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Charlie Kirk, armas e Internet

Empecemos por lo más básico: La violencia política es injustificable. Y hay que denunciarla, venga de donde venga.

Jorge  Ramos

Empecemos por lo más básico: La violencia política es injustificable. Y hay que denunciarla, venga de donde venga.

El asesinato del activista conservador Charlie Kirk en una universidad de Utah nunca debió ocurrir. Pero ocurrió en un momento de grandes divisiones en Estados Unidos, con la extrema polarización de las posiciones políticas, con mucha desinformación en las redes sociales y los algoritmos empujándonos a nuestras trincheras ideológicas, y con más armas que personas.

Muchos no estaban de acuerdo con la manera de pensar de Kirk -desde su rechazo al aborto y el apoyo irrestricto al uso de armas hasta sus críticas a los inmigrantes y a las personas transgénero- pero este activista conservador tenía todo el derecho de decir lo que quisiera. Y lo hizo. Hasta que lo silenciaron en un acto de absoluta cobardía y crueldad. Más allá de sus ideas, tenemos que reconocer que su método se basaba en el diálogo y el debate. Se metía a las universidades, ponía dos micrófonos en lugares públicos y argumentaba con cualquiera, sin ningún tipo de censura. Podía uno estar o no de acuerdo con Kirk, pero no se le podía criticar de estar cerrado a un intenso intercambio de ideas.

Me enteré del asesinato de Kirk por dos adolescentes de 15 y 16 años que me textearon y me dijeron: “This is a big deal” (“esto es algo importante”). Tenían razón. A pesar de sus ideas tradicionalistas, Kirk tenía millones de seguidores en las redes sociales y en su podcast. Su argumento era que los jóvenes estadounidenses eran mucho más conservadores de lo que sugerían las encuestas. Y los buscaba con mucho éxito. Tanto el presidente Donald Trump como el vicepresidente J.D. Vance reconocieron públicamente que Kirk les ayudó a conseguir el apoyo de las nuevas generaciones en las pasadas elecciones.

El terrible asesinato de Kirk, lejos de promover un momento de reconciliación nacional, ha desatado un cruce de duras acusaciones entre los demócratas y republicanos. Apuntan vagamente a la “ultraderecha” y a la “ultraizquierda” de la racha de atentados contra políticos de ambos partidos, desde el ataque a la congresista demócrata Gabby Gi™ords -que la dejó con graves daños- y al asesinato de Melissa Hortman, representante estatal de Minnesota, hasta los dos atentados contra la vida de Trump y la muerte de Kirk. El centro, el punto de encuentro, ha desaparecido.

El gran temor es que este tipo de violencia política se siga propagando en Estados Unidos. Y, desafortunadamente, hay dos condiciones que favorecen la polarización y el salvajismo: La desinformación en las redes sociales y la proliferación de armas.

En un país donde hay más pistolas, rifles y ametralladoras que personas, es muy fácil matar. Cualquier conflicto, prejuicio o trastorno mental se puede convertir en una masacre o una tragedia con un arma de fuego al alcance. No hay mucha ciencia en el argumento de que con menos armas habría menos muertos. Pero este es un debate cerrado en Estados Unidos, y casi nadie se atreve a tocar -o a restringirla Segunda Enmienda de la Constitución. Así, continuarán los tiroteos en las escuelas, universidades, iglesias y lugares públicos.

Además, Internet nos está comiendo. Está inundado de mentiras, desinformación y de “bots”. Con la inteligencia artificial es difícil saber lo que es cierto y lo que es mentira. Todos dudamos constantemente de lo que leemos en Internet y en las redes sociales. Particularmente cuando los ya famosos algoritmos nos alimentan con contenidos afines a nuestras ideas y nos alejan de puntos de vista distintos. Vivimos en burbujas.

Esto ha creado una sociedad de opuestos. Y no hay nada más peligroso que ver a tu vecino, al inmigrante o al miembro del otro partido político como tu enemigo. “Si solo estás escuchando un lado de la historia”, dijo recientemente la jueza de la corte suprema de justicia, Sonia Sotomayor, “no estás tomando decisiones bien informadas”. Y luego calificó a las redes sociales “como una de las principales causas de desinformación en Internet”.

Desinformación, odio y armas forman una combinación explosiva.

Por muchos años se trató de convencer a las grandes empresas tecnológicas de vigilar y regular sus plataformas para evitar contenido falso y peligroso. Pero todos los esfuerzos fracasaron estrepitosamente. Ahora la responsabilidad de diferenciar entre los datos y las mentiras es de nosotros.

Parte de la solución está en tratar de convertir a todos en una especie de periodistas amateurs, comprobando que la información que utilizamos en las redes sociales sea verídica, revisando nuestras fuentes, basándonos en datos y evitando la difusión de mentiras, rencores y teorías conspirativas. Ante las dudas, más periodismo.

Charlie Kirk fue asesinado por un joven cargado de odio, malinformado y con acceso a un arma de fuego. El reto está en evitar una espiral de violencia política en Estados Unidos. Pero las cosas que escucho y veo no me dejan dormir.