El precio de gustar: Cuando dejamos de ser nosotros para ser mirados
Cuántas veces creemos que si logramos que nos miren, nos van a querer.

Historias demasiado humanas
“Puedo ser lista cuando hace falta, pero a la mayoría de los hombres no les gusta”.
La frase, dicha por Marilyn Monroe en “Los caballeros las prefieren rubias”, podría haberla pronunciado también Norma Jeane Baker, la mujer real detrás del mito. Esa chica tímida, de infancia rota, que conoció el abandono antes que el amor y que entendió muy pronto que ser mirada podía ser una forma de sobrevivir.
Marilyn fue una invención, Norma Jeane fue la herida. Una invención de Hollywood: Un nombre nuevo, un color de pelo, una voz impostada. Una mujer reinventada para agradar. Pero debajo del brillo se escondía Norma Jeane, una niña que había dormido en instituciones para niños abandonados, que había visto cómo su madre perdía la razón, que nunca conoció la estabilidad ni un abrazo confiable. ¿Cómo no iba a confundir amor con admiración? ¿Cómo no iba a creer que ser mirada era una forma de ser amada?
Cuántas veces creemos que si logramos que nos miren, nos van a querer. Que si somos lo bastante lindos, inteligentes o exitosos, vamos a merecer amor. Pero ese amor, cuando llega, no llena el hueco. Porque el dolor que buscamos tapar con la aprobación de otros no desaparece: se disfraza, se posterga, se profundiza.
La adoración del mundo no calmó el vacío de la mujer/niña detrás de la máscara. Tal vez lo amplificó. Más la miraban, más sola se sentía. Cuanto más la deseaban, más lejos estaba de sí misma. Es lo que suele pasar cuando buscamos afuera la validación que no pudimos construir adentro: Los aplausos no alcanzan, las luces encandilan.
La diva más deseada del mundo se enamoró de hombres poderosos, como si cada uno pudiera rescatarla del abandono original. Pero nadie pudo. Ni el escritor, ni el deportista, ni el Presidente. El amor se vuelve espejismo.
¿Podría alguien amar a Norma Jeane si ella misma se había perdido intentando ser otra? A veces, en la búsqueda de aprobación, terminamos desapareciendo. La vida de Marilyn no es sólo la de una actriz: Es la de cualquiera que alguna vez se perdió intentando gustar.
Ella murió sola, y el mundo lloró a Marilyn, no a Norma. Tal vez porque de Norma ya quedaba muy poco. De hecho, poco antes ella dijo otra frase desgarradora: “Todos ven a Marilyn, pero nadie me ve a mí”.
¿La historia habría sido otra si Norma Jeane hubiera podido sostener la mirada frente al espejo y reconocer a la mujer que era, sin maquillaje, sin nombre artístico, sin guión? Y eso ¿era posible con el trauma que cargaba?
Lo cierto es que su historia duele y nos interpela porque es la de todos los que alguna vez entregamos autenticidad a cambio de aprobación. De alguna manera nos espeja a todos nosotros cuando dejamos que el miedo al desamor nos vuelva personajes de una película ajena.
¿En qué momento empezamos a confundir amor con atención? ¿Desde cuándo creemos que el brillo es sinónimo de felicidad?
Y ahí, entre las luces apagadas, queda la pregunta que también nos pertenece: ¿Quién seríamos si dejáramos de actuar para gustar? ¿Si nos animáramos a ser sin máscaras? ¿A habitar ese lugar íntimo donde nadie nos aplaude pero por fin podemos respirar sin corset?
Quizá la libertad empiece en el instante en que descubramos que no necesitamos que nos miren para sentir que existimos.
Juan Tonelli
Autor de “Un elefante en la habitación”, historias sobre lo que sentimos y no nos animamos a hablar. Conferencista.
www.youtube.com/juantonelli
Sigue nuestro canal de WhatsApp
Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí
Grupo Healy © Copyright Impresora y Editorial S.A. de C.V. Todos los derechos reservados