El fracaso del Estado mexicano en el manejo del petróleo
A lo largo de los últimos cincuenta años se han documentado sobreprecios y favoritismos hacia ciertas corporaciones, incluyendo a grupos de la industria petrolera que a menudo no cumplen con los estándares requeridos.

Desde que tengo memoria, he escuchado historias de corrupción relacionadas con el manejo de los hidrocarburos por parte del Estado mexicano. Por desgracia, el petróleo está asociado con negocios turbios en nuestro País.
El último caso que se destapó fue el del huachicol fiscal. El contrabando de gasolinas y diésel para evadir impuestos y vender estos productos por debajo del precio al consumidor que sí incluye el pago de estos tributos.
Se habla de cientos de miles de millones de pesos de robo al erario durante el sexenio de López Obrador. Una mafia que incluía a mandos superiores de la Armada Marina a la que el Presidente les encargó la administración de las aduanas.
Pero, desde que en 1971 se descubrió el mega yacimiento petrolero de Cantarell y el presidente López Portillo aseguraba que debíamos acostumbrarnos a administrar la abundancia, no hemos dejado de atestiguar el robo en despoblado de esta industria controlada por el Estado.
Cito algunos casos que me vienen a la memoria. Primero, el de Jorge Díaz Serrano, director de Pemex de 1976 a 1981. Cuando De la Madrid tomó posesión como Presidente en 1982, en medio de una de las peores crisis económicas, Díaz Serrano fue desaforado como senador para luego ser encarcelado.
Se le acusó de un fraude de 35 millones de dólares por haber adquirido dos buques tanques con sobreprecio. Recuerdo, en ese sexenio, las historias que publicaba Proceso sobre la vida que llevaban los líderes petroleros, Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, y Salvador Barragán.
El primero convertido en una especie de Evita Perón que repartía dinero y favores a la gente con dinero malversado del sindicato de Pemex. Al segundo le encantaba el juego y la buena vida. Iba frecuentemente a rifarse millones de dólares a Las Vegas. Cuando Salinas tomó posesión como Presidente, el Ejército arrestó a “La Quina”, Barragán y otros líderes petroleros acusados, entre otros delitos, de evasión fiscal por más de 3 mil 500 millones de pesos.
A “La Quina” lo sustituyó Carlos Romero Deschamps quien se quedó 26 años al frente del sindicato petrolero. Su gestión se caracterizó también por la corrupción. Aunque tenía un sueldo como trabajador de Pemex, vivía como marajá. Presumía relojes de millones de pesos. Sus hijos viajaban en aviones privados y vacacionaban en lujosos yates. Uno de ellos se compró un Ferrari Enzo valorado en dos millones de dólares. Nunca pisó la cárcel a pesar de que, en 2021, la Fiscalía General de la República abrió una investigación en su contra por depósitos acumulados de 309 millones de pesos.
Romero Deschamps fue, también, protagonista de otro caso de corrupción relacionada con el petróleo: El “Pemexgate”. A la campaña del candidato presidencial del PRI en 2000, Francisco Labastida, llegaron fondos provenientes del sindicato de Pemex, dinero que salió de la empresa por órdenes del entonces director, Rogelio Montemayor, por un total de mil 100 millones de pesos.
Ni qué decir del caso de Odebrecht en el sexenio de Peña. La constructora brasileña admitió haber pagado sobornos a funcionarios de Pemex para asegurar contratos de obras y servicios. Por eso se encuentra en proceso judicial el ex director general de la petrolera, Emilio Lozoya, otro pillo más de la larga lista de beneficiarios del mal manejo de los hidrocarburos en México.
Durante la misma gestión de Lozoya, Pemex fue acusada de irregularidades en la construcción de una planta de etano, donde se reportaron sobrecostos y la falta de cumplimiento de contratos. Agréguese los múltiples casos “pequeños” de corrupción por la adjudicación de contratos a empresas constructoras y proveedoras.
A lo largo de los últimos cincuenta años se han documentado sobreprecios y favoritismos hacia ciertas corporaciones, incluyendo a grupos de la industria petrolera que a menudo no cumplen con los estándares requeridos.
Bueno, pues ahora, además del robo de gasolina que produce Pemex y se vende en el mercado negro, está el fenómeno del “huachicol fiscal”, es decir, el contrabando de productos refinados por la incapacidad de la empresa petrolera de proveerlos y del Estado de fiscalizar su importación cobrando los impuestos respectivos.
La corrupción asociada al petróleo en México ahora tocó a la Armada Marina, una institución que gozaba de gran credibilidad y confianza entre la población. Son los famosos veneros del diablo que se han convertido en sinónimo de corrupción por el pésimo manejo que ha tenido el Estado mexicano de una industria donde se mueve mucho dinero.
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