La trampa de Frida Khalo (y de todos nosotros)
Hay un instante en la vida en que todo se reduce a un golpe seco, como un cross de derecha que te sacude la certeza: “¿Vas a ser lo que eres o vas a quedarte mirando desde la ventana?”.

Historias demasiado humanas
Hay un instante en la vida en que todo se reduce a un golpe seco, como un cross de derecha que te sacude la certeza: “¿Vas a ser lo que eres o vas a quedarte mirando desde la ventana?”.
Frida Kahlo lo enfrentó siendo apenas una joven llena de dudas, de dolor, de vértigo frente a su propia vocación.
Eligió algunos de sus mejores cuadros y fue a preguntarle a Diego Rivera si tenía condiciones suficientes para pintar. Su familia era humilde, sus recursos limitados, y ella temía desperdiciar el tiempo y el talento si no estaba hecha para eso.
“Si no las tengo, prefiero dejar la pintura y buscar un trabajo digno”, dijo, cargando en la voz el peso de todos los miedos posibles.
Rivera bajó de su escalera, y sin mirar los cuadros, le dijo: “Tu pregunta es una trampa. Si eres pintora, vas a pintar. Si no pintas, es porque no eras pintora”. Y volvió a subir, dejando que el silencio y los murales pintados resolvieran la pregunta por ella.
La lección era clara y brutal: No podemos evitar ser quienes somos. Podemos dudar, titubear, procrastinar, pero hay un impulso que nos empuja, implacable, hacia nuestra propia esencia.
No es sólo la historia de Frida. Pienso en Albert Einstein, que siendo un adolescente fue considerado un estudiante lento, incapaz de comprender el mundo, y que luego reinventó la Física porque simplemente no podía dejar de cuestionarlo todo. O en Nina Simone, cuya voz y piano brotaron sin que nadie pudiera detenerlas, aunque la industria intentara moldearla; era imposible que fuera otra cosa que ella misma.
La vida, a veces, se convierte en un escenario donde lo inevitable se impone, donde la esencia se abre paso, aunque todo lo externo intente frenarla.
Lo extraordinario de Frida no está únicamente en el reconocimiento que obtuvo ni en el precio de sus obras. Está en que pintó aun cuando la duda parecía más fuerte que la certeza, aun cuando la sociedad, la familia o las circunstancias le ofrecían alternativas “razonables”. Pintó porque no podía no pintar. Porque la creación, en su caso, no era un acto de elección: Era una necesidad. Y en esa necesidad encontramos el espejo de nuestra propia urgencia de ser, de nuestra resistencia silenciosa a negar lo que somos en lo más profundo.
Cada uno de nosotros lleva esa trampa de Rivera escondida en su vida: Preguntas que no tienen respuesta externa, temores que sólo nosotros sentimos, decisiones que sólo se resuelven actuando.
¿Estamos viviendo conforme a lo que nos define o estamos esperando la aprobación ajena? ¿Estamos permitiéndonos ser quienes somos, aun con el riesgo que eso conlleva? La certeza no viene del aplauso ni de la seguridad material: Viene de la fidelidad a la propia esencia.
Frida nos enseña que las dudas no son un obstáculo final, sino una invitación a confrontar nuestra autenticidad. No podemos evitar ser quienes somos, y esa inevitabilidad es, a la vez, un desafío y una liberación. Liberación porque nos permite dejar de lado comparaciones, miedos y excusas; desafío porque exige coraje para responder con acción, para transformar la esencia en hecho, en obra, en vida.
Si lo eres, lo haces. Y si no, lo sabes. Pero negarlo, aunque parezca más seguro, siempre deja un vacío. Frida pintó, Nina cantó, Einstein cuestionó. Y todos, en algún momento, nos enfrentamos a ese momento de verdad: ¿Nos animamos a ser nosotros, sin concesiones, sin esperar permiso?
No podemos evitar ser quienes somos. ¿Lo vamos a aceptar, o vamos a seguir dando vueltas?
Juan Tonelli
Autor de “Un elefante en la habitación”, historias sobre lo que sentimos y no nos animamos a hablar. Conferencista.
www.youtube.com/juantonelli