Sólo Josefa Ortiz
Estoy de acuerdo en que la presidenta Sheinbaum haya suprimido el “de Domínguez” en el nombre de doña Josefa Ortiz al dar el Grito del 15 de septiembre.

De política y cosas peores
“Te invito a una orgía” -le dijo un tipo a su amigo. “No -rechazó éste-. El mes pasado me invitaste también a una orgía, y no me gustó”. Precisó el tipo: “Ésta va a ser diferente. Ahora participarán mujeres”. “Llamo para pedir auxilio -dijo una angustiada voz en el teléfono de la Policía-. Hay un ladrón atrapado en la alcoba de una madura señorita soltera”. Preguntó el oficial: “¿Quién habla?”. Respondió la voz: “El ladrón”. Tanto él como ella se recibieron de abogados. Eran novios, y él fue a pedir la mano de ella. El padre de la muchacha les dijo: “Me gustaría que antes de casarse tuvieran un año de práctica”. “Uh, señor -respondió el pretendiente-. Ya hemos practicado desde antes de empezar la carrera”. No soy de derecha ni de izquierda, sino todo lo contrario. Los morenistas y partidarios de la 4T me tildan de conservador y derechista. Difícilmente se me podrá llamar conservador, o de derechas, cuando desde antes de que existiera Morena he apoyado en mis columnas la despenalización del aborto, el matrimonio igualitario y los derechos de la comunidad LGTB, en un tiempo en que pocos en los papeles públicos se atrevían a hacerlo. En igual modo señalé insistentemente la discriminación e injusticias cometidas contra la mujer, en una época en que los movimientos feministas, ahora tan en boga, apenas empezaban a mostrarse. Ni de izquierda ni de derecha soy, repito. Me considero liberal en el sentido mejor de la palabra. Los libros me alejaron de todo fanatismo, y me enseñaron virtudes como la tolerancia y el sentido del bien. Con el mayor respeto expreso mi convicción en el sentido de que leer a Dickens te hace un mejor ser humano que la lectura de la Biblia. Advierto, sin embargo, que ando ya por los cerros de Úbeda, paraje que visito con frecuencia. A lo que voy es a decir que estoy de acuerdo en que la presidenta Sheinbaum haya suprimido el “de Domínguez” en el nombre de doña Josefa Ortiz al dar el Grito del 15 de septiembre. Cierto orador priista de los pasados tiempos dijo en un discurso: “Tócame en suerte coincidir con el señor Presidente de la República”. Pues bien: En este caso me toca en suerte coincidir con la señora Presidenta. Pienso que la mujer no debe llevar en su nombre el del marido, pues el “de” -señora de Pérez, de González, de Rodríguez- tiene una connotación de dependencia de la mujer en relación con el varón, cosa que en estos tiempos no tiene ya razón de ser. A más de su anacronismo, el “de” pone a la esposa en sitio de inferioridad. Entre una antigua tradición caduca ya, y una modernidad que busca hacer justicia a las mujeres, Claudia Sheinbaum escogió la segunda opción, en lo cual anduvo muy acertada. La mujer, efectivamente, no es “de” nadie, sino de sí misma. Al suprimir el “de Domínguez” en el nombre de la llamada “Corregidora” la Presidenta corrigió algo que ya requería corrección. “Me molesta que Nela, mi pareja, lleve trabajo a la casa”. Eso les dijo Pimp a sus amigos en el Bar Ahúnda. “¿Y por qué te molesta? -acotó uno-. Antes bien debería enorgullecerte tener una pareja tan trabajadora”. Replicó Pimp: “Me molesta que lleve trabajo a la casa porque es sexoservidora”. Aquí recuerdo el caso del funámbulo que en la plaza de un pequeño pueblo hacía equilibrios en el alambre. Un muchachillo le movía uno de los postes que sostenían la cuerda. Le dijo el alambrista: “No me muevas el poste, chamaco. Yo no le muevo la cama a tu mamá cuando está trabajando”. La guapa y azorada paciente acabó de vestirse y le dijo al avieso médico, quien también se vestía: “Caray, doctor. No sabía yo que la inseminación artificial se hiciera en forma tan natural”. FIN.
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