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Demoler hasta sus cimientos al autoritarismo

Un golpe decisivo tanto al autoritarismo como a la corrupción y a la impunidad es la Reforma al Poder Judicial...

Epigmenio Ibarra

Para impedir que al País lo devoren esos monstruos que, según Antonio Gramsci, nacen en el claroscuro que se produce “cuando el viejo mundo se muere y el nuevo aún no termina de nacer”, una revolución como la nuestra, única en la historia en tanto que es pacífica, democrática y se produce en libertad, ha de apretar el paso.

Eso hace Claudia Sheinbaum Pardo quien sabe muy bien que la mayoría ciudadana no ordenó, en dos elecciones sucesivas; ambas limpias, libres y auténticas como lo establece la Constitución, sólo un cambio de mando en el Poder Ejecutivo.

Que liberaran por completo a México del régimen corrupto y autoritario que lo mantuvo sometido y empobrecido por 40 años fue el mandato que las y los votantes le dieron a Andrés Manuel López Obrador en el 2018 y a ella en el 2024.

Cumplirlo implica -y en eso se ha empeñado la Presidenta- demoler uno a uno, con la fuerza de la razón y en el marco de la ley, pero hasta sus cimientos, los reductos en los que se han atrincherado quienes no reconocen ni respetan al pueblo como único soberano.

Un golpe decisivo tanto al autoritarismo como a la corrupción y a la impunidad es la Reforma al Poder Judicial; en manos del pueblo y no solo de una persona o de una facción, ha quedado ya la elección de quienes imparten justicia en México.

Falta ahora ampliar y garantizar, con la reforma electoral, derechos y libertades que, en una democracia simulada, le fueron históricamente conculcados al pueblo de México.

Que nadie se robe de nuevo la presidencia como lo hicieron Carlos Salinas en 1988 y Felipe Calderón en el 2006 o que la compre como Enrique Peña Nieto en el 2012.

Que la autoridad electoral no sea nunca más, omisa o cómplice de estos crímenes de lesa Patria y que personajes como Luis Carlos Ugalde no solapen a usurpadores y se nieguen a contar “voto por voto, casilla por casilla”.

Que nunca más el INE se vuelva bastión de un partido político y su consejero presidente, como sucedió con Lorenzo Córdova, sea juez y parte.

Que el INE no obstaculice las consultas populares sino que por el contrario las promueva y facilite.

Desgarran sus vestiduras la derecha conservadora, sus intelectuales y voceros en los medios; gritan de nuevo y con brutal descaro que la democracia ha muerto. Mienten; lo que muere al perder uno de sus últimos bastiones es ese viejo régimen autoritario y corrupto del que forman parte.

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