Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas /

El amor de su vida volvió después de 30 años. ¿Qué hacer con lo que pudo haber sido?

¿Sirve preguntárselo, o es una forma de torturarnos con lo irremediable?

Juan Tonelli

Historias demasiado humanas

¿Qué hacer con lo que pudo haber sido? ¿Sirve preguntárselo, o es una forma de torturarnos con lo irremediable? ¿Quién no tiene en la memoria algún sueño que estaba a punto de concretarse, pero que se torció por un hecho impensado, como la historia de Eduardo y Eva?

Eduardo tenía poco más de 20 años cuando conoció a Eva. La relación fue intensa, luminosa, de esas que parecen hechas para durar toda la vida. Hablaban de casarse, soñaban hijos, futuro, viajes. Hasta que una noche, en un barco con amigos, Eduardo se pasó de copas y terminó en la cama con una ex compañera de colegio. Y lo que parecía haber sido un desliz terminó en catástrofe: Semanas después ella le dijo que estaba embarazada.

Eran otros tiempos y Eduardo, destrozado, no tuvo más remedio que contarle a Eva que tendría que casarse con esa mujer para hacerse cargo de ese hijo en camino. Eduardo estaba convencido de que era lo que correspondía, lo que un hombre “debía hacer”. No la amaba, nunca la amó. Tuvieron un hijo, y él se entregó a sostener una vida que no había elegido. Trabajó sin parar, buscó refugio en mujeres pasajeras, anestesió su vacío como pudo.

Intentó separarse varias veces. Incluso llegó a planteárselo a su hijo cuando tenía 8 años, pero al verlo llorar con desesperación decidió quedarse, prometiéndose que recién cuando el chico cumpliera 18 podría liberarse.

Pero el tiempo pasó: Su hijo cumplió 18, después 30, y Eduardo seguía ahí, atrapado en la inercia, resignado, disociado de sí mismo.

Hasta que un día, navegando en Facebook, se topó con el hermano de Eva. Supo que ella acababa de regresar del Sur, donde había conocido a su marido con el que tuvo dos hijas.

Eva había enviudado hacía poco. Eduardo dudó en escribirle. Pasó noches en vela hasta que finalmente, se animó. El intercambio derivó en un encuentro y en el instante en que la vio, entendió que el tiempo es relativo: Habían pasado más de tres décadas, pero para el corazón era ayer.

Ya no dudó. Regresó a su casa, armó una valija y se fue. Cuando se reencontró con Eva, la experiencia fue hipnótica: Dos cuerpos desnudos, mirándose a centímetros, como si nunca se hubieran dejado.

Pero la vida no es un cuento de hadas. Eva no se animaba a blanquear la relación: Temía que sus hijas pensaran que había traicionado a su padre. También, tenía terror de volver a ser abandonada.

Por su parte Eduardo cargaba con sus propios miedos: La necesidad de recuperar el tiempo perdido, y la propia exigencia de convertirse en el hombre más importante de la vida de Eva, algo absolutamente imposible asumiendo que ella tuvo un matrimonio feliz de 30 años con dos hijas.

Esta historia me genera varias preguntas: ¿Cuánto tiempo pasamos obedeciendo mandatos, viviendo exiliados de nosotros mismos, reprimiendo lo que de verdad sentimos? ¿Podemos “cuidar” a alguien con quien nosotros no tenemos ganas de estar, de compartir nuestra vida? ¿Es posible hacernos cargo de nuestras acciones sin por eso sostener algo que no queremos, que nos terminará destruyendo a nosotros e intoxicando a las personas que tenemos más próximas?

Por último, el interrogante más importante que me surge es: Y si la vida te ofreciera una segunda oportunidad, aunque llegue tarde y no como la imaginaste, ¿te animarías a vivirla igual?

Juan Tonelli

Autor de “Un elefante en la habitación”, historias sobre lo que sentimos y no nos animamos a hablar. Conferencista.

www.youtube.com/juantonelli

Sigue nuestro canal de WhatsApp

Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí