Algo grande está pasando en Puerto Rico
Hoy Puerto Rico puede no ser independiente a nivel político, pero sí lo es emocional y artísticamente.

JORGE RAMOS
San Juan, Puerto Rico.- Nunca había visto gallinas vivas en el escenario de un concierto. Ni miles de personas perreando al mismo tiempo; solas, en pareja o en grupo. Ni una casita típica puertorriqueña pintada de rosa y morado en medio de un coliseo. Ni un “billboard” (espectacular) trepado en una colina verdísima dentro de un edificio. Ni a un artista como Bad Bunny cantándole a su gente, y promoviendo la cultura y la identidad de Puerto Rico.
Fui al último concierto de Benito Antonio Martínez Ocasio al “Choli” de San Juan, donde cumplió una residencia de 31 días. Y fue una celebración de la puertorriqueñidad, “un baile inolvidable” y, para mí, una lección de los nuevos rumbos que está tomando la isla. Pronto, en el Super Bowl, Estados Unidos y el mundo podrá ver lo que los puertorriqueños ya saben: que Bad Bunny es una superestrella que arrastra pasiones y talento.
El concierto comenzó con los tambores típicos de Puerto Rico, y poco a poco se fue extendiendo con el barril de bomba, el raspado del güiro y las cuerdas del cuatro. Hubo reguetón y sudor, pude practicar mis pasos de salsa (me sé solo tres) y el espectacular cierre incluyó a Marc Anthony con un vozarrón cantando la canción “Preciosa,” y el público coreando “preciosa te llevo dentro, muy dentro de mi corazón … y a mi isla del encanto, yo te quiero, Puerto Rico”.
“DTMF” es un espectáculo anclado en el álbum y la canción “Debí tirar más fotos”. Es, a la vez, una recuperación de las raíces -con un merecido homenaje a la salsa y a los bailes autóctonos- y, sin duda, un salto a la nostalgia, a la simple vida del campo y a la “casita”, esa que nos ata a la tierra y a la familia. “Ey, tengo el pecho pela’o … el corazón dándome patá”, llora la canción. “Debí tirar más fotos de cuando te tuve. Debí darte más besos y abrazos las veces que pude”. Es, más que una letra romántica, un canto nacionalista.
Cada vez que alguien a mi alrededor se refería a Puerto Rico, decía la palabra “país”. Puerto Rico no es Estados Unidos. Y aunque legalmente sea un territorio, un estado libre asociado o una colonia, hay un creciente movimiento que busca mucha más autonomía y hasta la independencia. En las pasadas elecciones para gobernador, el candidato independentista, Juan Dalmau, al frente de Alianza de País, obtuvo casi una tercera parte del voto. Esto es inusitado.
Hoy Puerto Rico puede no ser independiente a nivel político, pero sí lo es emocional y artísticamente. El paso del huracán María hace ocho años y la terrible respuesta del gobierno estadounidense -con la imagen del presidente Donald Trump tirando papel toalla a los damnificados- radicalizó a muchos y los empujó a pensar en un futuro sin Estados Unidos. Tengo varios jóvenes amigos que han regresado a la isla y que trabajan incansablemente para que ahí se viva mejor y sin lazos colonialistas.
Por eso digo que algo grande está pasando en Puerto Rico.
Siempre me ha parecido que los artistas puertorriqueños reflejan y defienden mucho mejor que los políticos a la mayoría de los tres millones que viven en la isla y a los casi seis millones que están en Estados Unidos. No es fácil ser puertorriqueño: Un 22% de los nacidos en la isla vive en la pobreza y no han recibido la ayuda necesaria de la clase política. Hay una larga lista de políticos puertorriqueños acusados de corrupción. Y el simple hecho de recibir electricidad ha sido durante décadas un caro e ineficiente suplicio. “Maldita sea”, dice Bad Bunny en una canción, “El Apagón”.
Pero en la misma letra donde se queja de la complicada y fracasada red de electricidad, el coro de la canción repite la frase: “Puerto Rico está cab…”. Y lo está, en el mejor sentido de la palabra (que yo siempre la suponía muy mexicana pero que, en realidad - junto con el verbo “chin…”- compartimos con los puertorriqueños). Quizás caigo en el facilismo al decir que percibí una renovación cultural en la isla. Tal vez siempre existió y no nos dimos cuenta. Hasta que cantantes como Bad Bunny la hicieron evidente.
Benito podría estarle dando la vuelta al mundo y acumulando casas, contratos, aviones y fortuna. Pero decidió quedarse a cantar en la isla incrementando en 400 millones de dólares su crecimiento económico, según el cálculo el banco Wells Fargo. “No me quiero ir de aquí”, se leía en una pantalla gigante durante su concierto. Y no se fue.
Nunca había visto a tanta gente bailar así, moviendo hasta sus entrañas el “Choliseo” de San Juan al que le caben casi 20 mil espectadores. Me faltó oír “Nueva Yol” y “Ojitos Lindos” (que Benito canta con Bomba Estéreo) pero la gente se prendió con “La Santa”, cuando cantó que ella era “callaíta” pero “no sé quién la daño”, y cuando en “Safaera” gritó: “Mami, ¿qué tu quiere’? Aquí llegó tu tiburón”.
Entiendo que Bad Bunny no es para todos y, en algunas pláticas, muchos puertorriqueños quisieran más de él. No se le escucha, me dicen, ninguna declaración contundente sobre Palestina- como lo ha hecho Residente -ni se lanza contra las grandes marcas corporativas. Pero, en su defensa, basta decir que no hay ningún puertorriqueño más famoso y exitoso en el mundo; que todo lo ha hecho con autenticidad, en su propio idioma y a su manera; que valientemente se negó a llevar su concierto a Estados Unidos para evitar que ahí se realizaran redadas del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (o ICE en inglés); que cantará en español en el Super Bowl y a su manera; y que está consolidando un poderoso movimiento en torno a la identidad puertorriqueña. Y eso no es poca cosa.
Salí del concierto con el celular repleto de fotos y cargado de energía. Lo que vi esa noche fue único. “¡Acho PR es otra cosa!” Fue como estar en medio de una tormenta. Algo se está rompiendo en la isla, y algo nuevo está naciendo. Y me dormí tarareando, “no, no te puedo olvidar; no, no te puedo borrar …”.
Jorge Ramos, periodista ganador del Emmy, director de noticias de Univision Network. Ramos, nacido en México, es autor de nueve libros, el más reciente es “A Country for All: An Immigrant Manifesto”.
Jorge.Ramos@nytimes.com
Sigue nuestro canal de WhatsApp
Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí