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El horror del caso de Israel Vallarta

Nunca entendí, y sigo sin entender, por qué la justicia mexicana sí liberó a Cassez, pero no a Vallarta.

Leo Zuckermann

De verdad que la justicia mexicana es una basura.

No hay otra manera de calificarla.

Israel Vallarta se pasó casi 20 años en prisión preventiva sin que le dictaran una sentencia. Dos décadas en el tambo. De repente, un día le avisaron que la jueza ya había decidido. Lo liberaron por falta de pruebas. Así de fácil.

Doce años antes, la Suprema Corte de Justicia de la Nación había liberado a la que supuestamente había sido una de sus cómplices, Florence Cassez, ciudadana francesa. Una mayoría de ministros votó a favor de revocar su sentencia condenatoria por no haberse respetado su derecho a un debido proceso judicial.

Muy importante resultó el montaje que realizó la Policía de la presunta detención de Vallarta y Cassez que se hizo en vivo y directo por varias televisoras un día después de que efectivamente habían sido arrestados. El famoso operativo fake había violado el proceso judicial de los presuntos implicados de una banda de secuestradores presentada como “Los Zodiaco”.

La Corte citó la famosa tesis del “fruto del árbol envenenado”, es decir, que cualquier evidencia obtenida como resultado de una violación a los derechos fundamentales de una persona no puede utilizarse en un juicio.

En otras palabras, el montaje mediático que organizó la Agencia Federal de Investigación, al mando de Genaro García Luna y Luis Cárdenas Palomino, contaminó las pruebas contra Cassez quien ya había sido sentenciada, ella sí, a 60 años de cárcel. Quitando esas pruebas envenenadas, no había elementos probatorios para mantenerla detenida. Ergo, la liberaron.

Nunca entendí, y sigo sin entender, por qué la justicia mexicana sí liberó a Cassez, pero no a Vallarta.

Sé, desde luego, de la presión política que ejerció el Gobierno francés al mexicano, tanto en el sexenio de Calderón (que no dio su brazo a torcer) como en el de Peña (que estuvo más dispuesto a cooperar). Sin embargo, desde un punto de vista estrictamente jurídico, no comprendo por qué se puede liberar a una presa que le violaron su derecho al debido proceso y no al otro acusado de los mismos crímenes.

En alguna ocasión, el periodista Carlos Loret le hizo la pregunta a Olga Sánchez Cordero, quien, como ministra de la Suprema Corte votó a favor de liberar a Cassez, de por qué Vallarta seguía en la cárcel cuando la francesa llevaba ya años de regreso en su casa en Europa. La entonces secretaria de Gobernación en el sexenio de López Obrador respondió que ella creía que Vallarta no salía porque tenía otras carpetas de investigación en su contra.

Muy bien. Pregunta: Y ahora que salió Vallarta tantos años después, ¿dónde quedaron esas investigaciones?

¿Efectivamente existieron?

No lo sé.

Todo este caso siempre ha sido muy confuso.

Tan confuso que ya se volvió, como tantos en México, un asunto de fe.

Hay quienes creen que Vallarta, Cassez y et. al. siempre fueron inocentes. Que el montaje no sólo fue el mediático de aquella mañana del 9 de diciembre de 2005 sino una invención completa de García Luna y Cárdenas Palomino como parte de una venganza de un empresario en contra de Vallarta por cuestiones de negocios. El típico contubernio de autoridades y gente poderosa que utiliza la justicia con fines personales.

Del otro lado hay quienes están convencidos que Vallarta efectivamente fue el líder de la banda de secuestradores de “Los Zodiaco” y que incluso asesinó a algunas de sus víctimas. Que Cassez sí supo a lo que se dedicaba su entonces pareja y hasta lo auxilió. En pocas palabras, que eran culpables de los delitos por los que fueron procesados y detenidos.

¿Quién tiene la razón?

¿Cuál es la verdad?

Después de 20, no sabemos.

Lo que sí sabemos es que la francesa pudo salir antes del mexicano de la cárcel porque su Gobierno presionó políticamente para que así ocurriera. Vallarta se chutó doce años más que Cassez en la prisión, una de alta seguridad, por cierto. Hoy, nadie logra explicar por qué la diferencia entre una y otro.

Lo cual nos lleva al tema de la prisión preventiva oficiosa que tanto le gusta al Gobierno actual. Por donde se vea, es una barbaridad que alguien esté tras las rejas durante dos décadas sin que le dicten sentencia.

Yo no sé, por qué la justicia en México es una basura, si Vallarta es inocente o no. Lo que me queda claro es que no se merecía estar 20 años enjaulado mientras se llevaba a cabo su juicio. Esto, por donde se vea, es inhumano y, por tanto, inaceptable.

X: @leozuckermann

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