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Al diablo las instituciones

Después de la farsa electoral llegó la rendición del Tribunal Federal Electoral, extinguiendo tanto a la carrera judicial como a un Poder Judicial independiente. Su objetivo es entronizar a un grupo político sectario motivado por la codicia, la corrupción y el abuso.

Las formas del régimen son rapaces, excluyentes y antidemocráticas; presenciamos el desmantelamiento de la administración pública profesional y la demolición de las instituciones autónomas contemplando cómo vaciaron los fideicomisos, padeciendo actualmente el fraude electoral más notorio e indecente en décadas.

Después de la farsa electoral llegó la rendición del Tribunal Federal Electoral, extinguiendo tanto a la carrera judicial como a un Poder Judicial independiente. Su objetivo es entronizar a un grupo político sectario motivado por la codicia, la corrupción y el abuso.

La distribución y presencia de los “acordeones” aunado al resultado fraudulento de la misma, nos remite a una aberración electiva y jurídica que tendrá consecuencias fatales para el futuro del País.

La legitimidad es un patrimonio, evita cuestionamientos, contribuye a la concordia, da certeza al Estado y lo más importante, ayuda a la contención. Daniel Cosío Villegas lo definió en 1972 exponiendo al priismo de aquellos años:

“Dadas las amplísimas facultades legales y extra-legales del presidente de la República, y dado también el abrumador predominio del partido político oficial, apenas puede exagerarse si se afirma que el problema político más importante y urgente del México actual es contener y aun reducir en alguna forma ese poder excesivo”. (Daniel Cosío Villegas. El Sistema Político Mexicano).

Un poder abrumador termina provocando injusticias, siempre alentados por una pretendida “justicia social”, convirtiéndose en el argumento central para cometer crímenes atroces.

Lo que hoy vivimos en México no es menor, en un lenguaje sin evasivas es un golpe de Estado, nulificando lo construido para apropiárselo y posteriormente evitar la competencia constituyéndose en un poder supremo, privilegiando el personalismo y los intereses partidarios. La conclusión trágica de aquella frase que era premonitoria: “Al diablo las instituciones”.

Esto no desalienta a los aduladores, la Presidenta es únicamente un instrumento transitorio y consecuente con quien la sostiene, justifican todo por una afinidad enfermiza, otros por interés económico y la mayoría permanece ajena, esto cambia hasta que se enfrentan en lo individual a la catastrófica evidencia.

Algunos han externado su equivocación, ya es tarde, el país que nos albergaba a todos desapareció, hoy le pertenece a unos por sobre los otros. Para el régimen todo funciona en modo ideológico, quien manifieste alguna divergencia es un enemigo de clase y se busca su muerte cívica llenándolo de calificativos.

El enemigo imaginario es la derecha, sin advertir que el adversario más tenaz es la verdad, un antagonista cruel que aparece sin mediar ideología o personaje.

Víctor Serge fue un revolucionario bolchevique de primera hora que con el tiempo se vio enfrentado a Stalin, después de pasar años de persecución y privaciones terminó sus días en México. Sus textos son un apercibimiento ante la patológica seducción de los totalitarismos.

Gregorio Luri en: “El Cielo Prometido, Una mujer al servicio de Stalin”, narra un encuentro entre Víctor Serge y André Malraux, el gran intelectual francés:

“En una ocasión conversando con Malraux en un café le preguntó su opinión sobre la desaparición de (Andrés) Nin. “De Stalin lo apruebo todo, hasta los crímenes”, le contestó este. Serge le tiró en la cara su café”.

El INE entregado, la Corte convertida en una comedia, el Tribunal Federal Electoral persiguiendo ciudadanos y avalando engaños; el crimen organizado conduciéndose como un poder alterno; el Legislativo obediente a los despropósitos y la Presidenta consintiendo e intentando representar lo que no es. Así llegaremos a la elección del 2027, sin legitimidad y contención.

Mientras a los facilitadores y cómplices del régimen seducidos por el totalitarismo, la realidad se les presente y les tire el café ardiendo en la cara.

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