El enojo por la marcha
La Presidenta ha demostrado una incapacidad de concebir que haya jóvenes que no estén alineados con la izquierda.

Juegos de poder
Es evidente que la marcha del sábado pasado molestó, y mucho, a la Presidenta.
Su reacción, antes y después del evento, fue desmedida.
A la 4T nunca le han gustado las protestas callejeras. Ni cuando López Obrador fue jefe de Gobierno de la capital ni cuando fue Presidente ni ahora que Sheinbaum lo sucedió. Y es que ellos se creen los dueños de la política en las calles porque ahí es donde se forjó su movimiento.
La 4T no se entiende sin el gran número de manifestaciones que realizó AMLO durante su ascenso a lo más alto de la política nacional. Sienten que ellos se ganaron a pulso el monopolio de las manifestaciones, antes como oposición, ahora como Gobierno.
Por tanto, todo aquel que ose tomar las calles, sobre todo las de la Ciudad de México, en particular el Zócalo capitalino, desafía el privilegio exclusivo que la 4T siente tener de las protestas callejeras.
Es lo que explica por qué tanto AMLO, como Sheinbaum, han sido tan refractarios cuando se organiza un evento de esta naturaleza.
Pero en esta ocasión hay algo más.
Desde un inicio, la Presidenta mostró irritación porque la manifestación la iban a organizar miembros de la Generación Z, es decir, los jóvenes. Eso, al parecer, tocó una fibra profunda en Sheinbaum.
La Presidenta ha demostrado una incapacidad de concebir que haya jóvenes que no estén alineados con la izquierda. Para ella, las nuevas generaciones que están entrando a la adultez deben ser izquierdistas por definición.
Tal y como ocurrió con la generación del 68, la de sus padres, que tomó las calles, fue reprimida por el régimen autoritario priista y cambió el rumbo de la historia política del País.
O como la que a ella misma le tocó liderar en el Consejo Estudiantil Universitario (CEU) de la UNAM en los ochenta que se organizó oponiéndose a las reformas que incrementaban las colegiaturas y otros cambios que consideraban como “privatizadores” de la educación pública.
Ni qué decir del movimiento estudiantil #YoSoy132 y sus protestas durante la elección presidencial del 2012. Aquellos jóvenes que tomaron las calles para cuestionar al candidato Peña Nieto, exigiendo democracia y transparencia, con un fuerte activismo en redes sociales y que derivó en un apoyo explícito a Morena y López Obrador.
Inconcebible, pues, que los jóvenes no sean de izquierda, no los apoyen a ellos, sino que tengan la desfachatez de mostrarse en su contra.
Eso “no computa” en la mente de muchos morenistas, incluidos la de la Presidenta.
Comentaristas simpatizantes con la 4T se la han pasado tratando de desmentir que los jóvenes realmente eran los organizadores de la marcha. Para ellos, las nuevas generaciones son de izquierda y apoyan al movimiento lopezobradorista.
No han entendido, creo, que los jóvenes no son inherentemente de izquierda o derecha sino “contestatarios”, es decir, contestones, protestatarios, respondones, rezongones, inconformistas, impugnadores, críticos y rebeldes, por utilizar los sinónimos que provee la Academia de la Lengua.
Ni se conforman ni son sumisos. Por lo general, están en contra del establishment.
Sueñan con un futuro diferente al que ofrece el grupo de personas que en ese momento ejerce el poder en una sociedad. Resulta que la 4T es hoy el establishment en México.
Defender a Morena no es contestatario. Como tampoco es apoyar el regreso de los gobiernos del PAN o mucho menos los del PRI, como injustamente los acusan los cuatroteístas en su lógica binaria de “estás conmigo o estás con los opositores que representan el pasado”.
No. Yo veo que muchos jóvenes en México están preocupados por el presente y futuro del País. Han crecido en un ambiente muy violento y de poco crecimiento económico. No visualizan muchas oportunidades de movilidad social. A diferencia de sus antepasados, ya la migración hacia Estados Unidos tampoco resulta muy atractiva que digamos.
Sueñan con algo diferente al estatus quo que hoy ofrece el establishment de la 4T.
Los demócratas de Nueva York, con la convicción de ser ellos “los dueños” de los jóvenes en esta época de Trump, no lo entendieron y, por eso, se les coló un candidato outsider como Zohran Mamdani quien aprovechó el carácter contestatario de la juventud neoyorquina.
El disgusto de Sheinbaum y et. al. de los jóvenes manifestándose en su contra es, en el fondo, la negación de que ellos ahora representan el establishment político nacional, con todo lo que ello significa. Ya no son los borrachos sino los cantineros, y a los jóvenes suelen gustarles más los primeros que los segundos.
Leo Zuckermann
X: @leozuckermann
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