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Un gravísimo error

Los mexicanos, con toda razón, tienen una hipersensibilidad a cualquier sugerencia de invasión extranjera de Estados Unidos u operación clandestina dentro de su territorio.

Jorge  Ramos

Recuerdo perfectamente la lección de historia en la escuela primaria en México. Sentados en pupitres de madera, alineados en varias filas, leíamos el libro de la Secretaría de Educación Pública donde se contaba cómo México perdió la mitad de su territorio en la guerra contra los Estados Unidos en 1848. El general Antonio López de Santa Anna siempre era presentado como el vendepatria. No hubo ninguna negociación. Por 15 millones de dólares, México fue obligado a ceder un enorme territorio que hoy forma parte del Sur de Estados Unidos. Y la conclusión era contundente: Esto nunca más debe volver a ocurrir.

Así crecimos en México, y ese precepto sigue muy presente. Los mexicanos, con toda razón, tienen una hipersensibilidad a cualquier sugerencia de invasión extranjera de Estados Unidos u operación clandestina dentro de su territorio. Da lo mismo si es con drones, fuerzas especiales, agentes de la Agencia Antidrogas de Estados Unidos (DEA, por su sigla en inglés) o infantes de marina. México, por ejemplo, no podría siquiera considerar el tipo de cooperación militar que por muchos años prevaleció entre Colombia y Estados Unidos, aunque se tratara de perseguir a los peores delincuentes del narco-mundo.

Por eso sería un gravísimo error que Estados Unidos intentara unilateralmente realizar cualquier tipo de operación militar o antinarcóticos dentro de territorio mexicano. El rechazo en México sería casi unánime y tendría enormes consecuencias a largo plazo. Es muy difícil pensar que un presidente en México podría mantenerse en el poder si autoriza a Estados Unidos una operación de ese tipo. Ese es un gran “NO” en la política mexicana. Nadie quiere ser el segundo Santa Anna. Sería considerado, sin la menor duda, una imperdonable traición a la patria.

Esto explica por qué cayó tan mal en México el reportaje de The New York Times en que informaba que el presidente Donald Trump había firmado secretamente una orden para que los militares de Estados Unidos se involucraran en la lucha contra carteles de las drogas en América Latina. Esa orden afectaría no solo a los carteles mexicanos sino también a agrupaciones venezolanas como el Tren de Aragua y el cártel de los Soles, y a la pandilla Mara Salvatrucha (o MS-13) de El Salvador.

“La orden proporciona una base oficial para la posibilidad de operaciones militares directas en el mar y en suelo extranjero contra los cárteles”, reportó el diario. La noticia tampoco le cayó bien a Pete Hegseth, el secretario de Defensa de Estados Unidos, quien se quejó en Fox News de la filtración de The New York Times pero que, cuando se le preguntó si eso significaba enviar tropas a otro país, él contestó: “No estoy hablando de eso”. Al final de cuentas, la única palabra que importa en el gobierno estadounidense es la de Trump. Y cambia tantas veces de opinión que es difícil determinar lo que verdaderamente piensa.

La que sí habló con claridad fue Claudia Sheinbaum, la presidenta de México. “Estados Unidos no va a venir a México con los militares”, dijo en una de sus conferencias de prensa muy temprano. “Cooperamos, colaboramos, pero no va a haber invasión. Eso está descartado. Absolutamente descartado”. Luego dijo que cada vez que Estados Unidos había planteado algo así, ella lo había rechazado y que la presencia de militares estadounidenses en suelo mexicano “no está permitida, ni es parte de ningún acuerdo”. Su gobierno -Sheinbaum lo sabe- depende de una férrea defensa de la soberanía de México.

Esto, por supuesto, choca con las recientes declaraciones del propio Trump quien aseguró que “México hace lo que le decimos que haga”. El presidente estadounidense ha estado presumiendo, recientemente, de la reducción histórica de cruces fronterizos. Y eso se debe, en parte, a la cooperación de México. Al detener el paso de miles de centro y sudamericanos hacia el Norte, México muchas veces se convierte en el muro de Estados Unidos. “Estamos cerrando las fronteras, y todo el mundo lo entendió”, ha dicho Trump.

Pero más allá de la cooperación mexicana, la línea roja es el rechazo a la presencia de tropas estadounidenses en México. Y suponiendo que Trump respete este precepto fundamental para los mexicanos, la lucha contra los carteles queda totalmente en manos de México. Y ese es el gran reto de esta Presidencia. A pesar de que las cifras contra la violencia indican ligeros avances, la realidad es que hay partes del territorio mexicano que están en control de los carteles, no de la Policía local, y que ha sido muy difícil desmantelar la desastrosa política de “abrazos, no balazos” del ex presidente Andrés Manuel López Obrador.

Las lecciones de la historia están bien aprendidas en México. No conozco a ningún mexicano que apoyaría una invasión u operación militar de Estados Unidos en territorio mexicano. Sería imperdonable e inaceptable. Ahí, en nuestros pupitres, desde niños, aprendimos que eso no se hace. Nunca.