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Sábado de violencia convocada

La apuesta abierta de esta oposición es la violencia.

Julio Hernández López

Astillero

Fue violencia convocada. Así lo cantaron (con anticipación) y lo contaron (con posterioridad), factores y actores como la retórica de la falsa Generación Z en redes sociales, las arengas de políticos en decadencia (Vicente Fox, de manera patética), los “noticieros” de Televisión Azteca y de otros medios de comportamiento abiertamente faccioso, el despecho de origen fiscal de Ricardo Salinas Pliego y el oportunismo de algunos personajes sin verdadera base social (Belaunzarán, Acosta Naranjo, Álvarez Icaza, entre otros).

Una marcha montada sobre ciertos rieles discutibles pero, a fin de cuentas, enmarcables en el derecho ciudadano a la expresión, a la protesta: El enojo social por problemas desatendidos e insatisfechos (de manera marcada el predominio del crimen organizado), la oposición a las políticas de la 4T y la búsqueda de que un sector social, supuestamente representado por esos caminantes, sea escuchado y sus demandas sean consideradas.

Pero la carga puesta sobre esos rieles tenía como antecedentes el odio y la búsqueda de la violencia. Así se manifestó en las consignas, en los insultos personales a la Presidenta y su antecesor y, finalmente, en la explosión física violenta contra vallas y controles afuera de Palacio Nacional.

La propaganda previa invocó las imágenes y los sucesos de Nepal, con edificios públicos en llamas y acciones directas contra altos servidores públicos y sus familias. En la versión mexicana, adaptada, hubo llamados específicos a “tomar” Palacio Nacional y a “ir” contra la presidenta Sheinbaum y el ex presidente López Obrador.

No sucedió, sin embargo, lo largamente anunciado: No hubo un desbordamiento juvenil que hiciera tambalear al Gobierno claudista sino un reciclamiento de marchas anteriores cuyo referente sería la llamada Marea Rosa, en términos numéricos de asistencia incluso menores. La falsa franquicia de la Generación Z (GenZ) sólo logró demostrar que fue usada como plataforma instrumental para maniobras de políticos de edades e historiales avanzados.

No hubo plan o propuesta políticamente viables. A última hora la tal GenZ emitió una lista de demandas que en esencia podrían reducirse a la exigencia de que todo el orden constitucional, en lo político y lo jurídico, se haga a un lado para que ellos -a saber quiénes son “ellos”- se conviertan en los nuevos gobernantes. Notable, porque desnuda las intenciones golpistas y las alinea, como a este “movimiento” en general, con las directrices trumpianas de acción desestabilizadora preparatoria de acometidas mayores contra gobiernos “progresistas”.

El desenlace largamente requerido confirmó que este segmento de “nueva” oposición, que desea subsumir a la tradicional, está renunciando al ejercicio de la política y prefiere el camino que cree más corto y susceptible de apoyo internacional, la violencia. Los atacantes de las vallas de Palacio Nacional (el bloque rosa, aunque vayan de negro) llegaron con equipamiento muy por encima de lo usual y decididos a lograr saldo rojo gráficamente explotable.

Ayer mismo, sin un deslinde de la violencia convocada sino un agravamiento del insulto y el enardecimiento, la tal “Generación Z México” convocó a nueva marcha, el 20 de noviembre, con misma ruta en Ciudad de México hacia Palacio Nacional. La derecha y la ultraderecha insistirán cuanto sea necesario hasta conseguir las escenas rojas que potencien las reiteradas intenciones intervencionistas de Estados Unidos.

La apuesta abierta de esta oposición es la violencia. Buscan alterar los procesos que con legitimidad constitucional, en el marco de las reglas del sistema vigente, ha logrado la llamada 4T, entre contradicciones y distorsiones diversas. Están mandando al diablo las instituciones.

Y, mientras Morena, sus aliados y Palacio Nacional revisan las causas profundas de insatisfacción social que subsisten, más allá de las manipulaciones “Z”, ¡hasta mañana!