Sumud, la flotilla
Debemos exigir con firmeza que cese el genocidio, se libere a los activistas y se entregue la ayuda a los pobladores de Gaza destruida. Y se exhiba y enjuicie al criminal desalmado.

Sumud es una palabra de origen árabe que significa firmeza o resistencia. El nombre fue elegido para designar a la flotilla de embarcaciones que zarpó, a fines de agosto, de puertos europeos y se encontraron en el camino hacia Gaza, para romper el bloqueo que Israel les ha impuesto. Es una misión civil multinacional, desarmada y humanitaria, de unos 50 navíos que transportan alimentos y medicinas para la población gazatí.
El conflicto entre Israel y los palestinos tiene una historia antiquísima: Dice el Génesis que el patriarca Abraham fue llamado por Dios para que viajara a una tierra prometida y formara ahí un pueblo. Uno de sus hijos, Jacob, tuvo doce descendientes que formar las doce tribus de Israel. Ese pueblo originario migró a Egipto donde fueron esclavos por 400 años, hasta que Moisés los condujo hacia el terruño ofrecido por Dios. Ahí vivían los antecesores de los palestinos: Contra ellos lucharon y fue uno de los primeros episodios de un conflicto que todavía subsiste.
Roma ocupó el territorio y dispersó al pueblo judío por el mundo entonces conocido. Mantuvieron su identidad y cultura aislados en barrios y ocupados en sus oficios tradicionales. Muchos fueron hábiles prestamistas, financiaron las empresas y exploraciones hacia tierras incógnitas. Algunos de sus acreedores los despreciaban, pero necesitaban; comenzaron a hacerles mala fama, de usureros y, sobre todo, de no ser cristianos.
Al término de la Segunda Guerra Mundial, los vencedores comprobaron la crueldad de Hitler contra ellos y decidieron solucionar el “problema judío” devolviéndoles su tierra antaño prometida. Entonces se fundó el Estado de Israel.
Pero esa región había estado en posesión de una etnia ancestral, los palestinos, que de pronto se vieron invadidos por judíos provenientes de todo el mundo, con usos y costumbres de las regiones donde habían habitado por siglos. Se organizó una convivencia tensa y compleja. El pueblo palestino de pronto se vio sometido a un Estado invasor: Se revivió el conflicto.
En 1947 las Naciones Unidas propusieron crear dos estados soberanos, Israel y Palestina; pero Israel proclamó su independencia, luchó contra los palestinos, les arrebató cuatro quintas partes del territorio que ocupaban, y los recluyó en la Cisjordania al Norte y la Franja de Gaza al Sur, rodeados por Israel y dependientes de él para muchas necesidades básicas. Ese fue caldo de cultivo para una organización que eligió las armas para luchar por su independencia, Hamas.
El 7 de octubre de 2023 Hamas atacó con ferocidad un festival musical que tenía lugar en un paraje vecino a su frontera: Mataron a cientos de jóvenes israelíes y se llevaron a 44 personas como rehenes.
Eso propició una venganza extrema: El primer ministro, Benjamín Netanyahu, un militar despiadado, se propuso expulsar o exterminar al pueblo palestino, al menos dentro de su territorio: Lleva dos años en una embestida cruel contra los palestinos. Han muerto miles de civiles, niños, ancianos y mujeres, y el bloqueo feroz a su territorio ha provocado hambruna entre los pobladores.
La flotilla Sumud fue organizada para llevarles alimentos, medicinas, bienes básicos y solidaridad pacífica. En total son unas 60 embarcaciones, desde muy pequeñas hasta algunas de regular calado. En ellas viajan unos 400 activistas de por lo menos 50 países; siete mexicanas y mexicanos entre ellos. Van en misión humanitaria, desarmados y decididos a apoyar a los sobrevivientes de la embestida israelí, y denunciar al mundo el afán genocida de Netanyahu.
Esta semana se han acercado a su destino. Navíos israelíes los han hostigado y detenido en aguas internacionales; han conducido las embarcaciones a tierra y puesto en prisión a los activistas mientras sus países de origen los reclaman. Algunos funcionarios del Gobierno de Israel han sugerido calificarlos como “terroristas” y aplicarles penas extremas.
Debemos exigir con firmeza que cese el genocidio, se libere a los activistas y se entregue la ayuda a los pobladores de Gaza destruida. Y se exhiba y enjuicie al criminal desalmado.
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