Aumentan y cambian tendencias de violencia política en EU
Según datos del Instituto Cato, hacia 2020, los ataques cometidos por extremistas de derecha en EU, entre 2001 y ese año, habían ocasionado quince veces más muertes que los perpetrados por extremistas de izquierda

Ezra Klein, del NYT, rescata la esencia de lo que se pierde cada vez que ocurren asesinatos políticos como el de Charlie Kirk, hace unos días. Klein sostiene que, a pesar de no coincidir con él, Kirk practicaba la política de la forma correcta. La cuestión, sin embargo, es que más allá de lo que Klein señala, hay una evolución preocupante en países como EU respecto a la legitimación del uso de la violencia como vía para alcanzar objetivos políticos. Veamos:
1. Según datos del Instituto Cato, hacia 2020, los ataques cometidos por extremistas de derecha en EU, entre 2001 y ese año, habían ocasionado quince veces más muertes que los perpetrados por extremistas de izquierda. Esto no significa que la violencia motivada por ideologías de izquierda, u otras, fuera inexistente. Simplemente era menos frecuente. Hoy podríamos estar frente a tendencias distintas. En sus estudios de 2024, Robert Pape, de la U de Chicago, encontró que el 10% de los encuestados consideraba justificado usar la fuerza para impedir que Trump llegara a la Presidencia. El otro extremo era igual de inquietante: 7% apoyaba el uso de la fuerza para restaurar a Trump en el cargo.
2. El asunto es que, en el campo anti-Trump, esas tendencias parecen ir en aumento. El propio Pape escribió hace poco en el NYT: “Estamos viendo una política más radicalizada y un mayor apoyo a la violencia que en cualquier otro momento desde que hemos estado realizando estos estudios en los últimos cuatro años”. En su última encuesta, 39% de los demócratas coincidió en que sacar a Trump del cargo por la fuerza sería justificable, por encima del 25% de republicanos que justificaba el uso de la violencia política.
3. Estos datos tienen causas y motores específicos. Según Moghaddam, la radicalización avanza como si fuera una escalera ascendente en donde al final, ciertos individuos se convencen de que solo la violencia funciona para conseguir sus objetivos políticos. Pero no son procesos lineales. Por ejemplo, Trump en 2016 despertó esperanzas entre la derecha radical, entre supremacistas y nacionalistas blancos que antes operaban desde las márgenes y que ahora, finalmente, sentían una conexión con el sistema político y veían una posibilidad de alcanzar el poder.
4. No obstante, hacia 2020, muchos simpatizantes de Trump comenzaron a sentirse decepcionados y a perder confianza en los mecanismos tradicionales de participación, especialmente al percibir que su Presidente no cumpliría sus expectativas. Esto se potenció con la victoria de Biden y las acusaciones de fraude electoral. En esa escalera de radicalización, algunos ascendieron un peldaño más y tomaron la decisión de recurrir a la violencia entre 2020 y 2021. Pasado el tiempo, sin embargo, el retorno de Trump ha vuelto a energizar a un sector que percibe que las puertas para alcanzar sus metas a través de la política se están reabriendo.
5. En cambio, en una porción creciente del campo opuesto parece estar ocurriendo justamente lo contrario. Esto no significa que se trate de la mayoría de las personas, pero debemos entender que se trata de tendencias en evolución. Desde los dos intentos de asesinato de Trump sobran ejemplos.
6. Como conclusión: Si bien hasta hace poco, los ataques motivados por ideologías de derecha superaban ampliamente a los perpetrados por personas de izquierda, los datos recientes indican que esto podría estar cambiando. Lamentablemente, la experiencia histórica muestra que este tipo de asesinatos suele alimentar la polarización. Ante ello, no bastan los llamados al buen comportamiento. Detener estos procesos requiere comprensión profunda de cómo funcionan y un enorme esfuerzo para intervenir en ellos.
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