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Cuando las profecías fallan

A Festinger y sus colaboradores les interesaba estudiar qué sucedería cuando la nave cósmica no apareciera según se había predicho por los guías del colectivo.

Jesús Canale

El comportamiento de las masas y colectivos humanos no comenzaron a traducirse en imponentes y controvertidas conductas populares hace 100 ó 200 años, no, sino desde ya por milenios. Quienes se han abocado en serio al estudio de estos fenómenos sociales nos han mostrado algunos de sus patrones y consecuencias y, en este tema, la contribución del sicólogo social León Festinger fue definitiva en un libro que junto a dos colaboradores publicó en 1956 bajo el título “Cuando las profecías fallan” en el que sobresale la investigación que realizaron sobre una secta apocalíptica -de aquéllas que se refieren al fin del mundo- pero en el caso de ésta dedicada al asunto de los ovnis.

A Festinger y sus colaboradores les interesaba estudiar qué sucedería cuando la nave cósmica no apareciera según se había predicho por los guías del colectivo.

Ocurrió que algunos miembros, desilusionados y decepcionados por el ausente resultado, abandonaron el grupo en tanto otros, y no pocos sino la mayoría, no sólo sostuvieron sino reforzaron su presencia y pertenencia a la organización: Festinger llamó a esto “disonancia cognitiva”.

Esta observación, bien documentada bajo estándares exigentes, no es exclusiva del comportamiento de esa secta sino que suele verse con notable frecuencia en casos de desenlace similar en una gran variedad de “profecías” que igualmente han fallado en tiempos modernos toda vez que sus predicciones no ocurrieron y con frecuencia resultaron en consecuencias casi opuestas. Haremos aquí un corto espacio para recordar que el verdadero significado de “profecía” se refiere a una “predicción hecha en virtud de un don sobrenatural”, específicamente de inspiración divina, pero ciertamente por semejanza se ha extendido el término a lo que en realidad es un presagio, vaticinio o adivinación. Aclarado esto volvamos al tema: El recurso a las “profecías” ha crecido en la modernidad no ya para el anuncio de calamidades tipo destrucción total, distopias o, más frecuentemente utopías; suelen estar de moda especialmente las de orden político e ideológico, caracterizadas ambas por el anuncio, promesa u ofrecimiento de un futuro próximo casi fantástico para un determinado pueblo o para el mundo entero. Así cautivaron a las masas la ideología nacional-socialista o nazi que vaticinó la gloria definitiva para el pueblo ario, aquéllos de estirpe indoeuropea, y más adelante el mejor orden mundial que garantizaría la pureza y el progreso continuo del género humano para siempre.

Igualmente fue con la ideología marxista encarnada en el materialismo científico o comunismo, siendo su más grande ejemplo el “socialismo real” de la extinta Unión Soviética. Ideólogos y políticos promovieron cada una de estas cosmovisiones con una serie de ofrecimientos en secuencia y gradualidad tales, que fueron realmente fascinantes y encantadoras tanto en el núcleo afectivo como en la esfera intelectual de las grandes masas. La cuestión se ha fraccionado en las últimas décadas y, a pesar de la globalidad y de la mundialización, ha quedado más en pueblos concretos en los que, igualmente políticos e ideólogos, han embelesado con sus profecías a las masas fascinándolas a tal grado que, al igual que la mencionada secta de los ovnis de los años cincuenta, aunque los resultados hayan sido y estén siendo en nada parecidos a los prometidos, las masas no sólo permanecen en el gran colectivo sino que se aferran aún más a sus profetas. Lo más reciente y resonado globalmente -asómese usted donde sea- es el caso Trump que, a pesar de las consecuencias fallidas de no pocos de sus ofrecimientos, su enorme colectivo de seguidores sigue dependiendo de esas esperanzas y el grupo más compacto de sus admiradores ideológicos (nada pequeño, por cierto) en lugar de desilusionarse se crece en una extraña lealtad. Pero cada vez hay más casos de ideologías recién estrenadas y de políticos y líderes cautivadores de masas que a pesar de los pálidos logros o retrocesos de sus originales promesas mantienen su popularidad en millones de personas. Ya sean eternos encantadores de El Salvador, Venezuela, Cuba o Nicaragua; Rusia, China o Zimbabue y otros más por allá (y por acá). Hagan lo que hagan, su masa de gente les serán leales mientras les hablen bonito… y aunque el ovni no llegue.

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