Los muchachos tienen la razón
La 4T ha desdeñado siempre las protestas en su contra. Quienes en ellas han participado han sido objeto de descalificación y agravios.

De política y cosas peores
Don Cornalino llegó corriendo a su domicilio. Con pasos presurosos se dirigió a la despensa. Vio que en ella no había nadie, y revisó concienzudamente lo que ahí se guardaba. Luego le comentó, molesto, a la nerviosa criadita de la casa: “Cómo es mentiroso mi compadre Chalo. Me dijo: ‘Vaya aprisa a su casa, compadrito. Le están comiendo el mandado’”. Un forastero le preguntó al vecino de aquel pequeño pueblo: “¿Vive aquí Carmelino Patané?”. “Sí -respondió el hombre-, pero hace días no lo he visto”. Volvió a inquirir el visitante: “¿Conoce usted su paradero?”. “¡Señor mío! -se indignó el lugareño-. ¡Eso nomás su esposa se lo conoce!”. (No le entendí). En una fiesta de bodas don Chinguetas le dijo a su mujer: “Mira cómo bailan ahora los chicos y las chicas. No se tocan, no se miran, no se hablan. Hasta parece que tienen años de casados”. Rosibel, linda muchacha, contó en la reunión de amigas: “Mi novio rompió ayer el récord de altura”. “Qué interesante -dijo una-. ¿Es piloto de pruebas, o vuela en globos aerostáticos?”. “No -precisó Rosibel-. Pero siempre me había puesto la mano nada más a la altura de la rodilla”. Año de 1967, presente lo tengo yo. Asistía yo a la Escuela de Periodismo de la Universidad de Indiana, en Bloomington. Iba al Ernie Pyle Hall por la mañana, y en la tarde asistía como oyente a las clases de dirección de orquesta en la Facultad de Música, gracias a la benevolencia de Janos Starker, uno de los mejores chelistas que en el mundo han sido, director entonces del prestigioso plantel. En aquel tiempo Lyndon B. Johnson era presidente de los Estados Unidos. La guerra de Vietnam estaba en su apogeo. A ella se oponían innumerables jóvenes que quemaban sus tarjetas de reclutamiento al tiempo que gritaban: “Hell, no: We won’t go!”. Escribí un artículo para el Daily Student, publicación universitaria, y en él dije: “Felices tiempos aquéllos cuando escuchabas la palabra ‘Johnson’ y en lo único que pensabas era en un talco para niños”. La frase no se hizo viral, porque en esa época no había frases virales, pero fue recogida por otras publicaciones contrarias a la guerra. Vendría después la derrota de Estados Unidos, y tras ella la amarga declaración que en lo privado hizo Johnson: “The kids were right”. Los muchachos tenían razón. El Presidente no hizo caso de las manifestaciones contrarias a la guerra, y eso lo llevó escalar el conflicto con pérdida de millares de vidas tanto de militares como de civiles. La 4T ha desdeñado siempre las protestas en su contra. Quienes en ellas han participado han sido objeto de descalificación y agravios. AMLO los llamó “pirrurris”, y Sheinbaum les dijo “chavorrucos”. Pero la irritación causada por el mal Gobierno va en ascenso, y mal haría la Presidenta actual en no dar oído a esos reclamos de la ciudadanía. Siempre es tiempo de enmendar el rumbo cuando el camino es equivocado. Si me es permitido usar un latinajo pondré aquí éste: Errare humanum est, perseverare diabolicum. Equivocarse es humano; perseverar en el error es diabólico. Y más no digo, porque de momento no recuerdo ningún otro latinajo. Don Presbicio, señor sumamente corto de vista, pasó junto a un coleador. Se detuvo y dijo: “¿Eres tú, Lirita? Te conozco lo de abajo, pero de arriba has enflacado mucho”. En el Bar Ahúnda un tipo se plantó frente a otro y le dijo con hosco acento amenazante: “Voy a partirte la mad... Sé que tuviste la intención de fugarte con mi mujer”. Contestó el otro, temeroso: “Es cierto, pero al final me arrepentí y no lo hice”. Replicó el tipo: “Precisamente por eso voy a partirte la mad…”. FIN.
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