Aplausos y después reclamos
Recientemente Claudia Sheinbaum se regodeó en el Zócalo con el pueblo de mentiras. Días después, en Veracruz, hubo de enfrentar los reclamos del pueblo de verdad.

De política y cosas peores
“Me entrego al primer hombre que se atraviesa en mi camino, y después me acosan los remordimientos”. Eso le dijo una bella mujer al doctor Duerf, siquiatra. El analista se puso una mano en el mentón e hizo: “Mmm”. Tal gesto le permitía elevar el monto de sus honorarios. “Entiendo -le dijo luego a la paciente-. Y quiere que le quite esa erotomanía, también llamada calentura o cachon…”. “No, eso déjemelo -replicó la dama-. Lo que quiero que me quite son los remordimientos”. Don Chinguetas, marido tarambana, llegó a su casa en horas de la madrugada. Olía a soyate, chínguere o marrascapache, o sea a licor barato, y traía el cuello de la camisa lleno de marcas de bilé. Poseída de justa indignación su señora le espetó: “¡Desvergonzado! ¡Cínico! ¡Bribón! ¿Cómo puedes mirarme a la cara?”. Contestó don Chinguetas, impertérrito: “A todo se acostumbra uno”. Recientemente Claudia Sheinbaum se regodeó en el Zócalo con el pueblo de mentiras. Días después, en Veracruz, hubo de enfrentar los reclamos del pueblo de verdad. Qué falsos son los vítores de los acarreados, y cuán ciertos los gritos de protesta de quienes sufren los embates de la naturaleza y no encuentran oportuna protección y ayuda en sus gobernantes. La ineficiencia es una de las marcas registradas de la 4T, tanto en su primer piso como en el segundo. AMLO hizo de sus comparecencias mañaneras una burbuja de utopías, un mundo irreal en el cual habitó durante su sexenio. Mientras él decía que todo estaba rete bien, todo en el País estaba rete mal: La economía, la salud, la educación, la vida democrática. El abatimiento de la pobreza fue espejismo conseguido a base de dádivas y engañosa propaganda, de decretos que no pueden sostenerse. Ahora las inundaciones causadas por las lluvias y el desbordamiento de los ríos pone a los dueños del poder en la precisión de atender prontamente a los damnificados, y la ineptitud y la falta de recursos hacen que no puedan cumplir tan elemental y necesaria obligación. Eso motiva protestas como las muy justas y encendidas que Sheinbaum debió escuchar en los lugares donde el agua ha causado muerte y destrucción. Las críticas hechas a un régimen ensombrecido por la corrupción y la ineptitud podrán parecer repetitivas, pero a la vista de tantos males no hay que quitar el dedo del renglón. Señalarlos no es solamente obligación profesional, es también tarea de patria, si me es permitido un rasgo de grandilocuencia. Los capitostes de la 4T suponen que las palabras pueden sustituir a los hechos, y que la propaganda oficialista es capaz de ocultar la realidad. Se equivocan, desde luego. Los hechos son muy tercos, y la realidad es demasiado real. Los gritos de protesta que la Presidenta enfrentó en las zonas dañadas por las inundaciones anulan todos los forzados aplausos con que en el Zócalo se complació. Margarito Ledesma, poeta que no existió jamás, escribió en uno de sus imaginados versos: “El corazón humano de la gente / es como una vejiga que se llena: / si se le echa más aire del prudente / se va infle, e infle e infle hasta que truena”. En este caso “vejiga” es globo. El que ha ido inflando, e inflando, e inflando con mentiras la nociva 4T el día menos pensado tronará. “¿Por qué te fuiste? ¿Por qué, por qué fuiste?”. Así gemía en el cementerio un hombre abrazado a la losa de una tumba. Una señora que por ahí pasaba se detuvo, conmovida por el llanto del doliente, y le preguntó con voz emocionada: “Perdone la indiscreción, señor. ¿Es la tumba de su esposa?”. “No -respondió entre sus lágrimas el tipo-. Es la tumba de su primer marido”. FIN.