Un año de Claudia: Lo bueno, lo malo y lo feo
Para la gran mayoría de los países del mundo ha sido un dolor de muelas tratar con el Presidente de Estados Unidos, sobre todo en materia comercial.

Juegos de poder
La Presidenta presentó su primer informe de Gobierno a once meses de tomar posesión. Aunque ya está muy trillado utilizar como herramienta de análisis el título del famoso Western de Sergio Leone, lo vuelvo a hacer por su eficacia para ordenar las ideas.
Presento, entonces, lo que considero lo bueno, lo malo y lo feo del primer año de este Gobierno.
Lo bueno, de lejos, es el manejo que ha tenido Sheinbaum en su relación con Trump.
Para la gran mayoría de los países del mundo ha sido un dolor de muelas tratar con el Presidente de Estados Unidos, sobre todo en materia comercial.
Antes de tomar posesión por segunda ocasión, la revista The Economist publicó un mapa de los países con mayor riesgo de verse afectados por el regreso de Trump a la Casa Blanca. Debido a la dependencia económica que tiene México de Estados Unidos, nuestro País aparecía como el que tenía un mayor riesgo.
Hoy, a siete meses de haber tomado posesión Trump, no se ha hecho realidad el pronóstico de The Economist. Por el contrario, México está en una posición comparativamente favorable en materia comercial. No es que estemos mejor, sino que estamos menos peor.
Trump ha impuesto aranceles a diestra y siniestra, por países, por sectores económicos y por presión para lograr objetivos que nada tienen que ver con la economía. De esta forma, los aranceles se han incrementado para el planeta entero. Todos los países han sufrido.
Sin embargo, México es el tercer país con menos aranceles medido en la tasa arancelaria efectiva. Sólo están mejor que nosotros Irlanda y Singapur. Los productos mexicanos entran con menos arancel que Canadá, China y la Unión Europea, los otros tres grandes socios comerciales de Estados Unidos junto con México.
Esto lo ha logrado la Presidenta con su famoso dictum de “cabeza fría” en la tan importante relación bilateral con Estados Unidos. Honor a quien honor merece. Hasta ahora hay que reconocer que Sheinbaum ha podido lidiar con efectividad al enorme toro de Miura que es Trump.
Paso a lo malo. Aquí destaca la falta de operación política de la mandataria. Una y otra vez hemos atestiguado errores que pudieron haberse evitado durante este Gobierno si hubieran existido operadores de la Presidenta en su relación con el Congreso, los poderes locales y su partido. A ratos la coalición gobernante parece no estar en la misma sintonía que Palacio Nacional.
Las reformas que le heredó López Obrador a Sheinbaum, por ejemplo, pasaron sin cambiarle una coma por el Legislativo. En cambio, las que ya son de la autoría de la actual administración, presentaron obstáculos y modificaciones.
Parte se explica por las reglas de la sucesión presidencial que puso AMLO donde los perdedores de la candidatura presidencial de Morena se quedaron con las coordinaciones de este partido en el Senado y la Cámara de Diputados. De esta forma quedaron Adán Augusto López y Ricardo Monreal, respectivamente, que no son gente de Claudia.
Pero ella tiene la responsabilidad de gestionar la relación con ellos, con los gobernadores y con personajes poderosos de los tres partidos de la coalición gobernante: Morena, el PT y el Verde. Ni la secretaria de Gobernación ni otro funcionario del Poder Ejecutivo federal se han convertido en el artífice de esta operación política.
Finalmente está lo feo. Si el morenismo demostró lo equivocado que estaba el dogma neoliberal de no subir los salarios mínimos porque esto generaría inflación, el lopezobradorismo, ahora con Sheinbaum, también tiene un dogma que nos está costando miles de millones de pesos al año a los contribuyentes.
Me refiero a Pemex, una empresa que está quebrada.
Demostrado está que el pueblo de México no maximiza los ingresos por la explotación de petróleo por medio de un monopolio propiedad del Estado. Por el contrario, el erario tiene que subsidiar cada vez más la operación fallida de una corporación que tiene los incentivos torcidos.
Lo feo es que un asunto ideológico (pensar que el Estado debe mantener a Pemex, cueste lo que cueste) nos está saliendo un ojo de la cara. Ya la Presidenta tuvo que implementar un primer rescate de la petrolera poniendo miles de millones de dólares del erario para evitar su insolvencia.
En este espacio he dicho que, para el grupo gobernante, Pemex es una especie de deidad que representa a la nación mexicana. Una corporación intocable. Cuestionarla representa un acto de apostasía. El dogma de un nuevo Huitzilopochtli que exige la ofrenda de cientos de miles de millones de pesos al año de los contribuyentes. Dinero que podría ser aprovechado mucho mejor para la educación o salud de los mexicanos.
Leo Zuckermann
X: @leozuckermann
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