Entre la espada de la corrupción y la pared de la ineptitud
...los mal llamados ministros y ministras se encuentran a años luz de estar preparados para la función que se supone deben realizar.

De política y cosas peores
“¡No es cierto lo que dice mi marido! -profirió hecha una furia la mujer ante el consejero matrimonial-. Sí me gusta el sexo. ¡Pero este maniático quiere hacerlo tres y hasta cuatro veces en el año!”. El nieto mayor de don Senilio se sorprendió al ver que su abuelo tenía en su estudio una nutrida colección de revistas no de monitos, sino de monitas: Playboy, Penthouse, Hustler, etcétera. Le preguntó asombrado: “¿La abuela te permite ver esas cosas?”. “Hijo -respondió el señor-, a tu abuela no le importa saber dónde se me despierta el apetito, con tal de que coma en casa”. Recuerdo con afecto a don Óscar Flores Tapia, gobernador que fue de Coahuila, mi natal Estado. A él se debió que Saltillo despertara del sopor en que vivía, propiedad entonces la ciudad de una sola familia. Trajo empresas automotrices internacionales; transformó la fisonomía de la traza urbana con respeto a su estilo colonial; impulsó grandemente la cultura, pues él mismo era hombre culto: Propició el desarrollo de la entidad en todos los órdenes. Por diversos motivos entró en conflicto con José López Portillo, quien lo defenestró y lo llevó a presentar su renuncia cuando le faltaban unos pocos meses para dar cima a su gestión. Dueño de recia personalidad, las anécdotas a que dio origen podrían llenar un tomo de tomo y lomo. Sucedió que el hijo de un antiguo revolucionario coahuilense a quien don Óscar apreciaba mucho fue despedido del trabajo por mal comportamiento. El viejo mílite le pidió a Flores Tapia que le diera algún empleo al cesante a fin de que tuviera al menos lo necesario para la manutención de su familia. Don Óscar llamó el tipo y le dijo: “Mira: Por el afecto que le tengo a tu padre voy a darte un nombramiento de asesor. Pero una cosa te digo: Si se te ocurre asesorarme vas a ir a chin… a tu madre”. Lo anterior viene a cuento por el gran número de asesores que rodean a Hugo Aguilar, ministro presidente de la Suprema Corte, más corte que suprema. Lo dicho por Ricardo Monreal en el sentido de que los integrantes del máximo órgano jurisdiccional de la República están en vías de formación lleva a recordar el apotegma abogadil según el cual “a confesión de parte relevo de prueba”. En efecto, los mal llamados ministros y ministras se encuentran a años luz de estar preparados para la función que se supone deben realizar. Así, no servirán a la justicia, sino al sistema del cual son instrumento. (Acordeón el instrumento). En batiburrillo de ineptitud y politiquería ha convertido la 4T a la función judicial. Eso, con los demás atropellos a la ley y a la razón cometidos por el régimen obradorista, aún vigente, tiene a nuestro País entre la espada de la corrupción y la pared de la ineptitud. ¿Estados Unidos Mexicanos? Mejor será decir en facilón juego de palabras: “Estamos hundidos, mexicanos”. Un señor de edad madura acudió a la consulta del doctor Ken Hosanna. Le dijo, preocupado: “Cada vez que hago el amor con una mujer siento mareos, veo nublado y me falta la respiración”. Inquirió el facultativo: “¿Qué edad tiene?”. Le informó el provecto caballero: “80 años”. Acotó el médico: “A su edad tal debilitamiento es natural. ¿Cuándo notó usted esos síntomas?”. Respondió el alarmado señor: “Tres veces anoche y dos hoy por la mañana”. Popilina era la chica más popular entre sus compañeros de universidad. Uno le dijo: “Yo sé a qué se debe tu popularidad”. Aventuró ella: “¿A mi belleza y simpatía?”. “No”. “¿A mi talento e inteligencia?”. “No”. “¿A que bailo y canto muy bien?”. “No”. Declaró entonces Popilina: “Me doy”. Le dijo el compañero: “A eso”. FIN.
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