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Manta mugrosa

Quienes antes gritaban, ahora susurran. Quienes antes denunciaban, ahora guardan silencio.

Denise Dresser

Denise Dresser

Quienes antes gritaban, ahora susurran. Quienes antes denunciaban, ahora guardan silencio. Es el caso de Andrea Chávez y de tantos morenistas más que no paran de señalar a Genaro García Luna, y ahora callan sobre Adán Augusto López. Es el mismo silencio de quienes denunciaban los nexos del ex Presidente panista y ahora callan sobre la correa que une a tres tabasqueños. Es ese silencio compinche, cuidadosamente bordado con eufemismos, y comunicados oficiales que parecen haber sido escritos con tinta invisible. Lo que hoy despliega el Gobierno de Claudia Sheinbaum -con la costura maestra de López Obrador- es una capa de invisibilidad política, diseñada para cubrir la podredumbre del caso Hernán Bermúdez y proteger a quienes deberían estar rindiendo cuentas. Especialmente, al “hermano” Adán Augusto López.

Antes, el lopezobradorismo se dedicaba a rasgar la capa de la complicidad para señalar a García Luna. Para repetir que Felipe Calderón “sabía”. Ahora se envuelve en ella como lo hacía Harry Potter para transitar sin ser visto. Morena mima a sus aliados, y les permite hacer como que no estaban enterados, como que no vieron, como que no eran responsables. Odian a los calderonistas pero se encubren igual que ellos.

Adán Augusto nombró a Hernán Bermúdez como secretario de Seguridad Pública de Tabasco en diciembre de 2019, a pesar de indicios documentados de sus vínculos con el narcotráfico. A los 19 días, ya había narcomantas colgadas contra Bermúdez, como si los cárteles supieran más que el Gobernador. Pero Adán no se inmutó. Y Andrés Manuel tampoco. El Presidente dijo sin titubeos: “No se equivoquen. Adán Augusto es mi hermano”. Hermandad política, lealtad ciega. Entre AMLO y Adán siempre hubo abrazos.

Incluso a pesar de los Guacamaya Leaks. Miles de correos y documentos de la Sedena que confirmaban el conocimiento del Ejército sobre Bermúdez y sus actividades extracurriculares. Pero en 2023, cuando Proceso confrontó a Adán, él se lavó las manos: “Desconozco esa información del centro de inteligencia”. Y hace poco, Javier May -gobernador de Tabasco- dijo algo que rompió la narrativa oficial: “Era vox populi quién comandaba La Barredora”. Añadió: “Los que estaban antes deben explicar todo esto”. Una frase que apunta con precisión hacia Adán Augusto y los suyos. Hoy, Bermúdez es prófugo. Presuntamente se escabulló a Panamá y la FGR lo busca. El Ejército lo confirmó. Pero nadie sabe -o ha explicado- por qué se libró la orden de aprehensión hasta hace apenas unos meses. Si EU lo exigió, o si Sheinbaum hizo un sacrificio humano para apaciguar al tirano trumpista.

Y mientras tanto, la Presidenta se aferra al guión y tibiamente le pide a Adán que dé su versión. Se somete a las órdenes del colocador de la capa, desde Palenque. Ahí se edita la historia, ahí se ordena qué hacer o qué decir. Hasta ahora el cuento es que en Tabasco bajó la criminalidad, y debemos agradecerlo aunque haya sido gracias a la colusión entre narcos y políticos.

Los morenistas también siguen el mandato de “La Ching…” y han salido en manada a defender al hermano incómodo: “Seguramente no tuvo indicios”, “No es él quien debe aclarar”, “Es un ataque contra Morena”. Corren a colocarle la capa de invisibilidad y acurrucarse debajo de ella. “No estás solo”, vociferan ante las críticas.

Pero aquí no hay sólo un ataque de la oposición; hay evidencia. Y preguntas válidas: ¿Adán sabía o no sabía sobre la narcopolítica que se estaba tejiendo en su Estado? ¿Y si no sabía, por qué fue tan incompetente? ¿Y el Ejército, por qué enmudeció después de las denuncias de Guacamaya Leaks, sólo para validarlas ahora?

La capa de invisibilidad protege a los malandros de Morena, pero destapa al País. El encubrimiento es justo lo que aprovecha Donald Trump para presionar a México. Para decir que el País está petrificado por los cárteles. Para exigir más control, más muros, más sumisión. Y lo cierto es que el Gobierno le da municiones todos los días.

La capa de invisibilidad no resuelve problemas; los esconde. Es una manta mugrosa que cubre cadáveres políticos, que esconde expedientes incómodos, que silencia preguntas esenciales. Quienes se la ponen, quienes la extienden, quienes se cobijan con ella, dañan a México. Lo único que “transforman” es la verdad en negación, la responsabilidad en silencio, y la mística morenista en narcopolítica tabasqueña.

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