron ferozmente, que humillaron y saquearon durante décadas le prometen anular conquistas sociales resultado de años de sufrimiento y de lucha.
A quienes se atrevieron a liberarse, pacífica y democráticamente de uno de los regímenes más autoritarios, represivos, corruptos y longevos de la historia moderna, les piden ceñirse de nuevo las cadenas y volver al pasado.
Lo cierto es que México, al que miran desde su avión privado o con el que sueñan en su yate allá en el Mediterráneo, sobre el que pontifican y mienten descarada y continuamente en sus estudios de radio y televisión, al que consideran solo un botín que les fue arrebatado, les dio la espalda.
Se equivocaron, pero su soberbia, su fanático y anacrónico anticomunismo, su ignorancia, el respaldo de fuerzas similares en el mundo y su disposición a someterse a una potencia extranjera hará que lo intenten otra vez.
No importa; fallarán de nuevo.
Porque aquí, en este País, ejemplo y esperanza para el mundo, una revolución, la de las conciencias, dentro de otra revolución única en la historia por pacífica, por democrática y porque se produce en libertad; la Cuarta Transformación frenará serena, digna y firmemente al fascismo.
Decía Gramsci y vale la pena, en este tiempo de canallas, recordar sus instrucciones de combate: “Instrúyanse, porque tendremos necesidad de toda nuestra inteligencia. Agítense, porque tendremos necesidad de todo nuestro entusiasmo. Organícense porque tendremos necesidad de toda nuestra fuerza”
Grupo Healy © Copyright Impresora y Editorial S.A. de C.V. Todos los derechos reservados