Viajes exquisitos

La idea no es mía. Cuatro columnistas, tres mujeres y un varón escribieron, como si se hubiesen puesto de acuerdo, cada cual un artículo acerca de las vacaciones de este verano en el mundo. Los cuatro coinciden en que, a diferencia de épocas anteriores, en la temporada de vacaciones que está por terminar sobresalieron los viajeros que apostaron por viajes exclusivos, de mayor costo o de lujo. Ellas son Elda Cantú, Dionne Searcey y Priya Krishna, y él es Guy Trebay. Cantú escribe que esta vez no se vivió el “lujo silencioso” sino la ostentación de los privilegios en buen número de viajeros, y de hecho califica este fenómeno como una tendencia, algo que llega, permanece y tiende a aumentar.

Dionne comenta que muy de mañana un cliente pagó en un supermercado de Southampton “dos patas de cangrejo real, dos bolsas de dumplings, dos paquetes de fideos ramen y una bolsa de algas marinas secas; después añadió un recipiente con caviar” que fueron los ingredientes para la cena de esa noche -ese cliente es un chef- y la registradora marcó un total de 1,860 dólares. También menciona Dionne que la otrora exclusiva langosta de los Hamptons -una exclusivísima zona de veraneo de Long Island en el Estado de Nueva York- que comenzó a servirse hace algunos años a 100 dólares medio kilo, resulta que hoy se encuentra con un distinguido competidor, el melón almizclero especial, que se importa de Japón tras ser cultivado con extremo cuidado y que se caracteriza por su sabor y aroma únicos, se consigue en la empresa de alimentos y promoción ambiental Farm and Forage, y se vende al público en ¡400 dólares la pieza! (foto).

Priya, por su parte refiere las transformaciones muestran hoy las salas VIP de las aerolíneas de los aeropuertos con mayor flujo de pasajeros que se trasladan en primera clase. Las aerolíneas les compensan a los usuarios su lealtad ofreciéndoles lujos en dichas salas, ya sea, por ejemplo, una exclusividad y seguridad a toda prueba así como una oferta de licores exóticos; desde luego todo tiene su costo pues las tarjetas para tener acceso tienen cuotas anuales de hasta casi 800 dólares, unos mil 300 pesos mensuales, la uses o no. Crece la mentalidad de que, para realmente viajar por completo en primera clase, también se ha de adquirir el derecho de hacer la espera en una sala de alta categoría, es decir, una sala VIP. Finalmente, Trebay comenta el caso de una cliente millonaria que estaba inquieta por saber de qué país era el limón que se le servía en la copa del “margarita”, pues no aceptaba limones de cualquier país al parecer por la probabilidad de un episodio alérgico y para resolver la duda llamó por teléfono a su asesora de viajes para expresarle su preocupación y le resolviera su duda; la asesora de viajes tuvo que investigar entre funcionarios del hotel de dónde venían los limones que se ponían en la copa de los “margaritas”, además, la cliente le pidió que gestionara un goteo continuo de tequila reposado, petición por demás enigmática pero ciertamente exclusiva de personas que quieren pasar unas vacaciones extrañamente exquisitas. Algunos políticos mexicanos han sido criticados por haberse trasladado en primera clase y haber pasado sus vacaciones en lugares transcontinentales y en hoteles y restaurantes de significativo costo. El País se enredó, a todos niveles, en una serie de discusiones al respecto. Muchas personas quisieran gastar su dinero así por lo menos una vez en la vida. Cada quien, siempre que sea dinero propio y bien habido.

Yo, en lo personal, prefiero lo razonablemente barato siempre que sea suficiente. Pero la idea de barato y de suficiente es tan diversa en los demás que no hay parámetros únicos de referencia. Así que, otra vez: Cada quien.

Jesús Canale

Médico cardiólogo por la UNAM.

Maestría en Bioética.

jesus.canale@gmail.com