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Dejá vu

Llovieron más elogios. Para la Presidenta, AMLO “fue, es y será siempre un ejemplo de honradez, de austeridad y de profundo amor al pueblo de México.

Leo Zuckermann

Juegos de poder

En una de las escenas del estupendo documental “PRI: Crónica del fin” de Denise Maerker, Diego Fernández de Cevallos le dice a la periodista que el PRI es inmortal. Denise se sorprende y le pregunta por qué. El panista, con la viveza que lo caracteriza, le responde que lo único que hicieron los priistas fue cambiarse de chaquetita a una moradora. En otras palabras, que Morena es la reencarnación de aquel partido hegemónico que gobernó México por más de 70 años.

Cuando vi el evento de la celebración del primer año de Gobierno de la Presidenta el domingo pasado en el Zócalo capitalino, no pude más que acordarme de la aseveración sobre la inmortalidad del PRI de Fernández de Cevallos. Ahí estaba, en vivo y a todo color, la práctica priista del acarreo para apoyar -con banderas, matracas y porras- a la señora-Presidenta-de-la-República. Grupos corporativos, fundamentalmente sindicatos, sobre todo de trabajadores del Estado, compitiendo para mostrar músculo.

Según cifras del Gobierno, nada menos que 400 mil personas acompañaron a la doctora en su festín. Invitados los miembros del gabinete, gobernadores, legisladores y dirigentes partidistas de todos los estados. “Las fuerzas vivas de la Revolución”, decían los priistas. Cámbiese “Revolución” por “Transformación” y todo queda igual. La nueva clase política que apoya a su jefa.

Pero, ¿es ella la jefa?

En este dejá vu queda esa duda.

Duda que la propia Claudia fomentó al darle un lugar privilegiado al ex presidente López Obrador en su discurso de una hora. Porque antes, en las épocas priistas, el que mandaba, la estrella del espectáculo, era el mandatario en turno, líder indiscutible.

No así con Sheinbaum. En cuanto comenzó, llenó de halagos a su predecesor. Lo caracterizó como “un hombre honesto y profundamente comprometido con su pueblo”. Sin decir quién, afirmó que “se han empeñado en separarnos, en que rompamos. Su objetivo no es otro más que el de acabar con el movimiento de Transformación, que nos dividamos. Pero eso no va a ocurrir porque compartimos valores: Honestidad, justicia y amor al pueblo de México”.

Llovieron más elogios. Para la Presidenta, AMLO “fue, es y será siempre un ejemplo de honradez, de austeridad y de profundo amor al pueblo de México. Nunca se rindió ante la presión, nunca se vendió a los poderosos, nunca se apartó de sus principios. Y escúchenlo bien: Su Presidenta, tampoco lo hará, porque tenemos convicciones, tenemos principios. Porque por más duras que sean las presiones, nosotros sólo hacemos reverencia a uno solo: Al pueblo de México”.

El contexto importa. Estas declaraciones se dan cuando está saliendo a la luz pública el pus de la corrupción en el sexenio pasado.

Por un lado, el enorme negocio del huachicol fiscal con la complicidad de dos sobrinos del ex secretario de la Marina de López Obrador. Por el otro, los sospechosos ingresos millonarios que recibió Adán Augusto López, entonces secretario de Gobernación, y el papel que desempeñó como Gobernador de Tabasco nombrando a un secretario de Seguridad que se convirtió en el líder del cartel más importante del crimen organizado en esa entidad.

Si fuera por la Presidenta, estos escándalos los mantendría al nivel de los sobrinos de Ojeda y de Hernán Bermúdez Requena. No los escalaría ni al almirante-secretario ni a Adán Augusto. Porque, de subir a estos personajes, quedarían a un peldaño del entonces Presidente.

La pregunta que todo mundo se hace es qué tanto sabía AMLO de estas situaciones. Si nos atenemos a lo que él mismo pregonaba, no hay manera de que existan este tipo de negocios ilícitos sin el visto bueno del Presidente.

El mensaje de Sheinbaum es claro: Ni le busquen porque López Obrador es un hombre honesto ni esperen que yo vaya a llevar las pesquisas a ese nivel porque entre él y yo no habrá rompimiento.

Como sí las había en el priismo tradicional en donde el Tlatoani en turno se encargaba de sacrificar en la hoguera pública a su predecesor. Eso, al parecer, no ocurrirá en este nuevo régimen de partido hegemónico.

Y se entiende porque AMLO sigue teniendo un enorme poder dentro de Morena.

No sólo es el líder fundador del movimiento/partido con una gran capacidad de movilización si decide regresar a la política, sino que muchos morenistas le tienen más lealtad y respeto a él que a ella.

Así que, corrigiendo a Fernández de Cevallos, podría decirse que sí, efectivamente, ciertas prácticas del PRI han resultado inmortales y ahora las encontramos en Morena. Otras, sin embargo, son todavía distintas de un movimiento/partido que está en el proceso de desarrollar sus propias reglas no escritas de la política.

Leo Zuckermann

X: @leozuckermann

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