Plan Michoacán por la Paz y la Justicia
Medida es ésa de política que parece tendiente, más que a tomar medidas efectivas, a capear el temporal después del asesinato del alcalde de Uruapan.

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES
“Está bien -dijo enojada la mujer-. Sigue con esa vida que llevas, de borracheras, sexo promiscuo y francachelas diarias. Pero a nadie le digas que eres mi abuelita”. El joven Picio, feo con efe de foco fundido, le pidió de nueva cuenta a Susif lor que fuera su novia. Respondió con disgusto la bella muchacha: “¿Cuántas veces te he dicho que no?”. “Perdóname -se disculpó el tal Picio-. No supe que debía llevar la cuenta”. Jamás terminarán los devaneos de don Chinguetas, marido tarambana sin conciencia de lo que se debe a la condición matrimonial. Anoche su esposa, doña Macalota, regresó al hogar antes de tiempo y lo sorprendió en la alcoba conyugal en trance de carnalidad con una mujer que a juzgar por su destreza fornicaria ejercía la profesión del meretricio. A la vista de tal espectáculo, reprobable lo mismo por la ley divina que por la legislación humana, la señora prorrumpió en grandes voces de baldón contra su esposo. Lo llamó canalla, infame, traidor, vil y desgraciado. Concluida la andanada de denuestos don Chinguetas le dijo a su mujer: “Lástima que me hayas interrumpido, Maca. Había cerrado los ojos para hacerme la ilusión de que estaba contigo”. “Tiene fácil el sollozo”. Eso dijo Rubén Darío de un poeta joven y romántico -ambas características van juntas- proclive a la melancolía y a su consecuencia natural, el llanto. Nunca pertenecí a esa especie lacrimógena, antes bien se me dio la alegría de vivir. He disfrutado las masas, las mesas, las misas, las mozas y las musas. No obstante hago una sincera confesión: Tiendo mucho a conmoverme. Eso me acerca al sentimentalismo, si no es que a la sensiblería. Hay cosas que me mojan los ojos, como la escena final de la película “El puente de Waterloo”, con Vivien Leigh y Robert Taylor, oír la versión de Horowitz del Impromptu 3, de Schubert, o ver el cuadro “Niña con sombrero de paja”, de Mary Cassatt. Tengo un recuerdo que en mis anales lleva el calificativo de conmovedor. Una cierta señora a la que conocí era madre de dos pequeños hijos. Cuatro años debe haber tenido el mayorcito, tres el menor. El primero era muy lindo; tenía bello rostro, sonrisa angelical. El otro, extrañamente, era feúcho, sin ninguna gracia. Quienes los veían se volcaban en elogios sobre el niñito hermoso: “¡Qué lindo! ¡Qué guapo! ¡Qué bonito! ¡Parece un querubín!”. El otro, el feíto, oía aquello y pedía suplicante: “¡A mí! ¡A mí!”. Ansiaba que le dijeran lo mismo que a su hermano. Eso me conmovía, pero lo disimulaba, pues estaba todavía en la edad de las simulaciones. Me entero ahora de que la presidenta Sheinbaum, a la que se le está viniendo el mundo encima, anuncia la creación de un “Plan Michoacán por la Paz y la Justicia”. Medida es ésa de política que parece tendiente, más que a tomar medidas efectivas, a capear el temporal después del asesinato del alcalde de Uruapan. Sobre Michoacán se volcarán cuantiosos recursos económicos y humanos. Y dirán Sinaloa, Guanajuato, Guerrero, Jalisco, Zacatecas, San Luis Potosí, Tamaulipas, Veracruz, Oaxaca, Nuevo León, Colima, Nayarit y todos los demás estados donde hay presencia de bandas criminales: “¡A mí! ¡A mí!”. La señora se quitó las pestañas postizas y las dejó juntas sobre su tocador. ¨Poco después llegó una araña macho y dijo: “¿Por qué tan sola, mamacita?”. Dos amigas, casadas ambas, estaban en la playa mientras sus respectivos maridos tomaban una copa en el bar del hotel. Las señoras veían pasar a los jóvenes y atléticos bañistas, y los calificaban: “10. 9. 10. 10. 10.”. Después de un rato de hacer eso una de ellas le dijo a la otra: “Vámonos ya. Nos están esperando nuestros doses”. FIN.
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