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Planes y más planes…

Michoacán es el retrato vivo del fracaso del Estado mexicano en materia de seguridad.

Leo Zuckermann

JUEGOS DE PODER


Michoacán es el retrato vivo del fracaso del Estado mexicano en materia de seguridad. Ahí comenzó la famosa guerra en contra del crimen organizado de Calderón hace 18 años. Hoy es, de nuevo, el epicentro de una delincuencia envanecida.

Planes gubernamentales han ido y venido, y el problema no se ha resuelto.

Ahora, cuando al Gobierno de Sheinbaum le explotó la bomba michoacana -con dos asesinatos de personajes muy conspicuos, Bernardo Bravo, líder de los limoneros, y Carlos Manzo, presidente municipal de Uruapan-, la Presidenta ha anunciado otro plan de pacificación para Michoacán.

¿Funcionará en esta ocasión?

Depende de muchos factores, pero destaca uno: No bajar la guardia cuando comiencen a haber resultados.

Me explico.

Cuando en 2006 el entonces gobernador de Michoacán, Lázaro Cárdenas Batel, le solicitó ayuda a Felipe Calderón para resolver la creciente violencia en ese Estado, el nuevo Presidente no dudó y envió tropas de las fuerzas armadas para controlar la situación.

La estrategia funcionó en el corto plazo. La ola de homicidios bajó.

Las autoridades erróneamente pensaron que el problema se había resuelto y bajaron la guardia. Las fuerzas federales abandonaron Michoacán para irse a apagar otro incendio de violencia en otro estado. La criminalidad volvió por sus fueros.

Michoacán explotó también en el sexenio de Peña. Oh sorpresa, el nuevo Presidente presentó un nuevo plan de pacificación para ese Estado. A la entidad llegaron elementos de las Fuerzas Armadas y de prácticamente todas las secretarías federales.

Volvió a funcionar. La ola de violencia menguó.

Michoacán dejó de ser noticia nacional. Aparecieron otras historias de inseguridad en otros estados. Hacia allá se movió la atención del Gobierno federal. A la par que las autoridades bajaban la guardia en Michoacán, aparecieron de nuevo los criminales. Con mayor fuerza, sobre todo en el terrible delito de la extorsión en mercados tan rentables como son la cosecha de limones, aguacates, fresas y zarzamoras.

En Uruapan surgió un auténtico líder político: Carlos Manzo. En lugar de negociar con el crimen organizado o coludirse con ellos, el presidente municipal de Uruapan se dedicó a enfrentarlos. No contaba, sin embargo, con los recursos para hacerlo con eficacia. Por todas las vías solicitó ayuda al Gobierno federal (no confiaba en el estatal), pero la Ciudad de México no le respondió.

Hasta que lo mataron y se armó un escándalo mayor.

Ahora el gobierno federal, más por control de daños mediático, ha tenido que salir con un nuevo plan de pacificación para Michoacán.

Ahí está el problema. Las autoridades federales siempre actúan de manera reactiva en estados como Michoacán que han sido atacados por el cáncer de la criminalidad en México. Reaccionan, le inyectan recursos humanos, financieros y materiales para resolver el problema, funciona en el corto plazo y luego abandonan la plaza.

La analogía con el cáncer funciona. Cuando un paciente tiene esta enfermedad, no puede nunca bajar la guardia. Aunque esté en remisión, debe hacerse chequeos constantes para asegurarse que el cáncer no regrese.

Incluso toma medidas preventivas muy duras. Mujeres que tienen antecedentes genéticos de cáncer de mama, o que ya lo tuvieron y ganaron la primera batalla, se hacen la mastectomía profiláctica a fin de reducir el riesgo de enfermarse.

Qué bueno que el Gobierno de Sheinbaum esté movilizando sus recursos para resolver la violencia en Michoacán. No se trata de inventar el hilo negro. Hay mucha experiencia que ha funcionado en el pasado. Lo que no debe hacerse en esta ocasión es, cuando amaine el problema y el Estado deje de ser noticia nacional, bajar la guardia porque, como ya lo hemos vivido, en Michoacán siempre regresa el cáncer de la criminalidad, y con más fuerza.

Una última nota. Una de las cosas que no contempla el plan de Sheinbaum es cómo se combatirá la complicidad de las autoridades políticas de Michoacán con el crimen organizado. Se entiende el silencio porque el gobernador y muchos presidentes municipales son de Morena, y si algo ha caracterizado a este partido es la impunidad que les otorga a sus miembros. No los tocan ni con el pétalo de una rosa.

Pero parte del cáncer michoacano tiene que ver precisamente con la protección política que tienen los delincuentes. Históricamente ha existido mucha colusión entre autoridades y criminales. La delincuencia organizada ha penetrado con éxito las estructuras políticas del Estado. Si la Presidenta no ataca las células políticas cancerígenas, el cáncer simple y sencillamente no cederá.

LEO ZUCKERMANN

X: @leozuckermann