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Humor dominical

Picio era poco agraciado, por no decir que era feo, lo cual sería faltar tanto a la buena educación como a la caridad cristiana...

. Catón

“Me tiene sin cuidado que mi marido se acueste con otra mujer -le confió la esposa al consejero matrimonial-. Pero no puedo dormir bien con ellos dos en la cama”.

“Cuidado -le dijo el señor a la señora en la cocina-. Estás friendo los huevos con demasiado aceite. ¡Ah, se te están quemando! Baja la lumbre. ¡No les des la vuelta tan aprisa, vas a reventar las yemas!”. La señora se molestó: “¿Acaso piensas que no sé cocinar un par de huevos?”. Respondió el señor: “Nada más quería que sientas lo que siento yo cuando manejo y tú vas conmigo”.

Astatrasio Garrajarra llegó a su casa más azumbrado que de costumbre. Poseído por el espíritu del vino subió cae que no cae por la escalera que conducía al segundo piso, entró tambaleándose a la alcoba y con movimientos torpes se desvistió y se metió en la cama. Ahí abrazó a su esposa y farfulló: Vengo muy erótico”. Minutos después ella lo corrigió: “Más bien diré que vienes muy errático”.

Lo que sigue podría llamarse “Sopa de letras”. La R es una P haciendo pipí. La O es una I embarazada. La W es una M que se cayó de borracha. Y la u es una n dispuesta ya a hacer el amor.

Tras ese juego de letras viene uno de palabras. El tomatito le comentó al huevito: “Ya quiero crecer, para que todos me digan ‘tomatón’”. Acotó el huevito, preocupado: “Yo prefiero quedarme como estoy”.

Dos maridos recién casados se jactaban de sus proezas amatorias. Dijo el primero: “Sobre la cabecera de mi cama hay una imagen de San Pedro. Mi esposa y yo hacemos el amor tan bien que cuando terminamos el santo nos aplaude”. “Eso no es nada -ripostó el segundo-. Sobre la cabecera de mi cama hay una estampa de la última Cena. Mi esposa y yo hacemos el amor tan bien que cuando terminamos los doce apóstoles nos hacen la ola”.

“De tal tompeate tal chiquihuite”. Ésa es una manera mexicana de decir “Hijo de tigre, pintito” o “De tal palo astilla”. Jactancio Elátez, sujeto vanidoso, narcisista, ególatra, pagado de sí mismo, tiene un hijo adolescente. El muchachillo le dijo a su papá: “Cuando crezca quiero ser como tú”. Jactancio se sintió halagado. Pero luego el chamaco remachó: “Quiero ser como tú para tener un hijo como yo”. Proverbio al canto: “El yo, yo, el diablo lo inventó”.

Doña Pechina era dueña de un busto exuberante, ubérrimo, munífico. En el restaurante le reclamó al mesero: “Hace 15 minutos le pedí una pizza, y no me la ha traído”. Respondió cortésmente el camarero: “Si la señora tiene a bien recargarse en su silla todos podremos ver la pizza”.

Noche nupcial. Inepcio, el desposado, no tenía en cuestión de sexo lo que en inglés se llama expertise. Al terminar el acto connubial le preguntó, ansioso, a su dulcinea: “¿Te gustó, Loretela? ¿Te gustó?”. “No te preocupes -lo tranquilizó ella.-. Después de todo yo tampoco sé cocinar bien”.

La señora de la casa le dijo a la trabajadora social: “Tengo cinco hijos, y otro que pronto llegará”. Comentó la muchacha: “No se le nota”. Aclaró la señora: “Lo mandé a comprar el pan. No tarda en regresar”.

Picio era poco agraciado, por no decir que era feo, lo cual sería faltar tanto a la buena educación como a la caridad cristiana. En una fiesta anunció: “A la que me adivine cuántos años tengo le daré un beso”. Una chica que estaba cerca dijo: “750 años”. “Bueno -declaró Picio al tiempo que le daba el beso-. Año más, año menos”.

“Caperucita Blanca”. Así se llamaba aquella fábrica de preservativos. La visitó cierto señor, y el guía le informó: “A uno de cada 10 condones le hacemos un agujerito”. El visitante se sorprendió: “¿Por qué?”. Explicó el guía: “Es que también tenemos una fábrica de biberones”. FIN

Catón es Licenciado en Derecho y en Lengua y Literatura españolas/cronista de Saltillo.

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