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No hay muertos, sólo estadísticas

Si no se castiga a los capitostes de Morena visiblemente enriquecidos al amparo del poder, menos se puede pedir que sean castigados los maleantes que se han apoderado de vastas zonas del País...

. Catón

DE POLÍTICA Y COSAS PEORES

No debería yo publicar los hechos y dichos de Capronio, sujeto ruin y desconsiderado. Si los saco a la luz es para ejemplo de malos. El otro día su mujer leía un libro, y le comentó: “Dice aquí que en tiempos muy pasados se acostumbraba en algunas regiones de la India enterrar viva a la esposa de un difunto junto con él, para que lo acompañara en la tumba”. “¡Qué barbaridad! -exclamó escandalizado el tal Capronio-. ¡Pobre hombre!”. (NB. Quien lea “La vuelta al mundo en 80 días”, de Julio Verne, encontrará un pasaje relacionado con ese antiguo uso). La esposa de don Languidio era pintora. El provecto señor le pidió: “Haz mi retrato”. “Lo siento -se disculpó la mujer-. No pinto naturalezas muertas”. Un amigo de Babalucas le contó: “Mi hija salió de la preparatoria abierta”. “¿De veras? -se interesó el pavitonto-. ¿Qué tan abierta?”. Tengo recuerdos muy gratos de Uruapan. De hecho tengo recuerdos muy gratos de todos los lugares a donde he ido. De aquéllos a donde no he ido no tengo recuerdos, pero estoy seguro de que si los tuviera también serían gratos. Mi memoria es benévola: Me guarda las evocaciones amables y aparta de mí las amarguras. Por eso no cargo rencores ni envidias. Cuando por mi oficio de escribidor debo opinar mal de alguien se me ensombrece el ánimo. Pero estoy disvariando, como en el Potrero dicen del que anda por los cerros de Úbeda. A lo que voy es a decir que en Uruapan he vivido días felices. Si alguna vez visitas mi casa campesina verás en el vasar del comedor unos patitos labrados en madera tan leve y suave que parece sacada de un árbol de nubes. Son obra de maravillosos artesanos que sólo en Uruapan he visto. Los hallé en un jardín selvático donde caía un salto de agua que a poco andar se convertía en río. Pero eso fue hace mucho tiempo. Ahora el asesinato cometido en la persona del alcalde de esa ciudad debería haber sacudido al País, por la importancia de la población, pero tan acostumbrados estamos ya a la violencia criminal que el suceso fue visto como una más de las muertes acontecidas cada día en este campo de sangre que es nuestro País por causa de la corrupción, la ineptitud y la rampante impunidad. Ya no hay muertos; tan solo hay estadísticas. Si no se castiga a los capitostes de Morena visiblemente enriquecidos al amparo del poder, menos se puede pedir que sean castigados los maleantes que se han apoderado de vastas zonas del País y señorean en ellas como un estado dentro de otro estado. Hagamos eco a una bella canción michoacana: Por los caminos del Sur ya es un peligro andar. El joven cliente le dijo a la encargada del departamento de perfumería: “Quiero algo para regalarle a mi novia”. La mujer le mostró una fragancia. “Está muy de moda -le dijo-. Se llama ‘Quizá’”. Preguntó el muchacho: “¿No tiene una que se llame ‘A huevo’?”. En Barcelona es objeto de culto por parte de los fieles católicos un santo que ahí padeció martirio. Su atributo iconográfico es un hacha, pues en esa ciudad fue decapitado el año 325. ¿Cómo se llama ese santo, cuya fiesta se celebra el 27 de julio? No se rían mis cuatro lectores: Se llama San Cucufate. Más que grande, enorme fue la sorpresa de cierto médico cuando en su consultorio se presentó un sujeto que traía un hacha clavada en la cabeza. “Ayúdeme, doctor -le pidió el lacerado-. Esto me duele mucho”. “Es natural -acertó a decir el facultativo, que no daba crédito a lo que sus ojos veían-. Esa hacha clavada en su cabeza debe causarle un dolor indecible”. “Así es, doctor -confirmó el individuo-. Cada vez que estornudo me doy con el mango en los éstos”. FIN.

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