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La estatua de la justicia

Si hubiera en nuestro país una estatua de la Justicia la veríamos en la figura de una infeliz mujer traída y llevada, corrompida, de ropas desgarradas, sucia, arrastrada por el polvo y por las inmundicias.

. Catón

Un hombre suplantó a mi marido". Eso les contó doña Fistona a sus amigas. Relató: “Estaba yo con él en la sala de la casa, viendo la tele. Sentí sueño y me fui a acostar. Casi me había dormido ya cuando alguien se metió en mi cama. En la oscuridad creí que era mi esposo pero no: después supe que era un individuo que entró por la ventana y por ahí mismo salió después de hacerme dos veces el amor”. Preguntó una: “¿Cómo supiste que no era tu marido?”. Contestó doña Fistona: “La primera vez sospeché que no era él. La segunda tuve la seguridad de que no era él”. (Nota. El señor nunca asegundaba)... Babalucas viajaba en un crucero, y quiso conocer al capitán del barco. Se dirigió a un miembro de la tripulación. “Dígame dónde está el capitán”. “Por babor” -le contestó el marinero. “Perdone -se disculpó el badulaque-. Dígame dónde está el capitán, por babor”... La señorita Celiberia notó que su periquita se veía tristona, alicaída. La llevó con el veterinario. Preguntó el facultativo: “¿Cuál es el problema?”. “No estoy segura -empezó a decir la señorita Celiberia-. Creo que...”. “Oye, pend… -la interrumpió la cotorrita-. Yo no soy como tu gato; yo sí puedo hablar”... El padre Arsilio dijo en su sermón: “La puerta del Cielo es muy angosta”. Un señor se inclinó hacia su esposa y le dijo: “Como la de esta iglesia. Y apuesto que tampoco allá hay estacionamiento”... Astatrasio Garrajarra, sujeto dado al vino, se ausentó de su casa. Pasaron años sin que nadie supiera de él. Su esposa lo daba ya por muerto cuando un buen día el temulento regresó. “¡Cielo santo! -exclamó estupefacta la señora al verlo-. ¿Dónde andabas? ¿Qué fue de ti todo este tiempo?”. Replicó el briago con tartajosa voz: “Te dije que iba a una fiesta de 15 años”... Cosas de la inteligencia artificial. Aquel señor marcó un número telefónico, y escuchó una voz: “En estos momentos Pepe no se encuentra en casa. La contestadora está fuera de servicio. Yo soy el refrigerador. Por favor, deje su mensaje. Lo escribiré y me lo pegaré con un imán para que él lo encuentre a su regreso. Gracias”... Si hubiera en México una estatua de la Justicia no aparecería en la traza de la diosa Temis, conservadora del orden y la paz entre los hombres, madre de la Equidad y de la Ley, perfecta imagen de la consagración del orden jurídico en la sociedad. No tendría esa efigie la majestad serena de la mujer que se venda los ojos a sí misma a fin de no distinguir entre ricos y pobres, débiles y poderosos. Tampoco llevaría en la mano una balanza cuyo fiel marca el equilibrio exacto entre lo justo y lo legal. Si hubiera en nuestro país una estatua de la Justicia la veríamos en la figura de una infeliz mujer traída y llevada, corrompida, de ropas desgarradas, sucia, arrastrada por el polvo y por las inmundicias. (Borraré la palabra “inmundicias”, para que no se oiga tan feo, pero eso no quitará que esté siendo arrastrada). Las leyes han sido objeto de manipulación y zarandeo. Ya no es posible distinguir al rufián del héroe, al mentiroso del que dice la verdad. Eso sucede porque la política ha suplantado al Derecho. El poder partidista abatió al orden jurídico. Vivimos en un régimen bajo el cual la voluntad caprichosa de los detentadores del poder aniquila instituciones y derechos. Cuidado. Con todo eso México peligra. En la farmacia un hombre le pidió al encargado: “Quiero media docena de pastillas de Viagra. Recibiré esta noche la visita de una dama, y no quiero quedar mal”. Al día siguiente el tipo se presentó de nuevo. “Deme un frasco de linimento para el brazo -le pidió al farmacéutico-. La mujer nunca llegó”. (No le entendí)... FIN.

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