90 días ¿Victoria o derrota?
Habría que poder calcular los costos y beneficios de ganar 90 días versus las ventajas y desventajas de iniciar la renegociación desde ahora para que concluya más rápidamente.

Se entiende que la Presidenta se vanaglorie del supuesto éxito conseguido en el intercambio con Trump el día de ayer. Y es lógico también que su equipo de colaboradores, así como el equipo de colaboradores en los medios del equipo de colaboradores, también se congratulen de haber esquivado la bala con la cual Trump nos había amenazado.
En otro país, o en otro momento, estas actitudes oficiales serían objeto de discusión seria y sustantiva en el Congreso, en los medios, en el seno de la comentocracia. En México hoy, a medias. Agreguemos un poco de confusión al conjunto de asuntos involucrados en la prórroga de 90 días.
Para empezar, todo sigue vigente. No es que hasta dentro de 90 días se impongan aranceles. Se mantienen los aranceles ya impuestos: Sobre el acero, el aluminio, el cobre, el jitomate, las autopartes y los automóviles en cuanto a sus componentes no procedentes de América del Norte, y sobre el total de exportaciones mexicanas no cubiertas por el T-MEC. Continúa la discusión sobre la proporción de estas últimas: México dice que 87% de las exportaciones están cubiertas; Lutnick dice que 75%; y Reforma, citando a la Oficina del Censo de Estados Unidos, dice que sólo 49% entran en esta categoría.
En cualquier caso, todos estos aranceles persisten. En segundo lugar, el Gobierno de México aceptó, según Trump, eliminar de inmediato las barreras no arancelarias u otros obstáculos al comercio que actualmente rigen. Si bien ni Washington ni Palacio Nacional enumeraron dichas barreras y prácticas, se sabe algo al respecto.
Hace unas cuantas semanas, Estados Unidos le entregó a su contraparte mexicana un documento de unas 20 páginas y 50 puntos, basados principalmente en otro documento oficial y público de Estados Unidos, a saber, The 2025 National Trade Estimate Report on Foreign Trade Barriers, páginas 262 en adelante, sobre los obstáculos al comercio según Estados Unidos.
Estos incluyen barreras en aduanas, sobre instrumentos médicos, suministros y farmacéuticos, glifosato, pesticidas, barreras sanitarias y fitosanitarias, papas frescas, pagos electrónicos, servicios de seguros y telecomunicaciones, energía y minería.
Se suponía que la parte mexicana debía responder a dicho pliego petitorio estadounidense de manera satisfactoria, lo cual posiblemente hubiera permitido llegar a un acuerdo sobre aranceles.
Parece que dicha respuesta no fue aceptable para los negociadores de Trump. Asimismo, de acuerdo con filtraciones o afirmaciones de la presidenta Sheinbaum, México también formuló una serie de propuestas sobre distintas maneras de reducir el déficit comercial de Estados Unidos con México, uno de los factores que le dan urticaria a Donald Trump.
De nuevo, todo indica que las ideas mexicanas no resultaron satisfactorias para su contraparte. Lo cual también contribuyó a la ausencia de un acuerdo sobre aranceles. En otras palabras, México trató de lograr un convenio con Estados Unidos sobre aranceles, reduciéndolos a niveles parecidos, por ejemplo, a la Unión Europea, o eliminándolos por completo y simplemente aplicando las disposiciones del T-MEC. Esto no sucedió.
¿Estamos mejor que otros países? Depende de cuáles. ¿Mejor que Brasil, China y Canadá? Por ahora, sí. ¿Mejor que la Unión Europea y Japón, con aranceles del 15%?
No, también por ahora. ¿Nos hubiera podido ir peor? Sin duda, y este razonamiento siempre funciona para quienes se resignan al consuelo de tontos. En Europa, el acuerdo al que llegaron Trump y la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen, ha sido ampliamente discutido y criticado, no solamente por algunos de los gobiernos miembros sino por ex negociadores de acuerdos comerciales, por congresistas de los propios partidos en el poder, e incluso por jefes de Estado o de gobierno de la Unión, entre otros, Pedro Sánchez y Emmanuel Macron.
En México, es poco probable que esto suceda. Lo que en todo caso merecería ser discutido es si la prórroga de 90 días le conviene al País, al igual que al gobierno, o si más bien mantener la incertidumbre otros tres meses, con la esperanza de que a partir de noviembre se pueda empezar a renegociar el T-MEC tanto con Estados Unidos como con Canadá puede resultar iluso.
Habría que poder calcular los costos y beneficios de ganar 90 días versus las ventajas y desventajas de iniciar la renegociación desde ahora para que concluya más rápidamente. A menos de que México haya planteado justamente esto, y al igual que sus demás propuestas, haya recibido una negativa categórica por parte de Washington.
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