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Pecado estructural

La Iglesia sostiene que los católicos, de manera personal y colectiva, tienen la responsabilidad de combatir las estructuras de pescado que existen en la sociedad...

Rubén Aguilar

LO QUE ÉL QUISO DECIR

La semana pasada participé en una reunión de reflexión sobre temas teológicos entre los que se tocaron el “pecado estructural”. Algunos teólogos católicos conservadores se han opuesto al concepto de “pecado estructural” y argumentan que sólo puede reconocerse como “pecado” aquellas acciones que proceden de la voluntad libre de una persona.

De otro lado, los teólogos progresistas sostienen que es evidente la existencia de un desorden, de un “pecado”, que afecta a la sociedad humana en su conjunto a través de estructuras económicas, políticas, sociales y culturales que terminan por imponerse en beneficios de unos y en perjuicio de otros.

Hay elementos de la concepción de “pecado estructural” en el Antiguo y Nuevo Testamento, pero el tema en la Iglesia adquiere carta de ciudadanía a partir de las reuniones de los obispos latinoamericanos de Medellín (1968) y Puebla (1979). Y de manera especial desde el aporte de la Teología de la Liberación.

En el Documento de Medellín se habla de “realidades que expresan una situación de pecado” y de “pecados cuya cristalización aparece evidente en las estructuras injustas”. En el Docu­mento de Puebla, las referencias son más abundan­tes y claras. Se habla de una “situación de pecado social”; “sistema marcado por el pecado”; “estructuras creadas por los hombres en las cuales el pecado de sus autores ha impreso su huella destructora”. Es muy clara esta afirmación: “Son muchas las causas de esta situación de injusticia, pero en la raíz de todas se encuentra el pecado, tanto en su aspecto personal como en las estructuras mismas”.

Posterior a los encuentros de Medellín, Puebla y después Aparecida (2007), el concepto de “pecado estructural” ha sido aceptado cada vez más como una realidad evidente entre la mayoría de los teólogos católicos. Se asume que el pecado es personal, pero se aplica también a los sistemas sociales, que promueven la injusticia y la desigualdad de manera estructural. Hay, pues, un “pecado estructural”.

La Iglesia sostiene que los católicos, de manera personal y colectiva, tienen la responsabilidad de combatir las estructuras de pescado que existen en la sociedad, y debe comprometerse con la construcción de un mundo con estructuras económicas, políticas, sociales y culturales más humanas, solidarias, justas e igualitarias.

A la reunión a la que asistí se nos entregó un texto, elaborado por un teólogo jesuita mexicano, con amplia experiencia internacional, que propone algunas de las características que hoy tiene el “pecado estructural” en el mundo: ataque a la democracia con el propósito de desaparecerla; instauración de la autocracia de carácter populista; polarización; mentiras, noticias falsas y la postverdad; imposición de los intereses de grupo con nuevas máscaras que esconden la corrupción convertida en sistema operativo.

Y también: Represión de la libertad de expresión; acuerdos con los grupos del crimen organizado; aumento de la violencia con más homicidios, feminicidios y desaparecidos; normalización de la violencia; agresión al medio ambiente e incremento de la pobreza. En independencia de si se acepta o no la existencia del “pecado estructural”, lo que se propone en el texto caracteriza muy bien, el proyecto de Gobierno que inicia el presidente López Obrador (2018-2024), y que ahora impulsa y consolida la presidenta Sheinbaum Pardo (2024-2030). ¿“Pecado estructural”?

Rubén Aguilar es doctor en Ciencias Sociales y profesor de la Universidad Iberoamericana. En Internet: www.miscuadernos.com.mx

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