El Imparcial / Columnas /

El otro lado de la moneda: El fracaso en salud

Es urgente reparar el sistema de abastecimiento de medicinas y hacer que el IMSS-Bienestar efectivamente atienda a la población que no tiene seguridad social.

Leo Zuckermann

Juegos de poder

Ayer, en este espacio, hablaba del éxito del Gobierno de López Obrador para combatir la pobreza. 15.8 millones de mexicanos dejaron de ser pobres por ingresos durante este sexenio. 13.4 millones si se toman en cuenta seis otros parámetros en lo que se denomina pobreza multidimensional.

Son dos grandes datos que debemos reconocer.

Sin embargo, el reporte de pobreza 2024 publicado por el Inegi también contiene un dato que es el otro lado de la moneda del éxito obtenido.

Un fracaso a todas luces.

Me refiero al pésimo manejo de la política pública relacionada con la salud que dejó a 24.4 millones de mexicanos sin acceso a servicios sanitarios.

Cuando tomó posesión López Obrador como Presidente en 2018 había 20.1 millones de personas que carecían de servicios de salud. Al terminar su periodo presidencial, este número se había más que duplicado para alcanzar los 44.5 millones.

Esto se debe a pésimas decisiones que tomó ese Gobierno.

Primero, la súbita cancelación del Seguro Popular sin que existiera algo que lo sustituyera de inmediato. El Gobierno de AMLO fundó el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) con el fin de brindar servicios de salud gratuitos a todas las personas que no estuvieran registradas en el IMSS o Issste. Nunca funcionó y, en 2023, el mismo Gobierno decidió cerrarlo.

A partir de ese momento, sus funciones pasaron al IMSS-Bienestar que sigue en construcción con el actual Gobierno.

En todo este errático, tortuoso y burocrático camino, millones de mexicanos se quedaron sin acceso a la salud pública, es decir, tuvieron que utilizar de sus ingresos para curar a sus enfermos.

Segundo, el Gobierno de AMLO canceló de un plumazo el sistema de compras de medicinas del sector público sin que existiera, de nuevo, uno que lo sustituyera de inmediato. La consecuencia no se hizo esperar: Un desabasto de medicamentos que hasta el día de hoy no se ha resuelto.

López Obrador nunca logró solucionar este problema.

En unas de sus típicas ocurrencias, ordenó la construcción de una mega farmacia que surtiría a toda la República como si México fuera un pueblecito que requería una botica. El resultado fue otro fracaso más: La mega farmacia, que costó cuatro mil millones de pesos, surtió un promedio de tres recetas por día.

Desastre tras desastre, ante la falta de medicinas en el sistema público, muchos mexicanos se vieron obligados a comprar directamente en farmacias privadas.

Finalmente, el Gobierno de AMLO les apostó a las transferencias directas en efectivo como la política pública central para el combate a la pobreza. En este sentido, mantuvo bajo el gasto público en la salud. La Organización Mundial de la Salud sugiere destinar al menos el 6% del PIB a la salud. Este gasto público en México osciló entre el 2.5% y el 2.9% al año en el sexenio de López Obrador.

Con poco dinero, ocurrencias y errores catastróficos no sorprende que 24.4 millones de mexicanos se hayan quedado sin acceso a servicios de salud.

Y aquí viene lo peor de todo.

Lejos de reconocer el problema, el entonces Presidente optó por burlarse de todos.

Conforme pasaba el sexenio y se hacía evidente el fracaso, López Obrador insistía en sus mofas como si el asunto fuera divertido.

Primero prometió que el sistema de salud pública sería mejor que el de Canadá. Luego se fue más lejos y mencionó que superaría al de Dinamarca, uno de los más destacados del planeta. Ya encarrerado, se voló la barda: El mexicano sería el mejor del mundo mundial.

Mientras los hospitales públicos se caían en pedazos, los emblemáticos institutos nacionales de salud (cardiología, cancerología, nutrición, etcétera) hacían milagros para sobrevivir o los padres de niños con cáncer se manifestaban por la falta de medicinas para sus hijos, el Presidente veía la construcción de un mundo exactamente opuesto.

Entre más le reclamaban, más se burlaba, al punto que lo de Dinamarca se convirtió en uno de los chistes recurrentes del sexenio.

A la presidenta Sheinbaum, que por fortuna no es propensa a bromear con asuntos serios, le toca corregir esta situación abismal. Es urgente reparar el sistema de abastecimiento de medicinas y hacer que el IMSS-Bienestar efectivamente atienda a la población que no tiene seguridad social o un seguro privado. Son el 34.2% de la población nacional: 44.5 millones de mexicanos.

Leo Zuckermann

X: @leozuckermann