Qué buena se puso la política en Estados Unidos
La realidad es que el trumpismo está pasando por un mal momento político.

Por fin apareció la oposición al impresentable de Donald Trump, demostrando que, en democracia, no hay victorias definitivas.
La semana pasada le fue de maravilla a los demócratas. Ganaron las gubernaturas de Virginia y Nueva Jersey, además de la alcaldía de Nueva York, la ciudad más poblada de la Unión Americana.
Todo gracias a que encontraron un tema que fue el que más resonó en el electorado: affordability, que en español se traduce como “asequibilidad”, pero en realidad se refiere a la capacidad de los consumidores de adquirir los bienes y servicios básicos: alimentos, vivienda, transporte, salud, etcétera.
La principal preocupación para la mayoría de los votantes en esos estados y en la gran metrópolis neoyorquina fue económica, en particular la imposibilidad de llegar a fin de mes con el dinero requerido para sufragar sus necesidades.
Los candidatos demócratas fueron muy disciplinados en prometer soluciones a este tema, tomando en cuenta los factores locales. En Virginia y Nueva Jersey con mensajes más centristas; en Nueva York, más radicales.
Mientras esto sucedía, el Presidente Trump estaba más concentrado en su agenda internacional (está obsesionado con ganar el Premio Nobel de la Paz) y en la construcción de un lujosísimo salón de bailes en la Casa Blanca. Trump se distrajo de la agenda nacional, lo cual fue aprovechado por los demócratas.
La victoria de la oposición cambia el escenario político en Estados Unidos. La siguiente aduana son las elecciones intermedias, el primer martes de noviembre del próximo año. Se elegirá un tercio del Senado y la totalidad de la Cámara de Representantes.
Hoy los republicanos tienen una escasa mayoría en ambas cámaras del Congreso. Ahora los demócratas tienen una alta probabilidad de arrebatarles esta mayoría en los próximos comicios en la Cámara Baja. En las apuestas, actualmente tienen un 70% de probabilidad de que esto ocurra.
Al respecto, escuché un dato —si no mal recuerdo, en CNN— que me pareció muy interesante. Decían que las últimas cinco veces que los demócratas habían ganado las dos gubernaturas de Virginia y Nueva Jersey, más la alcaldía de Nueva York un año antes de las elecciones intermedias, siempre habían logrado la mayoría en la Cámara de Representantes al año siguiente.
La realidad es que el trumpismo está pasando por un mal momento político. Para empezar, el Presidente tiene una baja tasa de aprobación. De acuerdo con el promedio de encuestas de Real Clear Politics, el 43% de los estadounidenses aprueba la manera en que está gobernando el país, mientras que el 54% lo desaprueba. El saldo neto es de menos once puntos, el peor que ha tenido un Presidente a estas alturas de su cuatrienio.
En segundo lugar, las primeras audiencias de la Suprema Corte en torno a la autoridad que tiene el Presidente para imponer aranceles por motivos de seguridad nacional no se ven nada bien para Trump. Al parecer, hay ministros conservadores que tienen dudas sobre si el jefe del Ejecutivo se está extralimitando al invadir una facultad que constitucionalmente le corresponde al Congreso: definir los impuestos, incluidas las tarifas a las importaciones.
Sería una enorme derrota para Trump si la Suprema Corte declara inconstitucionales los múltiples aranceles que ha impuesto el Presidente desde que llegó al poder por segunda ocasión.
Súmese ahora los buenos resultados de los demócratas en las pasadas elecciones, que ponen en duda la fuerza política del trumpismo a un año de los comicios intermedios.
Pero no todo es miel sobre hojuelas para los demócratas. La realidad es que es un partido muy dividido. Por un lado están los centristas, que siguen dominando las estructuras partidistas. Por el otro, se encuentran los más radicales de izquierda, que incluso se definen abiertamente como socialistas en un país donde esa palabra es casi sinónimo de comunista, como el nuevo alcalde de Nueva York, Zohran Mamdani.
Los demócratas podrían sortear la elección intermedia de 2026 respetando las realidades locales. En algunos lugares pondrán candidatos centristas, en otros más radicales, tal y como ocurrió este año.
El problema vendrá rumbo a la elección presidencial de 2028. Ahí sí habrá una lucha descarnada por definir al candidato demócrata que enfrentará a un partido republicano completamente alineado al trumpismo.
Bendita democracia que todavía existe en Estados Unidos. Al final del día, el voto ciudadano sí limita el poder de líderes demagogos como Trump, que siempre acaban perdiendo el piso.
Grupo Healy © Copyright Impresora y Editorial S.A. de C.V. Todos los derechos reservados