Trump: Contra la migración legal y especializada
La aplicación de una política migratoria represiva le está pasando factura a Donald Trump.

Epicentro
La aplicación de una política migratoria represiva le está pasando factura a Donald Trump. La creciente visibilidad de las tácticas violentas que utiliza su Policía migratoria encapuchada ha llenado las redes sociales de historias de separación familiar, detenciones arbitrarias e injustas, e incluso asesinatos, como en el caso del migrante mexicano Silverio Villegas en Chicago.
La persecución sistemática de migrantes -fundamentales en una larga lista de industrias primarias en Estados Unidos- ha añadido tensión a la economía (no es casualidad que Trump haya moderado, a regañadientes, las redadas en los campos, por ejemplo). Tampoco le ayuda que varias de las figuras a cargo de esta estrategia punitiva se expresen con una retórica radical.
Por si fuera poco, una investigación periodística reveló el fin de semana que Tom Homan, “zar fronterizo” de Trump y una de las voces más radicales contra la inmigración, fue objeto de una pesquisa bajo sospecha de haber recibido sobornos relacionados con la promesa de supuestos contratos de infraestructura migratoria antes de reincorporarse al Gobierno.
Toda esta combinación ya se refleja en las encuestas: Los números de Trump han caído de manera significativa en el tema migratorio, a medida que circulan más detalles sobre deportaciones y tácticas agresivas.
El dolor de cabeza ahora se extiende a una de las decisiones más incomprensibles de su Presidencia: Establecer un requisito oneroso para la obtención de la visa de trabajo H-1B. Hace un par de días, el Gobierno anunció que pretende imponer un pago de 100,000 dólares a quien aspire a esa visa.
Es una cifra exorbitante que tiene como finalidad evidente excluir del proceso migratorio a inmigrantes que no sean altamente calificados o que no cuenten con recursos suficientes. Se trata, pues, de una nueva medida restrictiva.
Más allá de su carácter de castigo, la imposición de un cobro de esa naturaleza es un despropósito tanto para la economía estadounidense como para la consolidación del país en la competencia internacional. A corto plazo, las consecuencias serán diversas y graves: Los recién graduados internacionales que estudian en Estados Unidos enfrentarán serias dificultades para conseguir empleo, mientras que las famosas “startups” no podrán costear la contratación de talento global. Como consecuencia, muchas de las mentes más brillantes optarán por trasladarse a países con políticas migratorias más amigables para estudiar y desarrollarse profesionalmente.
En el momento en que Estados Unidos más necesita atraer ingenieros, científicos y emprendedores para competir con la capacidad tecnológica y productiva de China, Trump opta por cerrar la puerta. El resultado es claro: Mientras China invierte para convertirse en un polo de innovación, Estados Unidos se arriesga a perder la carrera por expulsar al mismo talento que lo ha mantenido a la vanguardia.
En otras palabras, Donald Trump está empujando a Estados Unidos a perder su atractivo como imán de talento global. Es un completo sinsentido, sobre todo si de verdad se asume que la batalla central del país que hoy gobierna Trump es imponerse a China. Restringir de esta manera la llegada de talento internacional (por no hablar de otros tipos de migración) sólo debilita a Estados Unidos.
Una más en la lista de incongruencias del peligroso señor de la Casa Blanca.
León Krauze
@LeonKrauze