El tema es el electorado
Muy diversos estudios de campo, en distintos países, muestran que los electores no votan de manera racional, sino que su decisión, sobre todo, es emocional.

En las sociedades democráticas, donde se cuentan los votos y se respeta el resultado de los mismos, donde no hay posibilidad de construir mayorías falsas y tramposas, los electores deciden quién es el Presidente, el primer ministro y los legisladores.
Eso es, por ejemplo, lo que acabamos de ver en Bolivia y nunca vamos a ver, mientras permanezcan como dictaduras, en Venezuela y Nicaragua. En Venezuela, en la última elección el candidato de la oposición ganó la Presidencia con dos a uno de los votos, pero el dictador Nicolás Maduro no aceptó lo que decidieron los electores y, una vez más, se impuso.
En la última elección presidencial en Nicaragua, las encuestas señalaban que cualquiera de los siete candidatos de la oposición ganaba la elección, pero la pareja de dictadores Ortega y Murillo, los encarcelaron y luego los deportaron del país, para ellos volver a imponerse sin que realmente hubiera habido una elección.
La composición del último Congreso de México, tanto en la Cámara de Diputados como de Senadores, no respetó el voto ciudadano y el Gobierno en el poder, construyó, a través de una serie de maniobras “legales”, del chantaje y la compra de voluntades, una mayoría que no les dio el voto popular que emitieron los electores.
El presidente Donald Trump, en su segundo mandato, ganó por la decisión mayoritaria de los votantes y lo mismo sucedió con la presidenta de México Claudia Sheinbaum. Eso quisieron los electores. Ambos candidatos durante su campaña fueron muy claros en lo que iban a hacer si ganaban y el sector mayoritario de los electores se identificó con su persona y su propuesta.
Muy diversos estudios de campo, en distintos países, muestran que los electores no votan de manera racional, sino que su decisión, sobre todo, es emocional. Se identifican afectivamente con el personaje que encarna el candidato y lo que este dice.
En esta decisión emocional, los electores pueden votar, cegados por la afectividad, incluso por personajes y proyectos que les van a causar daño. No hay una relación entre la racionalidad, votar por lo que realmente les beneficia, y la emoción. Y sí, con frecuencia, hay una evidente contradicción.
Los estudios de campo muestran también que en casos donde los electores tenían una intensa identidad emocional con los personajes, las ideas y proyectos que estos sostenían, con el tiempo se rompe y termina el “enamoramiento” afectivo.
Esto ocurrió hace años en Venezuela y Nicaragua, y sus gobernantes ya sólo se sostienen a base del poder propio de una dictadura, con apoyo militar, pero ya no con el voto de los electores.
El reciente caso de Bolivia muestra, que los electores dejaron de identificarse emocionalmente con los personajes con los que antes estaban unidos y con las ideas que estos manifestaban y por las que sentían simpatía y las hacían suyas. ¿A qué obedece la ruptura y la decisión de cambiar?
En el caso específico, algo igual sucedió en Venezuela y Nicaragua, el quiebre se debe a la crisis económica, el aumento de la pobreza, la inflación, la corrupción y la inestabilidad política. La diferencia está que en Bolivia, que sí es una democracia, se respetó la decisión del electorado.
Rubén Aguilar Valenzuela
@RubenAguilar
Sigue nuestro canal de WhatsApp
Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí