La importancia del Tratado de Libre Comercio
El Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá afronta los riesgos derivados de una voluntad inconsulta y caprichosa como es la de Trump.

De política y cosas peores
“Lo hice por debilidad” -se justificó doña Taisia cuando su marido la sorprendió in fajanti-. El señor preguntó exasperado: “¿Y acaso eso es vitamínico?”. Comentó un maduro caballero: “La vida del hombre casado es muy frustrante. Al principio quiere ser fiel y no puede. Al final quiere ser infiel y tampoco puede”. Los recién matrimoniados llegaron al hotel donde pasarían su noche de bodas. La novia se consternó al ver un anuncio: “Desayunos: De 7 a 12. Comidas: de 12 a 18 horas. Cenas: de 18 a 24 horas. Snacks: de 24 horas a 7 am”. Con lloroso acento le dijo a su flamante maridito: “No nos dejan tiempo para lo demás”. En su juventud el viajero miró en la Catedral de Palencia, España, un cuadro de San Sebastián pintado tempranamente por el Greco. La pintura no muestra al santo con alargado cuerpo, igual que flama de una vela, como las figuras que luego trazaría el místico pintor. Se le ve con aspecto de hombre joven, musculoso, “ofreciendo su noble torso a las saetas del verdugo”, escribió un hagiógrafo. En imágenes y estampas se representa a San Sebastián casi desnudo, sus partes nobles -así se dice de esas partes- cubiertas apenas por un pequeño lienzo. “¿Cómo que es santo San Sebas, cuando ni calzones tiene?”. Ése antiguo dicho mexicano servía para expresar asombro ante la buena fortuna de alguien sin merecimientos. Todo lo anterior me sirve de proemio para decir que Carlos Salinas de Gortari no ha sido nunca santo de mi devoción. Pienso que si un artista lo pintara habría en el retrato más oscuridad que luz. Tuve con ese ex Presidente un curioso desencuentro. Supe que usaba para firmar sus mensajes digitales el nombre de uno de mis personajes: Babalucas. A través de mi columna le pedí que dejara de hacer eso. Le dije: “Babalucas es un pobre inocente, y usted no es ni una cosa ni la otra”. Aun así señalaré que si alguien puede afirmar haber hecho desde la Presidencia una transformación profunda del País, ése es precisamente Salinas de Gortari. El acuerdo de libre comercio que firmó con Estados Unidos impulsó grandemente el desarrollo económico de México y mejoró en muchas maneras la vida cotidiana de los mexicanos. Su reforma al artículo 27 constitucional sacó a los campesinos de su condición de peones y los convirtió en propietarios de sus tierras. La reanudación de relaciones con el Vaticano puso fin a una era de anacrónico jacobinismo. Por todo eso Salinas merece reconocimiento. Su transformación fue real y benéfica, no falsa y nociva como la de López Obrador. Ahora el Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá afronta los riesgos derivados de una voluntad inconsulta y caprichosa como es la de Trump. Lejos de propiciar acuerdos el prepotente magnate provoca desacuerdos. Si por engreimiento o ignorancia vulnera ese tratado dañará por igual a los tres países. Esperemos que la prudencia y habilidad política que la presidenta Sheinbaum ha mostrado en su trato con el intratable yanqui eviten que ese acuerdo se rompa o sea objeto de cambios perniciosos. Capronio, ya lo sabemos, es un hombre sin conciencia. En el Bar Ahúnda se tomó unas copas con un cierto amigo suyo que bajo el influjo de los espíritus del vino le hizo una pregunta inadecuada: “¿Qué te gusta que haga tu esposa en el momento del sexo?”. Respondió el tal Capronio: “Las compras”. Un incendio arrasó hasta los cimientos la casa de mala nota conocida como “La mansión de Venus”. Acabada la conflagración el jefe de los bomberos le preguntó a un sujeto que estuvo en la tal casa: “¿Cómo empezó el incendio?”. “No sé -respondió el tipo-. Ya había estallado cuando entré”. FIN.
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