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Piñatísima

Con las reformas de López Obrador y ahora de Claudia Sheinbaum, el Gobierno le entregó a Estados Unidos la macana con la cual golpearnos.

Denise Dresser

IDEAS Y PALABRAS

Colgaron a México como piñata y luego se preguntan por qué Trump nos da palo tras palo. Con las reformas de López Obrador y ahora de Claudia Sheinbaum, el Gobierno le entregó a Estados Unidos la macana con la cual golpearnos. Ahora vemos cómo caen los dulces de la soberanía perdida. Reforma energética, eliminación de reguladores autónomos, reforma judicial, nueva ley fiscal: Todas las decisiones que el obradorismo vendió como gestos de independencia han terminado convertidas en el garrote con el cual Washington y los inversionistas norteamericanos le pegan al País. Lo advirtió hace poco el economista Gerardo Esquivel: “Ya no espanten a la inversión”.

Ahí está el ejemplo más reciente. La US Chamber of Commerce lo dijo sin diplomacia: El SAT actúa como un ente “opaco, impredecible y discriminatorio”, violando los principios de transparencia y no arbitrariedad del T-MEC. Las auditorías retroactivas, las deducciones negadas y el hostigamiento fiscal se han convertido en herramientas de intimidación. Donde debía haber certidumbre, reina el capricho. Donde debía haber reglas claras, gobierna la discrecionalidad. Y la advertencia de Washington ya está sobre la mesa: Si México continúa violando los compromisos del tratado, los castigos seguirán acumulándose.

Así de claro. Los principales CEOs estadounidenses -de Apple, General Motors, JP Morgan Chase y Walmartenviaron una carta a la Casa Blanca alertando sobre el deterioro institucional en México. Señalan que la reforma judicial erosiona la independencia de los tribunales, convirtiendo el arbitraje de inversiones en terreno minado. Critican la protección excesiva a Pemex y CFE, la desaparición de la Cofece y los cambios abruptos en política fiscal. Exigen que a futuro, las disputas sean resueltas por paneles de controversia en los cuales el Gobierno de México no pueda determinar el resultado. En suma: México ha dejado de ser un socio confiable y se está volviendo un riesgo.

Ni hablar de la aviación. El Departamento de Transporte de EE.UU, empujado por Trump -el bully de siempre-, canceló 13 rutas de aerolíneas mexicanas por violar el Acuerdo Bilateral de

Transporte Aéreo. Para presumir el AIFA, López Obrador le quitó “slots” a las estadounidenses en el AICM y las obligó a usar su aeropuerto insignia, mezcla fallida de carga y pasajeros. Washington lo llamó competencia desleal. Y ante el golpe, Sheinbaum respondió con tecnocrática frialdad: “Sería irresponsable revertir el decreto”. Lo irresponsable, en realidad, es confundir obediencia con gobernabilidad y obstinación con firmeza.

Todo esto fue advertido. Desde el Baker Institute, el Wilson Center, el Center for Strategic and International Studies, México Evalúa y Fundar, los analistas alertaron que múltiples reformas arbitrarias del obradorismo -disfrazadas de defensa de la “soberanía”contravenían capítulos enteros del T-MEC. Que las reformas judicial y fiscal serían el verdadero muro económico. Pero el obradorismo confundió advertencia con amenaza y crítica con traición a la patria.

El T-MEC no es una imposición imperialista; es una red de compromisos que México aceptó libremente, de la cual depende más del 80% de nuestro comercio exterior y el poco crecimiento económico que aún se da en condiciones adversas. Romper las normas que lo forjaron no fortalece la soberanía: La diluye. Un país soberano no es el que se transforma en piñata, sino el que sabe respetar las reglas de la fiesta. Un país soberano no le regala pretextos a Trump, que, entre guiños y golpes, le exige a Sheinbaum más cooperación militar y más concesiones comerciales.

En 2026, cuando se reabra la negociación del T-MEC, México llegará debilitado: Sin árbitros autónomos, sin tribunales confiables, sin credibilidad. Estados Unidos y Canadá exigirán mecanismos externos de resolución, desplazando las instituciones mexicanas -incluyendo juzgados y reguladoresporque ya no confían en ellas. Esa será la triste paradoja del obradorismo: En nombre de la soberanía, nos volvieron una piñatísima. Washington impondrá sus términos a trompadas.

Mientras el SAT espanta inversiones, la justicia se somete al oficialismo y los tratados se incumplen, el país que presume soberanía se cuelga solo del mecate. Y cuando Trump reparta palos en la siguiente negociación comercial, él y los suyos no sólo vaciarán la piñata. Tratarán de llevarse todos los dulces.

ATICO

El gobierno le entregó a EE.UU la macana para golpearnos. Trump y los suyos no sólo vaciarán la piñata, tratarán de tener todos los dulces.

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