Funestas consecuencias
El Gobierno morenista ha adquirido lo peor de los vicios de la política mexicana, el servilismo, la corrupción exacerbada así como un factor que es exclusivo de ellos, la complicidad con los criminales, todo potencializado por su vocación destructiva y su descomunal incompetencia.
La memoria en política recrea y advierte, pero también es efímera. En México vivimos momentos críticos, una espiral de violencia que se ha recrudecido con asesinatos políticos, una crisis sanitaria inédita, presupuestos que se manifiestan con proyectos disparatados exponiendo la intensificación del caos.
Los populistas buscan pretextos para evadir la responsabilidad perpetuando los problemas, Porfirio Muñoz Ledo fundador de Morena y ex diputado lo advertía: “Entienda (AMLO) que su contubernio o alianza con el narco no es heredable porque éstos, como lo han hecho siempre y en todas partes, en todas las plazas políticas, se entienden con el que va a llegar”. (El Economista, 03/06/2022), la respuesta oficial del régimen es no enfrentarlos, acusando al pasado, evadiendo toda la obligación. Las palabras de Muñoz Ledo más vigentes que nunca.
Se insiste en el parecido de este régimen con el pasado priista, las diferencias son evidentes, el sistema PNR-PRM-PRI provino de un movimiento social auténtico, bueno o malo pero real. Cada partido tuvo su tiempo y espacio político respondiendo a demandas distintas, no fueron los mismos ni el País por el que transitaron era equivalente, de 1929 a 1946 México dio un vuelco en todos los sentidos al igual que esta constelación de corrientes, personalidades e intereses.
Otra diferencia fue el momento geopolítico así como la vocación institucional de estas entidades, todas poseían características propias acudiendo a una misma plataforma, la Revolución. El PNR crea el nacionalismo revolucionario, el PRM incorpora el corporativismo y el PRI instaura la subordinación absoluta a la Presidencia de la República:
“El servilismo al Presidente de la República va en aumento, considerando siempre que sus ideas componen “un conjunto doctrinario de tal congruencia profundidad y precisión” que debe inspirar la acción del partido.
Una expresión, entre tantas otras, que ejemplifica el discurso priista, data de una asamblea del año 1953: “El Partido de la Revolución proclama con orgullo que el pueblo es su guía, la Constitución su lema y (el presidente) Ruiz Cortines su bandera”. (Alejandra Lajous: El PRI y sus antepasados. XVII Memoria y Olvido: Imágenes de México.1982).
El sistema creado se fue adecuando y a diferencia del régimen actual, siempre tuvo una intención modernizadora además de la inclinación por institucionalizar la vida pública, las entidades emanadas de este longevo episodio mexicano son parte del inventario político nacional.
El actual régimen abreva de algunas manifestaciones del priismo histórico como el nacionalismo revolucionario, esto por el origen de su patriarca, no es extraño que muchos miembros del priismo histórico se hayan fundido con la administración actual, la ausencia de principios y el oportunismo es la mezcla que nutre estos movimientos.
El Gobierno morenista ha adquirido lo peor de los vicios de la política mexicana, el servilismo, la corrupción exacerbada así como un factor que es exclusivo de ellos, la complicidad con los criminales, todo potencializado por su vocación destructiva y su descomunal incompetencia.
Se avecina una reforma a la Constitución para coincidir en una misma elección la judicial, la electoral y revocación de mandato, el patriarca recorrerá el País a lo largo de un año simulando la presentación de su libro, la Presidenta hará campaña y los aspirantes a jueces y magistrados lo mismo.
El contubernio del INE y el Tribunal Electoral otorgaron una espuria sobrerrepresentación que ha consolidado el régimen de Estado, la subordinación de todos los poderes de la República a quien detenta el poder, un avejentado patriarca, limitado e inmoral.
Lo más viejo de la historia política, un régimen decrépito intentando justificar una tiranía asociada al crimen organizado, nada nuevo y siempre de funestas consecuencias.
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