En Chicago se asoma el fascismo
El pretexto es la política migratoria de detención y deportación de inmigrantes, pero lo que hay detrás es algo muy distinto...

Epicentro
Paso a paso, por órdenes de la Casa Blanca, Estados Unidos está coqueteando con el fascismo. El pretexto es la política migratoria de detención y deportación de inmigrantes, pero lo que hay detrás es algo muy distinto. Donald Trump y sus asesores cercanos de seguridad nacional y defensa han puesto en la mira -cada vez más, en el sentido literal- a una lista creciente de ciudades, todas gobernadas por demócratas. Sin evidencia, insisten en que están “fuera de control”, en que son sitios “infernales”. No importa que sea falso: Lo que interesa es crear la percepción de una emergencia de seguridad para abrir la puerta a la represión.
El episodio más alarmante ocurrió hace unos días en Chicago. Con helicópteros Black Hawk, vehículos blindados y cientos de agentes federales armados como si se dirigieran a una guerra auténtica, el Gobierno de Estados Unidos ejecutó un operativo en un vecindario de South Shore, una zona de mayoría afroamericana. La redada, presentada como una acción quirúrgica contra el crimen organizado y la migración ilegal, se convirtió en una escena dantesca: Familias enteras sometidas a punta de pistola, niños arrancados de sus camas (y luego atados de manos, en la calle), ciudadanos estadounidenses tratados como criminales. Todo, transmitido con la estética de una operación militar en territorio enemigo, pero ocurrido en pleno corazón de una ciudad estadounidense.
Como si la brutalidad del operativo no bastara, la secretaria de Seguridad Nacional difundió después un video de producción hollywoodense en redes sociales. Música épica, imágenes dramáticas, helicópteros sobrevolando, agentes irrumpiendo en departamentos: Un tráiler de película para presumir un operativo que, en realidad, aterrorizó a familias inocentes (y, repito, en su gran mayoría de ciudadanía estadounidense). La narrativa oficial no oculta su objetivo: Presentar a las ciudades demócratas como escenarios de guerra donde sólo el Estado fuerte y militarizado puede “restaurar el orden”.
Lo ocurrido en Chicago revela lo que está en juego. No se trata sólo de perseguir a migrantes irregulares ni de golpear a una banda criminal extranjera. Se trata de normalizar la idea de que el Estado puede, sin orden judicial clara ni justificación real, desplegar su poder militar contra comunidades enteras. Se trata de mandar un mensaje político: El enemigo interno no es sólo el migrante, sino también las ciudades demócratas que se atreven a desafiar al trumpismo.
No es un hecho aislado. La retórica presidencial insiste en que esas ciudades representan el “fracaso del liberalismo” y deben ser “recuperadas” con mano dura. El patrón es claro: Primero la narrativa de caos, luego la acción espectacular y desproporcionada, finalmente la erosión de derechos y libertades. Así nacen los regímenes autoritarios, así se construyen las justificaciones para el fascismo.
Chicago es una advertencia. El operativo, condenado por el gobernador Pritzker y por líderes locales, debe encender todas las alarmas en la sociedad estadounidense. Porque si hoy se normaliza que el Gobierno federal despliegue helicópteros y granadas aturdidoras contra un edificio de departamentos -y encima lo convierta en propaganda-, mañana lo hará contra cualquiera que considere un obstáculo político.
La historia enseña con absoluta claridad que los excesos autoritarios rara vez se presentan como tales en el momento. Se disfrazan de necesidad, de urgencia, de seguridad nacional. Pero detrás de esa máscara siempre está el mismo proyecto: el poder sin límites. Y en la “América” de Trump, ese proyecto avanza, paso a paso, cada vez con menos disimulo.
León Krauze
@LeonKrauze
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