Edición México
Suscríbete
Ed. México

El Imparcial / Columnas / Columnas México

Fidel y el Che en la alcaldía Cuauhtémoc

A través de este posible error de tacto, se puede detonar una discusión interesante en la Ciudad de México.

Jorge  Castañeda

Amarres

No sé si Alessandra Rojo de la Vega escogió el mejor de los pleitos posibles con la 4T al desmontar la escultura del Jardín La Tabacalera en su alcaldía donde aparecen Fidel Castro y el Che Guevara. Hay pocas cosas que le pican tanto la cresta a los morenistas y a los partidarios del Gobierno de ese partido, en la Ciudad de México y a nivel federal, como cualquier falta de supuesto respeto a sus verdaderos héroes: Los autores y beneficiarios de la revolución cubana.

Pero lo que sí es cierto es que, a través de este posible error de tacto, se puede detonar una discusión interesante en la Ciudad de México. O por lo menos en las redes sociales y en las páginas donde la comentocracia comenta, justamente sobre la situación cubana, su historia, sus orígenes y desenlaces, y sobre el vínculo entre el carácter cada vez más autoritario de la 4T, y su profunda e incondicional admiración por la dictadura castrista.

Esta discusión podría llegar a parecerse -ojalá- a la que poco a poco empieza a surgir en Chile. Como saben algunos, la izquierda chilena en su conjunto acaba de elegir, a través de una primaria, a una candidata única a la Presidencia que se juega en las elecciones de octubre y noviembre. Escogieron de manera abrumadora a Jeannett Jara, que fue ministra de Trabajo del Gobierno de Gabriel Boric, y ha sido militante del Partido Comunista Chileno desde hace más de 30 años. Toda la izquierda chilena -la democrática y la que no lo es tanto- resolvieron apoyar con mayor o menor entusiasmo a Jara, desde Ricardo Lagos hasta Michelle Bachelet, y pasando por todos los matices y sinuosidades de esa izquierda. Algunos lo hacen tapándose la nariz y por respetar las normas acordadas, y otros lo hacen con entusiasmo.

Por ahora, Jara ha mostrado una fortaleza en las encuestas que puede resultar sorprendente. En primera vuelta le gana a los tres candidatos posibles de la derecha y ultraderecha, y en segunda vuelta está más o menos empatada con ellos. Esto a pesar de que la mayoría de los analistas, observadores y actores de la política chilena consideran que es absolutamente imposible que un electorado conservador -donde el voto es obligatorio- pueda elegir a una Presidenta miembro del Partido Comunista.

Entre las preguntas que han surgido en Chile figuran las mismas que podría uno dirigir a quienes critican la desaparición del pequeño monumento a Castro y Guevara, o a quienes siguen idolatrando al régimen de La Habana ¿Cómo se puede creer en la vocación democrática de Jara si es incapaz de pintar claramente su raya frente al régimen autoritario o dictadura isleña? ¿Cómo puede, por un lado, defender los principios democráticos chilenos contra candidatos de ultraderecha sin, por el otro, condenar la existencia de casi mil presos políticos en Cuba? ¿Cómo puede presentar una plataforma económica sensata, moderada y moderna, si sigue aplaudiendo el fracaso total del régimen cubano, y culpando a Estados Unidos de todos los males de esa catástrofe?

En México se podrían dirigir algunas preguntas parecidas a los partidarios de la 4T dentro y fuera del Gobierno. ¿Qué hubiera sucedido si en una alcaldía tradicionalmente conservadora, como la Benito Juárez o en buena medida la Miguel Hidalgo, se hubiera erigido una estatua en honor a Augusto Pinochet, Francisco Franco o Benito Mussolini (por lo de Benito, por supuesto) y al llegar al poder Morena en cualquiera de dichas alcaldías, hubiera recibido presiones para “eliminarla”? ¿La izquierda hubiera permitido que permanecieran ahí o las hubiera retirado? Tendrían buenos argumentos para esconderlas: Es aberrante que un país democrático y en una ciudad en teoría liberal, se festejen y se honren a dictadores sanguinarios en distintas etapas de la historia. Pero esta pregunta desemboca en otra ¿Cuál es la diferencia entre la dictadura chilena, española e italiana, por sólo mencionar esas, y la dictadura cubana? Una de ellas, desde luego, es que la isleña ha sido mucho más longeva. Lleva 66 años, mientras que Mussolini sólo alcanzó un par de décadas, Franco 30 años, y Pinochet apenas 17.

El tema no es cómo llegaron Castro y Guevara a México, ni si era justo rebelarse contra otra dictadura, la de Batista, producto de una elección fraudulenta en 1952, tal y como López Obrador tilda a la de 2006 y toda la izquierda a la de 1988. Supongo entonces que los partidarios de la 4T que festejan la invasión desde México a Cuba por los guerrilleros del Granma en 1956 justificarían una rebelión armada en México en 1988 ó 2006. Sólo que ninguno de ellos, ni sus dirigentes ni sus militantes, pensaron en ello.

Es una lástima que Cuba no figure en la discusión mexicana, como empieza a hacerlo en el debate chileno. Nos serviría mucho para saber bien a bien qué piensa cada quien en México, Y, por cierto, sólo por no dejar, parece temerario por parte del Gobierno seguir manteniendo buena parte, por lo menos hasta tiempos muy recientes, los apoyos a la dictadura de Díaz-Canel, cuando sabe que en algún momento vendrá un ukase de Trump recriminándolo y posiblemente prohibiéndolo.

Sigue nuestro canal de WhatsApp

Recibe las noticias más importantes del día. Da click aquí

Temas relacionados