Un empresario valiente
Kaiser tiene razón: Ser empresario en el contexto de un régimen autoritario es un desafío que no todos saben resolver.

Epicentro
Hace unos días, el activista Max Kaiser publicó una provocación: “El día en que el empresariado organizado de México despierte de su sueño de ‘colaborar con la tiranía populista sin confrontación’ será demasiado tarde”, escribió en su cuenta de Twitter. Kaiser tiene razón: Ser empresario en el contexto de un régimen autoritario es un desafío que no todos saben resolver.
En Estados Unidos, hay quienes, como Elon Musk, han apostado por la colaboración abierta y el respaldo activo, incluso en detrimento de su propia historia personal y del rumbo de sus empresas. Otros, como Tim Cook, cabeza de Apple, han intentado acomodarse a los tiempos tratando de apelar a la personalidad narcisista de Donald Trump.
No lo hacen por convicción personal ni por verdadera afinidad ideológica con Trump, sino porque así conviene a su estado de resultados. Uno supone que incluso Musk aceptaría que buena parte de la agenda autoritaria y de erosión institucional de Trump va en contra de muchos de los valores personales de los empresarios y, en algunos casos, también de sus empresas (la política ambiental de Trump es exactamente lo opuesto a lo que Musk ha tratado de impulsar con las energías renovables de Tesla, por ejemplo). El asunto es que muy pocos tienen el valor de decirlo en público y muchos menos la osadía de utilizar parte de su vasta fortuna para oponerse a lo que les resulta reprobable en privado.
En Miami hay una excepción notable que vale la pena rescatar a partir de la reflexión de Kaiser.
Hace algunos meses comenzaron a aparecer en las grandes avenidas de la ciudad anuncios espectaculares que denunciaban las acciones y omisiones de varios congresistas republicanos de origen cubano. “Deportar inmigrantes es cruel”, decía el más célebre, junto a los rostros de María Elvira Salazar, Carlos Giménez, Mario Díaz-Balart y el hoy secretario de Estado, Marco Rubio. «Tienen la capacidad de presentar exigencias sobre lo que, según sabemos, estos miembros del Congreso han dicho tradicionalmente que defienden, que es proteger los derechos de quienes han huido de dictaduras y han llegado a este país en busca del sueño americano», dijo en su momento un vocero de “Keep Them Honest”, la organización responsable de publicar los espectaculares.
Lo realmente interesante es la persona detrás del grupo.
¿Quién había tenido la idea y puesto el dinero?
Voces republicanas supusieron que se trataba de grupos políticos demócratas. La verdad resultó muy distinta.
El hombre detrás de los espectaculares se llama Michael Fernández. De acuerdo con un reportaje publicado hace unos días en el New York Times, Fernández fue republicano hasta hace 10 años, cuando decidió abandonar el partido y registrarse como votante independiente. A lo largo de sus años como simpatizante republicano, Fernández donó decenas de millones de dólares a candidatos del partido. Ahora ha decidido seguir un rumbo completamente distinto.
Sus espectaculares tienen como objetivo conseguir la derrota de al menos uno de los congresistas republicanos de origen cubano (es decir, inmigrante) que han avalado o permanecido en un silencio cómplice frente a las medidas antiinmigrantes de Donald Trump.
Fernández le explicó al New York Times que lo suyo es un asunto de principios. Llegó a Estados Unidos a mediados de los sesenta y comenzó un ascenso, ayudado por otros inmigrantes de distintos orígenes, que lo llevó a amasar una fortuna que hoy se cuenta en cientos de millones de dólares.
A Fernández le preocupa el talante claramente autoritario de Trump. “Estamos viendo una repetición de lo que yo vi cuando tenía 12 años y tuve que dejar Cuba. Es aterrador”, le dijo a la reportera del Times. Esta valentía le ha costado a Fernández amenazas. Seguramente le ha costado también amistades. No es imposible que le haya costado oportunidades de negocio. A juzgar por sus acciones y sus declaraciones, le importa poco. Dice estar comprometido a gastar el dinero que sea necesario.
Por lo pronto, ha comenzado haciendo pública su participación en la campaña contra los congresistas de Florida, una decisión innecesaria. Podría haber permanecido en el anonimato y, desde ahí, seguir impulsando sus ideas. Prefirió lo contrario. “Tengo que dejar huella, un ejemplo para mi familia y mis hijos”, concluyó en su entrevista con el New York Times. En un mundo de Elon Musks, es mejor ser un Michael Fernández. Aunque cueste.
León Krauze
@LeonKrauze