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Maldita herencia

La Presidenta no ha podido contrastar la fuerza del cacique de la 4T, y pese a sus esfuerzos se mira limitada por las ataduras que le puso su predecesor.

. Catón

“¿Su viaje es de placer o de negocios?”. Eso le preguntó el recepcionista del hotel a don Algón, que llegó del bracete de una estupenda rubia. Respondió el salaz ejecutivo: “El mío es de placer. El de ella es de negocios”. De vez en cuando la buena fortuna me lleva a Madrid. Siempre mi viaje es de placer, aunque vaya a perorar. Tres peregrinaciones sentimentales hago entonces. Visito a don Diego y sus Meninas en el Museo del Prado; saludo a la Virgen de la Paloma en Lavapiés, y voy al Café Gijón, que conserva la mesa donde Enrique Jardiel Poncela escribió algunas de sus obras. En mis años de juventud, cuando aún tenía cosas importantes que hacer, subí al palco escénico para representar su comedia “Una noche de primavera sin sueño”. En ella puso Jardiel algunos versos propios de su estilo: “El crepúsculo es siempre igual. / El Sol se esconde en el fanal / de unas nubes incandescentes. / El crepúsculo es siempre igual. / ¡Pero los hay tan diferentes!”. Y este dístico aleccionador: “Si te dan una cesta de manzanas / separa las podridas de las sanas”. Por proceloso mar navega ahora la Marina. Ese mar no es del color del vino que dijo el buen Homero -yo lo he visto de ese tono, a la caída de una tarde en el Mediterráneo-, sino del color del huachicol, cuyo tinte desconozco. La corrupción de algunos de sus mandos ha atentado gravemente contra el prestigio que antes tuvo la Marina, tanto que la Secretaría del ramo se ha visto obligada a hacer publicaciones a plana entera en diversos periódicos -medida inusitada-, para dar a conocer el código de valores de la marinería, con patrióticas menciones al honor, la lealtad, etcétera. López Obrador, de quien ya he dicho que es un rey Midas al revés, pues todo lo que tocó en su sexenio lo convirtió no en oro, sino en heces, López Obrador, digo, puso al Ejército y a la Marina en sitios donde había manoteyo, vale decir oportunidades de hacer medro personal, y algunos de sus miembros se corrompieron, con desdoro de la institución a la que pertenecían. Investigadas ahora esas rapiñas aparece un cochinero donde ha habido asesinatos más que claros y suicidios más que oscuros. Todo eso forma parte de la maldita herencia recibida por Claudia Sheinbaum, herencia de la cual no ha podido desprenderse, y que en algunos casos ha llevado adelante con mengua de los escasos restos de justicia, democracia y libertad dejados por su antecesor. Nuevos ataques al recurso de amparo, valiosa institución que ha protegido al ciudadano frente a los abusos del Estado, confirman que nuestro País va por el camino del totalitarismo. La Presidenta no ha podido contrastar la fuerza del cacique de la 4T, y pese a sus esfuerzos se mira limitada por las ataduras que le puso su predecesor. De nueva cuenta los retoños de AMLO dan mucho qué decir, y la mandataria tiene que cargar con ellos. Debería separar las manzanas podridas de las sanas. Pero, para usar el nombre de uno de mis personajes, Estaca Brown. Aquel beduino habitante del Sahara llegó a un local que ostentaba este letrero: “Se reparan camellos”. Le dijo al propietario: “Mi camello es tardo, remiso, perezoso. Se niega a caminar”. Le pidió el tipo: “Súbalo a la rampa”. Lo hizo el beduino. El hombre tomó entonces una piedra bola en cada mano, y con ellas le dio un fuerte apretón al camélido en partes donde un apretón así causa un dolor tremendo. Al sentir el golpe el camello salió corriendo a toda velocidad y se perdió en la lejanía del desierto. Preguntó consternado el dueño del animal: “¿Y ahora cómo voy a alcanzarlo?”. Respondió el del taller: “Súbase a la rampa”. FIN.