El Imparcial / Columnas /

La CNTE: Protestan y siempre obtienen algo

La CNTE ha hecho de la presión callejera su principal arma política.

Eduardo Ruiz-Healy

EDUARDO RUIZ-HEALY

La CDMX amaneció ayer bajo la presión acostumbrada de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Desde muy temprano, miles de maestros intentaron avanzar hacia Palacio Nacional entre vallas, gas lacrimógeno, empujones y cierres viales. Instalaron casas de campaña, bloquearon calles, colapsaron el tránsito y forzaron la suspensión del Metrobús. Fue el arranque de su paro nacional de 48 horas y la repetición de una historia conocida.

La CNTE ha hecho de la presión callejera su principal arma política. Los bloqueos ferroviarios y carreteros, los enfrentamientos como el de 18 de junio de 2016 en Nochixtlán, Oaxaca, que dejó 8 muertos y más de 100 heridos, los plantones eternos en el Zócalo, las tomas de los aeropuertos de la CDMX y otras ciudades y el secuestro de vehículos forman parte de un repertorio que nadie ha logrado contener. No lo logró Peña Nieto, no lo logró López Obrador y, por ahora, tampoco la presidenta Claudia Sheinbaum. Su capacidad de movilización descansa menos en el respaldo social que en la certeza de que cualquier administración terminará negociando algo para evitar un conflicto prolongado.

Esta vez, sus demandas son las mismas de siempre. Quieren derogar la Ley del Issste de 2007, a la que acusan de arrebatarles derechos adquiridos; ampliar el presupuesto educativo del actual 5% hasta 12% del PIB; eliminar la Unidad del Sistema para la Carrera de las Maestras y Maestros (Usicamm); y obtener mejores salarios y condiciones laborales. También exigen criterios diferenciados para docentes de zonas indígenas y marginadas, que trabajan en entornos mucho más adversos que los del resto del país.

La realidad es que parte de esas demandas son imposibles. Derogar la Ley del Issste significaría abrir un boquete fiscal inmanejable. Elevar el gasto educativo al doble también es inviable porque no hay margen presupuestal para una expansión de ese tamaño. Ambas exigencias son más discurso que posibilidad real.

Donde sí existe espacio es en el Usicamm. Para la CNTE, este organismo les complica trámites, impone criterios que no reflejan su realidad y, sobre todo, les quitó el control político de plazas, ascensos y cambios de adscripción. Aquí la presidenta puede actuar: Ajustar puntajes, simplificar procesos, diferenciar requisitos para zonas rurales, corregir fallas de plataforma, incluso cambiar la dirección del organismo o rebautizarlo, son decisiones administrativas que no requieren reformas mayores y que podrían bajar la tensión sin ceder lo esencial.

También hay margen para mejoras laborales focalizadas. Incrementos moderados, bonos regionales y programas de apoyo que no afecten el equilibrio fiscal. No resuelven de fondo los problemas educativos del País, pero sí brindan una salida política inmediata.

La presidenta enfrenta el dilema de negociar lo indispensable sin caer en concesiones que comprometan el control del sistema educativo. La CNTE sabe que no obtendrá lo imposible, pero también sabe que la presión sostenida en las calles acaba dándole lo posible. Lo que ocurrió ayer es más de lo mismo: Protestan, tensan, negocian y obtienen algo. Lo único que cambia es el Gobierno de turno; la lógica de la CNTE nunca cambia.

Versión ampliada y materiales complementarios en ruizhealy.substack.com