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Ricardo y Adán

La fortaleza presidencial descansa en muchas facultades que la Constitución le otorga al titular del Poder Ejecutivo federal.

Sergio Valle

Cuenta la leyenda que en México el poder del Presidente (a) de la República tiene alcances que pocos conocen.

Si acaso quienes pudieran tener una idea clara de eso son quienes han estado cerca y son testigos o aquellos que sufren en carne propia las consecuencias de retar a ese poder, personajes que por lo regular pierden la dimensión de las cosas y al sentirse arropados por poderes alternos sienten que los tentáculos de quien está en Palacio Nacional nada les podrán hacer.

O también sucede que a sabiendas de esos alcances, corren el riesgo atendiendo intereses de grupos políticos a los que pertenecen y deben tanto como para contradecir al Presidente (a).

La fortaleza presidencial descansa en muchas facultades que la Constitución le otorga al titular del Poder Ejecutivo federal.

Por ejemplo, el Presidente es el comandante en jefe de las fuerzas armadas de México, o sea que es la máxima autoridad dentro del Ejército.

Por su parte, la estricta formación que tienen los militares mexicanos los convierte en personas altamente disciplinadas y leales a su comandante en jefe, no a una persona, sino a quien ostenta el mando en ese momento.

Claudia Sheinbaum es ahora la autoridad máxima, no hay nadie por encima de ella en la cadena de mando militar.

Ahora bien, dos personajes que están en la lupa nacional son el senador Adán Augusto López y el diputado federal, Ricardo Monreal Ávila, los hombres fuertes de Morena en el Congreso de la Unión.

Ambos son objeto de duros cuestionamientos incluso dentro de su partido al haber fuertes sospechas de que se han alejado de la mística morenista que mandata a quienes forman parte de la 4T ser diferentes a los demás: No ser corruptos, ser humildes y vivir alejados de los lujos y excesos que tanto criticaron en los gobierno neoliberales.

Adán Augusto está en la mira pública porque un general del Ejército reveló ante medios de comunicación que quien fuera su secretario de Seguridad en el Gobierno de Tabasco, Hernán Bermúdez Requena, es líder de un grupo criminal denominado “La Barredora”, mismo que habría dirigido con toda impunidad mientras desempeñaba el cargo que le dio el ahora coordinador de Morena en la Cámara Alta.

¿Habló por cuenta propia ese general?

¿En serio vamos a creer que se brincó toda la cadena de mando e hizo señalamientos de ese calibre a sabiendas de la crisis que causaría?

Vaya pues, existe la sospecha de que tanto Monreal como López estarían siendo los destinatarios de un tremendo manotazo dado desde Palacio Nacional.

Hay elementos para suponerlo, baste hacer un recuento de las veces que ambos le han jugado las contras a la Presidenta en temas como la no reelección, el nepotismo y hasta en el nombramiento de la titular de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

Y es que los intereses y la agenda que ambos parecen atender no es la de Presidencia, sino la de Palenque… y ni las formas han cuidado.

Las trampas que el antecesor le dejó (porque sí se las dejó) pueden ser desactivadas en algún momento.

Vaya, no tiene el año que llegó al cargo y ya son demasiadas las facturas que le han pasado del sexenio anterior.

Estamos ante un fenómeno que con ciertos matices, pero se repite cuando se ostenta el poder.

El PRI no duró tantos años gobernando nada más haciendo fraude.

Impuso un modelo de Gobierno de “el rey ha muerto, viva el rey”, que le permitía al que llegaba ejercer el poder a plenitud, con el compromiso de dejarlo sin condiciones cuando se acababa el sexenio.

De lo contrario, había consecuencias, de lo cual hay historia también.

En todo caso, me parece que quien mejor ha entendido esos alcances es el diputado Monreal, que claramente tiene mucho más oficio político y colmillo que Adán Augusto, cuyo poder se amasó al amparo de AMLO, no así el del zacatecano quien ya tiene larga carrera con identidad propia.

Quizá por eso Monreal dijo que está al final de su carrera política, que ya casi se retira.

En cambio el otro ha movido piezas a su antojo, hecho acuerdos al margen de Palacio, impulsado figuras alternas, ejerciendo un poder que creía que tenía.

Pero creo que ya se dio cuenta de que no.

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