Las estatuas de la Tabacalera
Creo que nadie duda que el centro del asunto no es de orden jurídico o administrativo sino directamente de los personajes a quienes allí representaron esas esculturas por poco más de seis años.

La remoción de las estatuas sedentes de Fidel Castro y de Ernesto “Che” Guevara retiradas el miércoles de la semana pasada de la banca que ocupaban en un jardín público de la colonia Tabacalera en la alcaldía Cuauhtémoc de la CDMX se ha convertido ya en una contienda política y altercado mediático y muy probablemente termine en un litigio formal.
La decisión y responsabilidad del hecho las reclama la alcaldesa local, Alessandra Rojo de la Vega (de Fuerza y Corazón por México: Coalición electoral PAN, PRD, PRI). No viene al caso repetir más detalles. Creo que nadie duda que el centro del asunto no es de orden jurídico o administrativo sino directamente de los personajes a quienes allí representaron esas esculturas por poco más de seis años. Ambos, Fidel y el Che, como revolucionarios que fueron, han sido siempre figuras controvertidas especialmente en la historia contemporánea de América Latina cuyas actuaciones durante y después de los conflictos en los que intervinieron, principalmente la Revolución Cubana (1953-1959), pero después en otras intervenciones de diverso género en varios países de Latinoamérica.
Se entendería que ambos, como militares de formación o guerrilleros por dedicación, hayan matado personas en batallas, tomas de plaza y otras modalidades de encuentros armados en ambiente bélico, esto es de suceder ordinario en movimientos violentos de considerable escala como una guerra civil, levantamiento, revolución, etcétera, en las que ocurren bajas que no suelen considerarse como asesinatos, ejecuciones sumarias o actos similares.
No vamos a entrar de lleno en este momento acerca de en qué lado estaba el actor injusto del conflicto. En la actuación de ambos personajes, la documentación histórica y objetiva de los hechos anota actuaciones como fusilamientos masivos, especialmente en la prisión de “La Cabaña” como resultados de “juicios revolucionarios” que no tenían sustento para realmente considerarse juicios pues más bien se trató de ejecuciones sumarias y obviamente extrajudiciales, bajo la motivación de que las víctimas eran simplemente del bando contrario.
Estos crímenes eran planeados y organizados sobre todo por el G-2, que fue el servicio de inteligencia con tareas de espionaje y represión por razones de “seguridad interna” y además con encomiendas de limpieza política e ideológica, habiéndose documentado su identificación con el modelo de la KGB soviética de la cual provino la asesoría táctica. En el entorno de la Revolución Cubana, G-2 era la denominación breve de la Segunda Dirección General del Estado Mayor del Ejército Rebelde y actuó no sólo al interior de la isla sino en varios países de América Latina y África. Se le atribuyen asesinatos delicadamente planeados de exiliados cubanos en México y Miami, entre otros sitios de la región.
El desertor cubano, Florentino Aspillaga, que escapó durante un viaje en Viena, reveló datos verificables de las operaciones del G-2; el Che Guevara hacía las listas de los opositores “contrarevolucionarios”. En la operación de Escambray se reprimió a campesinos y fueron victimados en ejecuciones extrajudiciales. Y hay más que decir, rescatable de testimonios e investigaciones.
Fidel y el Che estuvieron en todo esto. Claro, en la Guerra Civil Española, La Falange y las fuerzas de Franco participaron en crímenes, ejecuciones masivas y fuerte represión sistemática, sucesos igualmente documentados.
Revolucionarios mexicanos fueron asesinos, matones a mansalva y actores de juicios espurios que cobraron vidas: Todo esto vox populi, y, aún así no pocos de ellos tienen sus estatuas, calles y poblaciones con sus nombres, letras de oro y párrafos como héroes en libros de Historia. Pero los tiempos cambian -¡qué verdad!- y uno solamente se pregunta si los cínicamente matones y asesinos merecen monumentos, aplausos y letras doradas. ¿Quién piensa que esa es la pedagogía correcta para nuestros menores (y mayores)? ¿No será tiempo de reconocer, tiempo de cambiar, tiempo de dejar de fingir? Hay quien dice que “en la guerra y el amor todo se vale”… pero nada más falso.
Sigue nuestro canal de WhatsApp
Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí